CAPÍTULO 1
A lo largo de mi vida, solo he amado a un hombre: Alessandro D'Angelo. Me robó el aliento desde la primera vez que lo vi. Es el mejor amigo de mi hermano; ellos siempre fueron muy unidos y crecieron juntos. Desarrollé este sentimiento desde que era una niña. Al principio, siempre estaba tras ellos y me aceptaban, pero todo cambió cuando fueron a la universidad. Al visitarnos en vacaciones, regresaron junto a Corinna. Ella se hizo muy amiga de ellos y me dejaron de lado. Al principio trataba de llamar su atención de alguna forma, pero cada vez que hacía algún avance, sucedía algún incidente en el que siempre ella era la protagonista y yo quedaba como la mala. Dejé de intentarlo después de que, en una de nuestras peleas, me dijeron que no me soportaban porque era una niña mimada e inmadura. Me dolió mucho su comportamiento. En ese año me habían aceptado en muchas universidades, y después de ese incidente, elegí la más lejana de mi hogar. Cuando volvía en vacaciones, siempre los evitaba, ya que siempre estaban los tres. Aun así, no perdí las esperanzas hasta que una noche recibí la noticia de que Corinna y Alessandro se habían comprometido. Eso terminó de romper todas mis ilusiones. El más feliz era mi hermano Noah, que siempre me sacaba en cara las comodidades que disfrutaba. Me hacía saber la admiración que tenía por su amiga y cómo ella se esforzó por conseguir todo, a diferencia de mí, que mis padres siempre me apoyaban.
Eso solo creó un resentimiento de mi parte hacia ellos. Hoy cumplo 27 años y mis amigos me han organizado una fiesta. Gael, Enzo y Layla son algunas de las amistades que hice en Francia, donde fui a estudiar medicina. En un principio me quise especializar en neurología, pero después de pasar una temporada con el doctor Fontana, me decidí por medicina forense.
— Rouse, ¿ya estás lista? Enzo nos está esperando.
— Ya salgo, me estoy colocando el labial — termino de arreglarme y salgo.
— Joder, mujer, estás hermosa. Espero que hoy sí te decidas por algún hombre y así pierdas tu virginidad — tenía puesto un vestido rojo escotado que me llegaba hasta por arriba de las rodillas, se amoldaba perfectamente a mi figura y me gustaba mucho. Además, llevaba unos tacones no tan altos. No estaba acostumbrada a utilizarlos, y a este conjunto lo acompañaba un juego de perlas que fue de mi abuela.
— No digas tonterías, solo voy a ir a festejar — me pongo un abrigo y veo cómo ella se coloca unos aretes de diamantes que fueron regalos de mi abuelo por su cumpleaños. Ella llevaba un vestido largo de seda con un poco de pedrería en el escote y un collar que le caía desde el cuello hasta el medio de sus pechos, parecía parte del vestido.
— ¿Y cómo me veo? — pregunto dando una vuelta.
— Estás hermosa — le dije. — Aunque creo que no le vaya a gustar a Gael.
— Ese es el plan. Ya son dos noches que me debe el imbécil ese — dijo poniéndose un labial rojo potente. — Bien, con esto es suficiente.
Tocaron la puerta y me dirigí a abrirla.
— Al parecer ya están listas — dijo Enzo entrando junto a Gael. — ¿Dónde está Layla? — preguntó.
— Ella está en… — no la vi llegando a la sala.
— Aquí estoy — dijo saliendo del baño.
— Bien, si están listas podemos irnos — dijo Gael, subiendo la mirada y guardando su celular. — Pero, ¿qué mierda? — dijo mirándonos. — No van a salir así — sentenció.
— Por Dios, Gael, ¿qué tiene de malo nuestros vestidos? — replicó mi amiga, cruzándose de brazos.
— ¿Y todavía lo preguntas, Layla? Casi se te ven las tetas y a Rouse parece que le faltaron tela para terminar su vestido. Estoy seguro de que si haces un mal movimiento, se le van a ver las bragas.
Escuché reír a Enzo.
— No voy a arriesgarme a que ningún idiota se les acerque — dijo cruzándose de brazos. — ¿No dirás nada? — le preguntó a su amigo.
— Ay, hermano, estoy seguro de que has salido con mujeres que se visten peor.
— Oye, yo estoy divina, no me compares con una de sus zorras — dijo Layla.
— Es cierto, no nos vemos vulgares.
— Olvídenlo, no van a salir así — dijo Gael.
— Vamos, Gael, no están tan mal — dijo Enzo. Lo miramos con mala cara. — Digo que se ven bien. — Ellos eran los hermanos que nunca tuve. Desde que nos conocimos, desarrollamos una fuerte amistad. A veces me pregunto si mi hermano y sus amigos sintieron la misma conexión. A pesar de todo, los comprendo un poco; yo haría lo mismo si alguien se mete con algunos de mis amigos.
Enzo me extendió su antebrazo y lo tomé, saliendo con él. Volteé un poco para ver si la otra pareja nos seguía; al parecer, Gael se había rendido.
— Si alguien se les acerca con malas intenciones, les juro que no respondo de mí.
Al llegar al club, pasamos a la sala VIP y poco a poco vamos entrando en confianza con algunas personas. No sé si es la bebida, pero tengo muchas ganas de bailar. Llevo a Layla a la pista de baile y empezamos a bailar juntas. Muchos hombres se acercan, pero los apartamos. Me divierto mucho y, cuando termina la música, me voy a la barra por una bebida.
— Feliz cumpleaños, piccolina — escucho que dicen a mis espaldas. Volteo y me encuentro con mi hermano junto a sus amigos. Los miro con sorpresa. Hoy solo quería estar tranquila; las últimas semanas han sido un tormento y lo último que quiero es que Corinna me arruine esta noche.
— ¿Yo… qué hacen aquí? — pregunto en un susurro.
— ¿No te alegra vernos? — Corinna se acerca y me abraza efusivamente. — Vinimos especialmente para felicitarte.
— Mamá nos dijo dónde te encontrabas y quisimos venir a felicitarte — me extiende un envoltorio y lo acepto dudando. — Espero que te guste, lo elegimos especialmente para ti.
— Gracias — digo.
— Bueno, te dejamos divertirte — me dice abrazándome. — Por cierto, Alessandro te manda saludos — me dice retirándose.
Los veo alejarse y se sientan en una de las mesas. Volteo y agarro mi bebida, tomándola de un sorbo.