Amor Mentalista

20

Intenté juntar los pedazos, pero ¿a quién engañaba? El canon no tenía reparación por donde sea que se le mirase. Tomé todas las partes y las guardé solemnemente en mi bolsillo y luego me senté en el suelo a meditar. Lo mejor que podía hacer era buscar a Abigaíl y tratar de escapar de ese lugar, después de eso, no había nada más que hacer.

Aún era de madrugada cuando comencé a buscar a Abigaíl, lo que significaba que podía contar con un par de horas para encontrarla sin que los guardias lo notaran.

La llave que Elyon me había proporcionado, era capaz de abrir todas las puertas y ya que estaba seguro que Abi se encontraba en alguna de las celdas cercanas a la mía, no tuve problemas en encontrarla, sin embargo, nada me preparó para lo que vi. Al abrir la celda número 30 me encontré con una increíble cantidad de instrumentos de tortura. Algunos se veían muy medievales mientras que otros parecían depender de una sofisticada tecnología. Abigaíl yacía inconsciente sobre una camilla, estaba acostada boca abajo y atada de pies y manos. Las marcas de la tortura estaban por todo su cuerpo. Tenía señales de haber sido electrocutada, golpeada, lacerada y muchas cosas más. Corrí hacia ella con desesperación. Su cara estaba hinchada y sus ojos de un color morado, casi negro. Aunque hubiera estado consciente, no habría podido abrir los ojos. Puse una mano en su espalda y la sacudí levemente.

 —Abi, Abi, Abi—llamé mientras el miedo subía por todo mi cuerpo y se apoderaba de mí—Oh, Dios, ¿qué hice? ¿Cómo fui a dejarte sola? Abi, Abi, por favor, despierta. Lo siento tanto.

Un fugaz recuerdo cruzó mi mente. Había escuchado que si pasabas un algodón húmedo de alcohol por la nariz de alguien que ha sufrido un desmayo, era posible hacerlo volver en sí. Comencé a revisar bandejas y cajones por todos lados, entre tanto instrumento de tortura, estaba seguro que habría alcohol, pues si usabas mal tu imaginación, eso podría usarse como otro elemento más de tortura.

—¡Sí! —exclamé. Uno de los cajones contenía una enorme cantidad de agujas, gasas, algodón y, sí, alcohol.

Corrí de vuelta a donde Abi y froté el algodón. Fueron los minutos más angustiantes de mi vida, ella no daba ninguna señal de vida, sin embargo, un momento después, ella emitió un leve quejido y su respiración se hizo más evidente. No pude contener las lágrimas.

—Este… Este-ban—Susurró—¿Por qué?

—Abi, Abi, lo siento tanto, fui un cobarde, por favor perdóname.

Ella también comenzó a llorar, sin embargo, para ella estaba resultando peligroso, sus pulmones eran débiles y llorar de esa manera le ocasionaba dificultades para respirar.

—Tranquila, tranquila, todo estará bien. Ya estoy aquí, esta vez no te dejaré sola, lo prometo.

Su respiración se normalizó un poco.

—Descansa, no me iré a ningún lado.

Lentamente fue quedándose dormida, quizá por lo débil que estaba o quizá porque de algún modo mis palabras la reconfortaron un poco, como haya sido, pero al menos me alegraba el haberla encontrado con vida. Ahora tenía que pensar en un plan para sacarnos a los dos, lo cual era en extremo difícil, ella estaba muy débil, no soportaría ni siquiera que la levantara de la camilla. Primero que nada, tenía que asegurarme que recibiera atención médica, en su condición, podría pescar una infección en cualquier momento o algo peor. Nuestro futuro no era nada alentador, pero esta vez no me sentía capaz de abandonarla y no lo haría.

Comencé a tratar sus heridas empapando más algodón con alcohol, Abi se removía y se quejaba cuando la tocaba, pero continuó dormida. Después que hube limpiado sus heridas, las cubrí con las gasas que había en el cajón. Busqué por algún tipo de analgésico, pero no encontré ninguno. Me quedé sentado a su lado, sosteniendo su mano.

Cerca del alba, los pasos de los guardias y demás trabajadores comenzaron a escucharse. Me oculté tras la puerta para tratar de pasar inadvertido. Dos voces se oían discutir mientras se acercaban, hablaban algo acerca de un juego o algo así.

—¿No me digas que apostaste todo? —decía uno.

—Bueno, casi todo. Nunca me imaginé que Vázquez pudiera anotar en el último momento.

—¿Qué esperabas? Es su más reciente adquisición, el chico es bueno, no me sorprendería que todos los equipos peleen por él el siguiente año.

—Como sea, ese idiota me hizo perder cinco grandes.

—El idiota eres tú.

Mi corazón comenzó a latir fuerte cuando escuché la llave entrar en la cerradura de la puerta, me había armado con un taster pero no estaba muy seguro de poder con ambos guardias.

La puerta me ocultó de su vista cuando entraron, ambos eran más corpulentos y fuertes que yo, tendría que ser muy rápido si quería derribar a ambos.

—Me recuperaré en la siguiente—continuó hablando el guardia.

Los dos caminaron directo a Abi y por supuesto notaron que algo no estaba como lo habían dejado la noche anterior.

—Espera—dijo el primer guardia—, nadie nos dio órdenes de curarla ¿Por qué tiene todas esas gasas encima?

Entendí que esa era mi señal, salté hacia adelante y ataqué al segundo guardia. El taster era realmente poderoso, el guardia se contorsionó de maneras que no creí posibles y cayó con todo su peso al suelo, pero para entonces el primer guardia estaba reaccionando y ya había sacado su macana con la que intentaba golpearme. Esquivé los primeros golpes, pero el cuarto logró darme en el antebrazo, sentí que por poco me quebraba todo el hueso. Retrocedí hasta una de las mesas y a tientas agarré el primer artículo que encontré y se lo lancé a la cara, era una especie de tubo con espinas de hierro, y aunque no le hizo un daño considerable, al menos lo hirió lo suficiente para quitar su atención de mí por unos segundos. Lo embestí con toda la fuerza que me quedaba y una vez que estuvo en el suelo, corrí por el taster y lo toqué en la mano que estiraba hacia mí. El guardia quedó inconsciente, probablemente me había sobrepasado un poco, pero tampoco me quedé a comprobarlo.




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