Amor no correspondido

CAPÍTULO 5

CAPÍTULO 5

Toda esta semana he estado en la mansión junto a mis padres y mi abuelo. Ha sido un desafío mantener la calma y no delatarme, ya que los síntomas del embarazo se han hecho cada vez más presentes. Cada mañana, las náuseas me despiertan, obligándome a ser discreta para que nadie se percate de mi estado. Además, me siento más sensible, y cualquier pequeño detalle parece afectar mi ánimo.

Cada tarde, como de costumbre, tomo el té con mi abuelo bajo el árbol de lima que mi abuela plantó. Este lugar tiene un significado especial para ambos, pues era el sitio favorito de mi abuela, y siempre lo acompañamos con algún postre: pastel de naranja, tarta de limón o fresas con crema. Mi abuelo, con una sonrisa nostálgica, a menudo comenta que le recuerdo a mi abuela cuando estuvo embarazada de mi padre.

Cada vez que hace esos comentarios, un escalofrío de nervios me recorre. Su intuición parece estar a punto de descubrir mi secreto, pero hasta ahora he logrado disimular. Afortunadamente, mi madre y mi padre no han notado nada inusual; sus preocupaciones parecen centrarse en otros temas familiares.

Sin embargo, estar aquí, rodeada de la familia, también me ha dado una sensación de paz y nostalgia. Me hace pensar en cómo serán mis hijos, en lo que querré enseñarles y en el legado familiar que quiero compartir con ellos. Pero al mismo tiempo, la idea de marcharme pronto se hace cada vez más necesaria. Este ambiente me asfixia, y la presión de esconder la verdad me recuerda que necesito un espacio donde pueda enfrentar esta etapa a solas.

Ahora me encuentro en mi habitación revisando algunos informes que me mandó mi asistente. Al parecer, el nuevo doctor que contrataron no se lleva bien con él. Frustrada, me pregunto cómo manejar la situación a distancia, mientras intento mantener la concentración en el trabajo que he dejado a medias.

— Señorita — escucho que alguien toca la puerta.

— Adelante — respondo, levantándome de mi escritorio. Al abrir la puerta, una de las sirvientas entra con un aire de nerviosismo que capta mi atención.

— La señorita Layla se encuentra abajo junto a su abuelo — dice rápidamente.

Al escuchar su nombre, una oleada de emoción me inunda. No he visto a Layla en todo este tiempo; su agenda ha estado repleta debido a los cambios de turno en el hospital y el estrés de hacerse cargo de los residentes por primera vez. Su apoyo siempre ha sido un bálsamo en mi vida, y anhelo tener la oportunidad de hablar con ella.

— Gracias, puedes retirarte — le digo mientras me encamino a mi vestidor.

— Espere, señorita — me llama la sirvienta, y me detengo en seco. — La señorita Layla llegó hace una hora. Su abuelo nos pidió que no se lo mencionemos, pero ya llevan mucho tiempo en su despacho.

Mi corazón late con más fuerza al escuchar que Layla está aquí. Espero que haya podido descansar un poco a pesar de sus responsabilidades. Sin pensarlo, me apresuro hacia la puerta, emocionada por verla.

Al llegar al despacho de mi abuelo, la imagen que se presenta ante mí es reconfortante. Layla está sentada frente al escritorio de mi abuelo, que está lleno de documentos y fotografías antiguas. Mi abuelo, con su eterna sonrisa, la mira con cariño.

— ¡Rouse! — exclama Layla al verme, levantándose de su silla. Sus ojos brillan con alegría mientras se acerca para abrazarme.

— Layla, ¡te extrañaba! — le digo, aliviada de tenerla de nuevo cerca.

— Yo también te he extrañado. ¿Cómo has estado? — pregunta, observándome con atención.

— Estoy bien... solo un poco cansada — respondo, sin querer preocuparla. No quiero hablar de lo que realmente está ocurriendo en mi interior.

Mi abuelo, que ha estado escuchando, interviene: — Me alegra mucho ver que mis dos nietas sean muy cercanas. Me hubiera gustado que mi nieto se comprometiera con una mujer como tú, cariño, pero al parecer no tiene el mismo sentido común que yo.

Una risa suave escapa de mis labios mientras Layla se sonroja levemente. Su comentario me hace recordar la complejidad de mi situación, el vínculo que tengo con Noah y la preocupación que me acompaña a diario.

— Bueno, abuelo, a veces las cosas no son tan simples — responde Layla, intentando aliviar la tensión en la sala.

— Tienes razón, querida. Pero yo siempre he creído que los hombres necesitan un poco de guía en sus vidas — dice mi abuelo, sacudiendo la cabeza con humor.

— Quizás deberíamos hacer una reunión familiar para recordarle a Noah lo que se está perdiendo — bromeo, aunque el comentario tiene un trasfondo de verdad. Me gustaría que Noah conociera a una mujer que lo quiera por la persona que es, no por la billetera que tiene. Desde la primera vez que conocimos a Pia, mostró su verdadera cara, siempre buscando lo mejor sin esforzarse por conseguirlo.

A pesar de que mi hermano gana su propio dinero y tiene un buen puesto en la empresa familiar, confía mucho en nuestra familia para llevar sus cuentas. No somos avariciosos con el dinero, pero todas las cuentas de Noah llegan a manos de mi abuelo, quien cuando vio lo que gastaba al mes casi le dio un infarto. Al parecer, Pia no escatimaba en gastos: se compraba costosas joyas, comía en los mejores restaurantes, iba a fiestas y adquiría todo lo que quería, todo con el dinero de mi hermano.

Y es que, a pesar de tener una gran fortuna, mi familia no se caracteriza por ese tipo de gastos. La mayoría de las joyas que tiene mi familia son herencias de nuestros ancestros. Claro que, de vez en cuando, nos cumplimos alguno que otro capricho, pero solo es eso: caprichos. No como Pia, que parece haber llegado a la vida de Noah únicamente para gastar una fortuna que no le corresponde.

— A veces me pregunto si Noah se da cuenta de lo que realmente está perdiendo — digo, sintiendo un nudo en el estómago. — No quiero que se deje llevar por las apariencias y olvide lo que es importante.



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En el texto hay: embarazo, celos drama, dolor amor

Editado: 14.11.2024

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