Le rogué, le suplique, le di opciones para que pudiéramos seguir y yo ayudarlo.
Pero nada funciono.
Él me dijo que era lo mejor para mi sino me iban a llegar demasiada mierda por su culpa.
Llore.
Él me dio un casto beso y se fue.
Caí de rodillas en mi alfombra, llorando, doliéndome el pecho de tantas cosas, tomándome la cara entre mis manos.
Con el corazón roto y el alma muerta.
El hoyo en mi pecho creció, el mar se hizo más profundo y las rocas que llevaba parecía que pesaban mucho más que antes.
Sentí como mi alma otra vez se fue y volvió de golpe.
Desde ese día me sentí demasiado vacía, aun así no me rendí, tenía que ayudarlo, lo iba a ayudar.
Así que fui a su casa un día, no me abrió.
Intente demasiadas veces.
No paso nada.
Decidí pasar por una ventana que estaba entre abierta.
Y lo encontré ahí: Inspirando un polvo blanco que estaba en la mesita.
Me quede helada sin saber que hacer o decir.
Él después de eso se tiro hacia atrás y cerró los ojos.
Me acerque lentamente y él de repente dijo: Se que estas ahí, por favor no insistas, no debes estar conmigo.
Le conteste: Perdón, tengo demasiado miedo, no quiero vivir sola nunca más.
Sé que sonó atrevido, pero era parte de mi plan para poder cuidarlo.
Él me invito a sentar, hablamos un buen rato pero él no me miro y llegamos a un acuerdo.
Yo iba a vivir con él.
Y puede que la haya embarrado más.
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Editado: 01.12.2020