Amor Mágico

Epílogo

Cinco años después

Escuché ruidos provenientes de la cocina y abrí mis ojos estirando mis brazos sobre mi cabeza teniendo cuidado de no golpear la cabecera. Me incorporé a una posición sentada y resoplé alejando mi cabello del rostro, me encontraba sola en la cama de nuevo. No sabía si estar feliz porque él estaba haciendo algo productivo, aunque no tenía idea de que, o enojarme porque me dejaba sola y no podía despertarlo como quería hacerlo. Aparté las cobijas de mi cuerpo y me levanté de la cama de un salto, hice un movimiento con la mano para que la camisa de Eliot, que estaba en el suelo, apareciera en mi mano para colocármela tapando mi desnudez y salir de la habitación.

Arrastré mis pies por el piso de madera mientras sacaba el sueño de mis ojos. La noche anterior habíamos pasado más tiempo despiertos que durmiendo y hoy teníamos un largo día por delante. El olor a tocino hizo que me detuviera de golpe y dejara caer mis manos al ver a Eliot sin camisa y descalzó en nuestra cocina preparando el desayuno para ambos. Solté un pequeño suspiro enamorada, después de tanto tiempo él todavía me sorprendía con sus pequeños detalles, principalmente en la cocina ya que yo era pésima hasta para hervir agua. Por lo menos, los brebajes me salían correctamente.

Caminé hacia él y abracé su cintura desde atrás, planteé muchos besos en su omóplato haciendo que soltara una carcajada. Su cuerpo se sacudió y yo con él. Podía haber pasado cinco años desde que nos conocíamos pero aún sentía la electricidad pasar entre nosotros.

 ─No puedo cocinar si estás pegada a mí, nena ─dijo riendo.

 ─Tendrás que aprender a hacerlo ─mordí su hombro.

 ─Nada de mordidas ─gruñó.

 ─Eso no es divertido ─refunfuñé.

Eliot se dio vuelta en sus talones con espátula en mano y me mordí el labio inferior al verlo. «Brujas del más allá, mi novio era un adonis». Eliot había trabajado su cuerpo en su tiempo libre y ahora tenía músculos en los lugares correctos. Él se acercó a mí dejando caer el utensilio al piso para agarrar mi cadera y alzarme por el aire para sentarme sobre la barra del desayuno. Sonreí enredando mis brazos en su cuello, él acarició la piel de mis muslos mientras arrastraba lentamente sus manos. Intenté no reír al ver sus dos cejas levantadas cuando sus manos llegaron a mi cintura pues no estaba llevando nada debajo de su camisa.

 ─Alana ─gimió.

 ─¿Qué? ─pregunté inocentemente.

 ─Eres un peligro para mi salud, nena. ─Se inclinó para besar mi nariz─. Siéntate que ya mismo estará el desayuno.

 ─Siendo un peligro y todo me amas.

 ─Te amo ─colocó un casto beso sobre mis labios antes de bajarme de la barra.

Caminé hacia una de las sillas altas para poder sentarme y observar como Eliot se movía por la cocina preparando nuestro desayuno. En algún momento, una taza de café fue puesta frente a mí y Eliot me guiñó un ojo, me sonrojé de pies a cabeza porque él sabía que me lo estaba comiendo con la mirada. Agarré la taza y soplé el líquido negro antes de beberlo, giré mi cabeza para mirar a través de la ventana el paisaje que Suiza nos brindaba esa mañana. Era una hermosa ciudad para vivir aunque sea por un corto tiempo.

Después de obtener nuestro título de la secundaria, el consejo apareció con una propuesta mucho más interesante que la anterior. Ellos habían estado chequeándonos cada cierto tiempo para ver nuestro avance. Los del consejo se habían sorprendido de ver la evolución de Eliot con la magia, era como si fuera nato en él, y podía hacer hechizos sin mayor esfuerzo.

Después de ver a Eliot, el consejo decidió que querían que ambos viajáramos por el mundo para que yo aprendiera a manejar los diferentes tipos de magia. Eliot y yo no lo pensamos dos veces y aceptamos emocionados, por fin íbamos a salir de ese pueblo olvidado por Dios. Ahora éramos como embajadores de magia. Cada dos años o cuando nos informaran, teníamos que agarrar nuestras cosas y volar a un nuevo país.

Mi madre y mi abuela no estuvieron muy felices con la noticia, pero entendieron que era lo que teníamos que hacer. Mi sueño era recorrer el mundo y ahora se me estaba dando la oportunidad de hacerlo con un sueldo ya que los del consejo nos daban una cantidad de dinero mensual para nuestros gastos.

 ─¿Quién iba a decir que un doctor pudiera cocinar tan bien? ─pregunté tomando un sorbo de café.

 ─Un médico que tuvo que aprender todo en tiempo récord ─dijo Eliot colocando un plato con tocino y huevos revueltos frente a mí─, y más aún cuando su novia no sabe calentar ni agua.

 ─Ja, ja, ja ─dije secamente.

 ─Es la verdad, nena ─sonrió─. Si nuestras vidas dependieran de tu cocina estuviéramos muertos y sepultados.

 ─Malo ─le saqué la lengua─. Mi cocina no es tan mala.

 ─Nena, nos dio intoxicación la primera vez que cocinaste ─soltó una carcajada.

 ─Oh, me había olvidado de eso.

La primera vez que había intentado hacer una cena romántica para Eliot, había terminado mezclando los ingredientes de manera incorrecta y dándonos una intoxicación severa. Desde ese momento pactamos que yo no me acercaría a la cocina ya que ese era su territorio. Él lo hacía mucho mejor que yo.




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