Amor no correspondido

CAPÍTULO 7

CAPÍTULO 7

Después del desagradable encuentro con Corinna, hice todo lo posible por evitarla durante el resto de la noche. Afortunadamente, no fue difícil; además de mí, quien menos soporta su presencia es mi abuelo. Desde el primer día que ella llegó a nuestra casa, él no ocultó su desagrado, y ahora Corinna le huye como si con un solo intercambio de palabras él pudiera descubrir sus secretos. Saber que él también percibe algo oscuro en ella me da una especie de consuelo.

Ahora, mientras el evento sigue su curso, me encuentro junto a mi abuelo, que mantiene una conversación animada con el abuelo de Alessandro, su amigo de infancia. Escuchar a dos personas tan cercanas compartir recuerdos es como abrir un libro de historias que alguna vez fueron reales. Las palabras fluyen entre ellos, tejiendo imágenes de épocas en las que los problemas parecían simples y la vida avanzaba sin las complicaciones actuales.

— Recuerdo cuando Alessandro y tú apenas eran unos niños — dice el abuelo de Alessandro con una risa suave, los ojos iluminados por la nostalgia—. Siempre hacían alguna travesura, y cuando los descubrían, se defendían el uno al otro como si el destino del mundo dependiera de ello.

Ambos se ríen, compartiendo ese recuerdo en silencio hasta que la sonrisa del abuelo de Alessandro se desvanece un poco, como si recordara algo que le pesa.

— En esos tiempos, mi nieto era verdaderamente feliz — murmura, bajando la voz hasta convertirse en un susurro.

La frase me conmueve, y, por un instante, siento que entiendo algo más profundo sobre Alessandro, algo que había intuido pero que ahora cobra vida. Es una revelación que parece insignificante, pero que despierta en mí una especie de empatía por él.

— La vida a veces no es justa, y los caminos que tomamos… — dice mi abuelo, rompiendo el silencio con voz suave —. Pero siempre hay esperanza de recuperar algo de lo que se perdió. No importa cuánto tiempo pase.

Esas palabras resuenan en mi interior, como un eco que trae consigo una mezcla de nostalgia y arrepentimiento. Al ver la mirada de mi abuelo y la expresión del abuelo de Alessandro, entiendo que, a pesar de los años, ambos aún conservan una fe inquebrantable en el futuro de sus nietos. Quizás, sin importar las decisiones que he tomado o las que aún debo tomar, mi abuelo también guarda esa esperanza para mí.

Sigo escuchando su conversación, sintiéndome extrañamente reconfortada y al mismo tiempo inquieta.

Todo transcurre con normalidad mientras escucho la conversación de los abuelos, sintiéndome a la vez reconfortada e inquieta, como si las palabras de mi abuelo y del abuelo de Alessandro resonaran en algún rincón olvidado de mi alma. De repente, siento una mano posarse en mi espalda baja, y una corriente eléctrica me recorre, poniéndome alerta al instante. Giro lentamente, y mis ojos se encuentran con el rostro de Alessandro, el hombre que ha provocado en mí una mezcla abrumadora de emociones: alegría, tristeza, amor y, a veces, hasta enojo.

— Alessandro — susurro, tratando de mantener la compostura.

Él esboza una sonrisa, esa misma sonrisa que conozco tan bien, y sus ojos reflejan una chispa de diversión.

— Pequeña tramposa — murmura, en un tono tan bajo que solo yo puedo escuchar.

Levanto una ceja, fingiendo indiferencia, aunque su cercanía y su voz logran alterarme más de lo que quisiera admitir.

— ¿Tramposa? No sé de qué hablas — respondo, forzando una ligera sonrisa mientras intento mantener la calma.

— Por supuesto — dice, rodando los ojos con desdén. — Me alegra que hayas entendido lo que te dije. Espero que sigas manteniendo la boca cerrada como lo has hecho hasta ahora.

Su comentario me hace mirarlo con rabia. Aprieto los labios, reprimiendo el impulso de responderle lo que en verdad pienso de él.

— Eres un…

Pero antes de que pueda terminar, escuchamos una voz a nuestras espaldas.

— ¡Aless! — exlama alguien. Ambos volteamos y nos encontramos con Corinna, quien corre hacia él con una sonrisa radiante, como si no existiera nadie más en el lugar. En un par de segundos, se ha colgado de su cuello, lanzándole una mirada posesiva mientras dice, con un tono empalagoso: — Te extrañé tanto.

Observo la escena, esforzándome por no hacer una mueca de disgusto. Alessandro, en lugar de apartarse, le sonríe con una expresión casi automática, aunque su mirada se cruza fugazmente con la mía, como si quisiera justificar algo. Sin embargo, a estas alturas, no tengo interés en sus explicaciones.

Mientras ella se aferra a él como una garrapata, aprovecho la oportunidad para dar un paso atrás. La imagen de ellos dos juntos revive todas las razones por las que quise mantener mis sentimientos en secreto. Y después de la forma en que se burlaron de mí cuando se enteraron, me siento como una idiota por haber sentido algo por él.

Doy media vuelta, decidida a no permitir que esta escena arruine mi noche, y me dirijo hacia otra parte del salón. El bullicio de la fiesta, los murmullos y las risas de los invitados me ofrecen un escape, al menos momentáneo.

Sin embargo, incluso entre la multitud, siento su mirada fija en mí, como una sombra persistente. Mi orgullo me impulsa a actuar como si nada me afectara, pero una punzada de tristeza se instala en mi pecho, recordándome que algunos sentimientos, por mucho que intente enterrarlos, se resisten a desaparecer.

Me acerco a una mesa de bocadillos, buscando distraerme. Mis dedos rozan una copa de vino justo cuando una voz familiar se escucha a mi lado.

— Rouse, ¿estás bien? — pregunta Layla con suavidad, su tono de voz suave, pero lleno de preocupación.

— Claro, solo necesitaba un poco de aire — miento, intentando sonreír.

Ella me observa, con esa mirada penetrante que tiene, esa que siempre me deja claro que no me cree. Layla tiene una intuición casi mágica, como si pudiera ver a través de mis palabras y conocer exactamente lo que realmente siento, incluso si intento ocultarlo.



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En el texto hay: embarazo, celos drama, dolor amor

Editado: 14.11.2024

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