Amor Mentalista

4

Ya por la tarde, después de haber paseado por todo el campus y de haber concretado varios pedidos de “Guerra sin fin”, Felipe y yo estábamos más optimistas en cuanto a nuestros horarios se refería. Mi amigo incluso sonreía mientras caminábamos hacia nuestra clase de Matemáticas Universitarias. Nos habíamos dado cuenta que después de todo, no era tan pesado el horario que habíamos elegido, quizá hasta fuera más beneficioso ya que nosotros estábamos libres cuando la mayoría de los estudiantes estaba en clases, lo que suponía una menor vigilancia en nosotros y nuestros “negocios”, eso fue lo que nos ayudó a concretar tantos pedidos en un día.

Nuestro profesor de Matemáticas, era un hombre mayor, de unos sesenta años. Tenía un lento andar y parecía que le costaba trabajo cargar su maletín, una alumna se percató de ello y se ofreció a ayudarlo. Algunos soltaron una risita burlona cuando la vieron hacerlo. Si yo hubiera sido ella, me habría dado vergüenza ser tan lame botas, pero a ella pareció no importarle, aunque las risas burlonas iban en aumento. El profesor pidió silencio y la chica volvió a sentarse, se acomodó su pelo de manera arrogante, como para acentuar lo poco que le importaba que los demás se rieran de ella. Fue entonces que la reconocí, era Abigaíl, la misma que me había chocado y que luego se había enojado conmigo. Me hubiera sumado a las risas burlonas si no fuera porque poco a poco iban cesando, en obediencia a las órdenes del profesor. Me giré hacia el pizarrón y evité verla por el resto de la clase, me parecía una chica bastante pesada, nunca antes en mi vida alguien me había caído tan mal y en tan poco tiempo, esta chica estaba rompiendo un nuevo record en mi vida.

Después de Matemáticas Universitarias nuestra siguiente materia fue Inglés I, y luego Algoritmos y Programación. Ésa última fue mi favorita. Cuando caminábamos de regreso a nuestro dormitorio ya había oscurecido, y extrañamente había más movimiento en los jardines y centros sociales de la universidad que en la mañana. Antes de llegar al dormitorio pasé a la cafetería a comprar algo para cenar, pues mi amigo Felipe una vez más se negó a dejarse ver por la chica que trabajaba ahí.

–Debo admitir–comentó Felipe– que creí que este horario sería un desastre, pero no sé, creo que me agrada. Por lo menos mañana nuestra primera clase es a las diez, creo que podré dormir un rato más.

–Ajá–respondí–. ¿Crees que Daniel ya esté dormido?

–Pues, apenas son las diez y cuarto–dijo mirando su reloj–, no sé, es probable.

–Tenemos mucho trabajo que hacer–apunté–, muchísimos pedidos que no hemos hecho. Necesitamos comenzar a trabajar lo más pronto posible.

–Oh, no–se quejó mi amigo–. Espero que no estés pensando que trabajemos esta noche, apenas si dormí la vez pasada, me siento muy cansado como para desvelarme otra vez. Dejémoslo para mañana.

–No, debe ser hoy.                     

–Ah, eres un pesado. No podré poner atención, te lo juro. Con sueño no puedo pensar.

–Creo que raramente puedes–comenté divertido, Felipe me miró tratando de averiguar qué tan en serio había dicho aquello–. Mira, si quieres, por esta noche yo me hago cargo, pero para la siguiente tú tendrás que desvelarte ¿de acuerdo?

Una radiante sonrisa se extendió por la cara de Felipe y me abrazó con tal fuerza que me levantó del suelo.

– ¡Gracias, compadre! –Dijo apretándome– ¡Qué buen amigo eres!

–Sí, claro–dije con sarcasmo cuando me puso en el suelo otra vez.

Comimos nuestra cena en la fuente que estaba frente a nuestro edificio. Había tanta jovialidad allí afuera que no quisimos perdérnosla cenando dentro, algunos de nuestros compañeros de clase se acercaron a nosotros, también para comer sus propias cenas. Había un chico alto y moreno de complexión atlética que dijo llamarse Misael.

– ¿Qué tal el primer día? –preguntó Misael.

–Bien, supongo–respondí–, imagino que los primero días siempre son fáciles, nunca encargan mucha tarea ni se ponen exigentes.

–Sí, eso creo–dijo en un suspiro Misael–. Ojalá fueran así todo el año.

–Bah–bufó Caleb, un chico de piel clara y cabello negro–, he pasado por cinco licenciaturas y de ninguna puedo decir que el primer día no fuera una falsa ilusión. Todas parecen fáciles al principio, pero déjalos tomar un poco de confianza y encargan tarea al por mayor.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.