Llevé a Alana a mi casa. La misma que se encontraba a las afueras del pequeño pueblo, en un conjunto residencial donde la mayoría de sus residentes eran policías. Habían cerca de diez casas a nuestro alrededor y la mía estaba al comienzo del bloque.
Estacioné en la acera y tomé una fuerte respiración antes de salir del vehículo para rodearlo y abrir la puerta de Alana, le ofrecí mi mano y ella la aceptó dándome una sonrisa. Cerré la puerta y coloqué mi mano en su espalda baja para guiarla a la puerta principal. Sentí la mirada de varias personas sobre nosotros pero intenté no pensar en ello o haría que Alana empezara a preocuparse.
Nos detuvimos en la puerta principal y busqué la llave en mi bolsillo para insertarla en la cerradura y girar la manija. La puerta se abrió y Alana la empujó entrando en el interior de mi casa, mis manos sudaron con nerviosismo de lo que podía ella pensar.
La casa constaba de una sola planta. La sala se encontraba a la izquierda, el comedor y la cocina a la derecha, había un pequeño pasillo que llevaba a las dos únicas habitaciones, la mía y la de mi padre. La mayoría de nuestras cosas se encontraban en cajas y había un viejo sofá para sentarse enfrente del gran televisor de pantalla plasma.
─Vamos, por acá está mi habitación ─agarré su mano y la llevé a mi alcoba después de darle unos minutos para que asimilara todo a su alrededor.
Caminé por el pasillo y llegamos a la puerta de mi habitación, la abrí y solté el aire que estaba conteniendo al notar más cajas. Liberé la mano de Alana para dirigirme a las cajas y hacia la pared contraria para que no molestaran el paso. Mi novia ingresó en la habitación y miró las paredes desnudas, mi escritorio con algunos libros encima y mi cama sin hacer, por lo menos el armario estaba cerrado y no vería el desorden de ahí.
─No se parece a tu habitación ─murmuré rascándome la parte trasera del cuello con incomodidad.
─Está no se siente como una habitación ─susurró sentándose en la cama.
─No he pasado mucho tiempo aquí como para ordenarla ─me encogí de hombros.
─Ven, siéntate ─dio palmaditas al lugar vacío a su lado.
Dejé caer mis hombros y me acerqué lentamente a ella para sentarme a su lado. Mi chica se acostó de lado e imité su posición, alcé mi mano para pasar mis dedos por el contorno de su rostro mientras ella hacía lo mismo conmigo. Nos quedamos viendo fijamente y me percaté como las manchitas rojas empezaban a brillar haciendo que el iris se viera más roja que verde azulada.
─¿Por qué se divorciaron tus padres? ─susurró como si no quisiera romper la burbuja donde nos encontrábamos.
Resoplé con dolor pues era un tema que no me gustaba hablarlo con nadie porque todavía dolía hablar de ello. Cerré mis ojos y me trasladé a los últimos días del matrimonio de mis padres, discusiones y gritos que terminaban cuando la policía aparecía en la puerta de la casa. El toqué de Alana en el puente de mi nariz hizo que volviera al presente y abriera mis ojos, algo tuvo que ver en mi mirada porque agachó su cabeza apenada.
─Si no me lo quieres decir no hay problema.
─Quiero que sepas todo de mí, Alana ─agarré su barbilla para que me viera.
─¿Seguro?
─Sí. Realmente no sabía el motivo de su divorcio hasta que nos mudamos aquí.
─¿Eso por qué? ─frunció el ceño y llevé mi pulgar a esa zona para alisarlo.
─Porque a ellos les encantaba mantenerme en la oscuridad ─murmuré.
─Igual que mi familia ─masculló.
─No, nena ─la miré a los ojos─. Tu familia quería protegerte, la mía solo quería que yo nunca supiera la verdad.
─¿Qué paso, Eliot? ─acunó mi mejilla.
─Mi madre sufrió de cáncer de mama, fue diagnosticada en las primeras etapas y le fue fácil combatirlo. Después de recuperarse milagrosamente, apenas le habían dicho que estaba enferma dos meses antes, ella decidió que quería el divorcio y mi padre le dio su libertad a cambio de mi custodio.
─Oh, cariño ─murmuró Alana besando mi frente.
─Cuando nos mudamos me enteré que ellos se habían casado solo porque venía en camino, habían terminado su relación cuando mi madre se enteró que estaba embarazada. Mi abuelo obligó a mi padre a casarse y hacerse responsable de mí. Ellos se amaron, de eso estoy muy seguro, pero ese amor no era lo suficientemente fuerte para que estuvieran toda una vida juntos.
─Eliot ─su voz se quebró.
La atraje hacia mí y enterré mi cabeza en su cuello, acarició mi cabello mientras murmuraba palabras dulces en mi oído. Cerré los ojos y dejé que todo el dolor que guardaba saliera en pequeñas lágrimas. Nunca antes había llorado sobre la situación de mis padres. Inhalé y exhalé intentando calmarme, en ese momento me di cuenta de que en la posición que estábamos no era la mejor para Alana, así que la acomodé sobre su espalda para yo estar encima de ella y poder abrazarla con fuerza. Ella suspiró y siguió consolándome acariciando mi espalda mientras limpiaba la humedad de mi rostro. Alana era mi soporte y sabía que ella nunca me lastimaría.
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Editado: 15.05.2021