Amor Mentalista

12

Ahora que el camino estaba relativamente despejado, decidí buscar a Sabiduría para que me ayudara con el paquete y sacarle toda la información que pudiera. Me fui a mi habitación esperando que Felipe no estuviera ahí. Abrí la puerta y me asomé, no había nadie, todo estaba en silencio. Entré muy seguro de mí mismo, me quité la chaqueta y puse el paquete sobre mi cama.

–Sabiduría ¿dónde estás? –Dije en voz alta–tengo algo que contarte. Necesito tu ayuda.

Nada, sólo silencio. Genial, tal parece que Sabiduría no aparece cuando la necesito. Pero no quise darme por vencido. Me quité la pulsera de cuero que Daniel me había dado y tomé la canon-pulsera que estaba en mi mano. Quizá si utilizaba el canon, Sabiduría podría llegar a mostrarse.

–Muéstrame–le pedí al canon.

De nuevo el pez comenzó a brillar y cientos de imágenes holograma se proyectaron por todos lados. Esta vez elegí una imagen al azar. De nuevo sentí ese tirón en el estómago y vi cómo todo a mi alrededor se desvanecía para dar lugar a un nuevo escenario. En esta ocasión, mis pies se posaron sobre un terreno desigual, había niebla por todos lados, no podía ver muy bien en dónde me encontraba.

– ¿Qué rayos pasó? –dijo una asustada voz.

Me quedé helado al escuchar esa voz, no porque estuviera asustado de la visión o algo parecido, no, reconocía muy bien esa voz, y sabía a la perfección que no tenía nada que ver con la visión, por lo tanto no debía estar ahí conmigo.

Me giré lentamente, suplicando que me hubiera equivocado, que él no estuviera ahí, pero no, mis ojos encontraron a Daniel, postrado en el piso, mirando a todos lados sin saber qué hacer o qué decir. Sus ojos se cristalizaron de terror cuando me miró, ya sabía que yo era el culpable de todo esto.

– ¿Q-q-q qué carajos? ¿Dónde…? ¿Cómo…? ¿Qué hiciste Esteban?

– ¡Diablos, Daniel! –Exclamé también aturdido– ¿qué haces aquí?

– ¡Yo que sé! Estaba en la habitación, buscando mi lápiz que se me había caído debajo de la cama. Te escuché hablar y luego… no sé, todas esas imágenes, esos sonidos ¿qué hiciste? ¿Dónde estoy?

Quise arrojarme de un precipicio en ese instante. Qué tonto había sido al no comprobar bien que la habitación estuviera vacía, ahora mi secreto ya no era tan secreto y tenía que lidiar con un nerd asustado.

–Daniel, escúchame–le dije poniéndome de cuclillas frente a él–. Tienes que calmarte, y prometerme que no dirás nada a nadie ¿me entiendes?

Daniel estaba más preocupado mirando a su alrededor y tratando de descubrir dónde estaba, que no prestaba atención a lo que yo le decía. Se levantó tambaleante y comenzó a buscar una salida.

–Tengo que volver–decía–, tengo que llegar a tiempo para mi siguiente clase ¿dónde estoy? ¿Cómo regreso?

–Daniel–lo llamaba, pero era inútil, él solo caminaba en círculos diciendo cosas sin sentido– ¡Daniel! –grité.

Sus vidriosos ojos se fijaron en mí. Me acerqué a él y lo tomé por los hombros, necesitaba que estuviera tranquilo antes de poder lidiar con él.

–Daniel, todo está bien–dije despacio–. Esto no es real–sí, necesitaba mentirle y así calmarlo–. Haremos que termine, pero necesito que no hagas ninguna tontería y que no llames la atención ¿de acuerdo?

Lentamente, Daniel asintió y se relajó un poco. Ya no estaba muy seguro de si estaba asustado por la situación o si en realidad me temía a mí.

–Muy bien.

Fue en ese momento que caí en la cuenta que en realidad no sabía cómo se había terminado la visión la vez pasada, por lo tanto, no tenía idea de cómo terminarla en esta ocasión. Pero tenía que averiguarlo pronto, Daniel no mantendría la calma mucho tiempo.

Miré hacia mi mano, el canon seguía ahí, se me ocurrió que podría intentar lo más fácil y obvio primero, pedirle que terminara por hoy.

–Eso es todo–dije tratando de sonar seguro–, termina con esto.

Con gran alivio comprobé que el canon hacía lo que le había pedido. Sentí de nuevo el tirón en el estómago y claro que Daniel también lo sintió. Escuché sus gritos muy cerca de mí, ojalá dejara de gritar en cuanto regresáramos.

– ¡No puede ser! –Gemía– ¡no puede ser! Esto solo pasa en las películas. No es real, no es real.

Dejé que sacara un poco de su frustración mientras iba a comprobar que no hubiera nadie en los pasillos fuera de la habitación. A esas horas, la mayoría de los estudiantes están ocupados en sus clases, así que por lo menos, el pasillo estaba vacío, pero aún no me explicaba que hacía Daniel en la habitación cuando debía estar en clase. Cerré la puerta con llave y regresé con él. Estaba sentado al borde de su cama y sujetaba su cabeza con firmeza.

–No, no, no–susurraba.

No encontraba las palabras correctas para decirle. Era capaz de imaginarme lo que estaba sintiendo. Vives en un mundo lógico toda tu vida y de repente nada es como creías.

Simplemente me senté a su lado por un largo rato, en silencio. Él tenía que resolverlo primero dentro de su cabeza. Poco a poco dejó de temblar y de susurrar.

– ¿Qué… qué fue lo que pasó? –preguntó sin levantar su cabeza.




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