─Deja de caminar de un lado al otro ─dijo Cala mirando sus uñas─, vas a hacer un hoyo en el piso.
─Lo siento ─susurré quedándome quieto.
─¿Qué sucede, mitad alma? ─preguntó.
Ese era uno de los tantos apodos que me había puesto en el corto tiempo que la conocía, de alguna rara manera me estaba acostumbrando a ellos. Rodé mis ojos y acomodé los gemelos de mi camisa.
─No sucede nada.
─Estás nervioso ─ladeó su cabeza─. Ella no te va a dejar plantado, ¿sabes?
─Gracias por decírmelo ─mascullé.
─De nada ─rio─. Si yo fuera tú me trataría mejor. Sé lo que sucede cada noche detrás de la puerta ─me guiñó un ojo.
Me congelé en mi sitio mientras ella giraba para dirigirse a la cocina silbando una vieja canción de amor como si no me hubiera dejado consternado con su declaración. Cada noche, desde hace una semana, me colaba en la habitación de Alana para dormir junto a ella después de besarnos por un rato. Me había tomado más tiempo del que esperaba aprender aparecer y desaparecer donde quisiera y cuando quisiera. Ahora era todo un experto.
Estaba sorprendido de que Cala dejara caer esa pequeña información sobre mí, no sabía cómo lo hacía pero siempre tenía un ojo sobre Alana, la cuidaba como un halcón. Alana rodaba sus ojos cada vez que su tía se metía en su cabeza, era como tener a un pájaro carpintero taladrando en su mente, sus palabras no las mías. Cala siempre se encogía de hombros cuando su sobrina le reclamaba por estar invadiendo su privacidad.
─¿Cuándo vuelves a tu casa? ─pregunté.
─¿Ya quieres deshacerte de mí, medio mago? ─me encaró enarcando una ceja.
─Solo preguntaba ─me encogí de hombros.
─Está es mi casa, Eliot ─sonreí porque dijo mi nombre─. Me gusta estar aquí.
─¿No tienes otro lugar dónde estar?
─Sí, pero quiero estar aquí ─suspiró─. Cuando Alana nació sentí que había encontrado el motor para vivir, ella es la razón por la que realmente acepté mi magia y me convertí en lo que soy.
Abrí mi boca para indagar más al respeto, pero pasos en el pasillo superior y en la cima de las escaleras me hicieron desviar mi mirada de Cala a la hermosa mujer que me miraba expectante desde ahí. Sonreí y Alana me devolvió la sonrisa, llevaba un vestido rojo que se moldeaba a su torso y la falda fluía libremente por sus piernas. Sabía que mi chica elegiría algo que fuera con sus gustos y por lo visto el tul era uno de ellos.
─Te ves hermosa ─dije besando su mejilla cuando llegó a mi lado.
─Gracias, tú tampoco estás mal.
─¿Lista para irnos? ─pregunté agarrando su mano y colocándola en el hueco de mi codo.
─Sí ─murmuró.
─Primero quiero fotos ─dijo Coral corriendo hacia nosotros.
Alana puso los ojos en blanco y mordí el interior de mi mejilla para no reír por la actitud de mi chica y la de su tía. Aunque Alana quisiera negarlo, tenía un poco de su tía en ella. Después de varias fotos en diferentes poses, nos dejaron ir con la promesa de que traería a Alana a la medianoche y juramos no utilizar magia. Agatha nos mataría si olía magia en nosotros.
Besé la mejilla de Alana antes de encaminarla a mi vehículo e ir a la secundaria, esperaba que todo saliera bien.
Llegamos al gimnasio de la escuela y me quedé sorprendido con la decoración que estuvo a cargo de Becky y del comité de baile, ellos habían hecho un gran trabajo. Giré mi cabeza para ver a Alana, ella se encontraba embelesada mirando todo a su alrededor, apreté su mano y me miró sonriendo.
─¿Quieres ponche? ─pregunté.
─No. ─Sacudió su cabeza.
─Entonces ─murmuré y me incliné hacie ella─, ¿quieres bailar?
─No soy muy buena ─respondió y se encogió de hombros─, pero puedo intentarlo.
Asentí y coloqué mi mano en su espalda baja para encaminarla a la pista de baile. Ubiqué una mano en su cadera mientras que agarraba la mano de Alana entre la mía mientras ella ubicaba su mano libre en mi hombro. Sonreí dando un paso adelante y ella hacia atrás, bailamos lentamente siguiendo el ritmo de la música hasta que el DJ colocó algo más movido y Alana sacudió su cabeza.
─Me gustaría sentarme ─murmuró en mi oído.
─Vamos.
Nos dirigimos a la mesa más lejana del resto y tomamos asiento. Alana movía sus manos con nerviosismo, enarqué una ceja sin entender que sucedía y agarré sus manos para que las detuviera. Ella giró la cabeza hacia mí, se estaban mordiendo el labio inferior con inquietud.
─¿Qué sucede? ─pregunté.
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Editado: 15.05.2021