Gastón era inmensamente felíz junto a su familia con quien compartía todo su tiempo. Marina le había enseñado casi todo el océano y sus secretos.
También se lo enseñó a su hijo, el pequeño Shura quien iba creciendo junto a sus padres siendo alguien muy felíz.
Apoyada en las profundidades del océano, entre las algas marinas mirando a su pareja con amor intenso.
Gastón acariciaba aquel hermoso cuerpo rosado, ella cerró sus ojos para sentir mejor aquellas caricias que iban exitándola.
Gastón besaba su cuello mientras amasaba sus senos. Sus labios llegaron a los de ella para depositar un sensual y erótico beso sin soltar sus senos blancos y suaves.
Marina envolvía a su amado con sus brazos sujetándolo y presionándolo contra ella.
Las manos de Gastón siguieron recorriendo aquel deseable cuerpo, hasta detenerse en las rosadas nalgas de ella. Las masajeaba mientras la presionaba contra su miembro que había empezado a endurecerse.
Cuando se alejaron un poco para respirar se miraron a los ojos con intenso amor. Marina sentía placer intenso mientras acariciaba aquel viril cuerpo masculino.
Gastón prosiguió besandola en su delicado cuello, Marina cerró los ojos sintiendo sus besos amorosos. Sus colas de pez se entrelazaron, y las algas marinas los ocultaron ante los curiosos ojos de quienes puedan pasar por allí.
Shura, en tanto, recorría los alrededores del lugar jugando con los hipocampos que en esa zona abundaban.
El pequeño tritón había unido sus manos para que tres hipocampos posen en ellas. Shura los acariciaba con extrema suavidad. El tritón sentía fascinación por esa especie.
Luego nadaba junto con ellos quienes lo rodeaban formando un arco de colores. El hipocampo más grande era del tamaño de su dedo gordo. Ésto le causaba ternura a Shura.
Pero en un determinado momento sintió la voz de su padre llamandolo. El pequeño tritón se despidió de sus amigos, y regresó junto a sus padres.
Marina lo sujetó entre sus brazos felíz. Ella no tenía ninguna dificultad para colocarlo entre sus brazos, él la rodeó entre sus pequeños brazos mientras se besaban.
Las alegres carcajadas del tritón resonaban en el océano. Gastón permanecía sentado sobre una roca mirandolos a ambos con una sonrisa en sus labios.
Marina estaba embarazada de tres meses, eso los tenía más que felices a los tres. En esos momentos ella podía sentir a sus bebes, porque eran gemelos, moverse en su interior felices.
Marina era una mamá muy posesiva y celosa, por tal razón no permitía que Shura ande lejos de ella nunca. Salvo cuando estaba en la intimidad con su marido Gastón.
Prácticamente tenía a su hijito Shura entre sus brazos quien en esos momentos tenía tres años. Gastón se les acercó y los abrazó a ambos con amor.
Él, como padre, también era muy celoso. Por tal razón a Shura no le estaba permitido nadar más allá que unos cuántos centímetros del lado de sus padres.
Cuando Sakura soltó a Shura para buscar los alimentos para los tres, Gastón sujetó a su hijo entre sus brazos.
El pequeño disfrutaba de ese amor de sus padres pero había veces en las cuales desearía poder pasar más tiempo en libertad en vez de estar en brazos de sus padres.
Cuando se cansaba empezaba a hacer berrinches intentando hacerse soltar. Solo lo hacía estando en los brazos de su madre, porque sabía que no debía protestar jamás con su padre.
Gastón acariciaba a su pequeño con intenso amor mientras lo sujetaba entre sus brazos. Dios cuánto lo quería, al punto de negarse a soltarlo.
Ese día Shura había soportado más de lo que le era posible, y por primera vez le pidió a su padre que lo suelte.
— Quiero seguir jugando con mis amigos, los hipocampos padre.
— No puedes hacer eso Shura — fue la rotunda respuesta de Gastón.
—Pero padre...
— Estás con nosotros ahora
— Por favor
— No se hable más hijo — fue la cortante respuesta de su padre quien inmediatamente lo besó en las pálidas mejillas con gran cariño.
En verdad Marina y Gastón eran en extremo posesivos con su hijo, y con los que estaban en camino lo serían mucho más.
Shura estaba desesperado por la llegada de sus hermanitos, así respiraría libertad al fin. Al menos eso creía él.
Llegada la hora de la cena Marina sujetó a su hijo a quien le daba la comida con una preparación especial.
Los tres si bien eran homnívoros, preferían las algas y plantas a la comida viva de los carnívoros. Luego de llenarse Shura sintió el cansancio recorrer su cuerpo.
Su madre lo llevó al sector seguro, construído por Gastón para acostarlo. Permaneció a su lado hasta asegurarse que estaba profundamente dormido. Ella siempre usaba su poder hipnótico de sirena para relajarlo y hacerlo dormir de forma intensa.
Cuando salíó del lugar, Gastón la esperaba con una alegre sonrisa en su rostro. Ambos se abrazaron con amor y se fueron a su propio rincón para seguir juntos y descansar también.
Gastón colocó sus manos en el vientre de su amada sintiendo a sus bebés moverse alegres.
— Veo que no quieren dormirse mi amor — le dijo a ella.
— Para nada, están muy movedizos pero yo estoy cansada.
— Vamos a descansar entonces. Son nuestros bebés y por los tanto somos nosotros quienes decimos por ellos hasta que puedan tomar sus propias decisiones.
— Estoy totalmente de acuerdo contigo amor — Dijo Marina y luego miró su vientre acariciandolo — Escucharon ¿cierto? En ese caso a dormir sí o sí.
Los bebés se movieron más aún pero sus padres se supieron hacer oír y obedecer. Gastón y Marina se abrazaron con ternura, entrelazaron sus colas de pez y rápidamente se durmieron.
Así llegó el momento del nacimiento. Eran una sirenita y un tritoncito. Ambos tenían escamas rojas de su padre, pero el tritoncito era idéntico a Gastón.
Sus ojos celestes, sus cabellos rosas como su mamá. La sirenita, en cambio, se parecía a su madre, sus cabellos rosados y sus ojos verdes. Ambos eran blancos pálidos. Shura sujetó en sus brazos a su hermanita mientras que Gastón sujetaba al tritoncito.