CAPÍTULO 8
Las palabras de Massimo resuenan en mis oídos, cortantes como un filo afilado. El silencio se hace insoportable, un silencio que se arrastra por el aire pesado con la amenaza implícita de su declaración. Mi corazón late desbocado, la incomodidad me consume, pero lo que más me asusta es la expresión en el rostro de mi padre. Nunca lo había visto tan tenso, tan imponente.
Mi madre no dice nada, pero su agarre en mi mano se vuelve más fuerte, protectora. Su rostro refleja una preocupación que no logro descifrar, pero sé que está tan alerta como yo. Sin embargo, en este momento, no es ella quien tiene que intervenir. Es mi padre quien, con su mirada fija en Massimo, parece evaluar cada palabra antes de pronunciar la siguiente.
Finalmente, después de lo que parece una eternidad, mi padre habla, su voz grave y controlada, aunque no exenta de desafío:
— Sabes que no puedo hacer eso — responde, su tono tan firme que, por un momento, pienso que la conversación podría terminar ahí.
Massimo sonríe, pero su sonrisa es cruel, como si supiera que aún tiene la ventaja.
— No juegues conmigo, Moretti — dice, acercándose peligrosamente a mi padre, su presencia se vuelve aún más intimidante. — Ustedes, junto a los D'Angelo, tienen una deuda muy grande con mi familia. En este momento, esa familia no es lo que me interesa, pero lo que necesito ahora es urgente. Necesito una esposa, y tu hija es perfecta para mi propósito.
Un estremecimiento recorre mi cuerpo. No puedo evitar retroceder, mis pies se mueven por instinto, como si quisieran alejarme de él, de su mirada fija en mí, de la amenaza que se dibuja en sus palabras.
En ese momento, un paso firme resuena por el salón. Es mi abuelo, que avanza hacia Massimo sin titubear, con una mirada desafiante, inquebrantable.
— Eso no va a ser posible, jovencito — dice con voz grave, su tono imponente, cargado de autoridad. La mirada de Massimo se desvía hacia él, pero no muestra el menor atisbo de respeto. Es evidente que, para él, todos somos parte de un juego que está dispuesto a ganar.
— Ustedes firmaron un contrato — responde Massimo con una sonrisa arrogante. — No pueden escaparse de él.
— Recuerdo muy bien ese contrato — replica mi abuelo, su voz profunda y firme como una roca. — En él se menciona que el día que la familia Vannucci decida cobrar la deuda, nosotros cumpliremos con el contrato sin objetar.
Massimo asiente lentamente, pero su sonrisa se convierte en una mueca cruel, como si disfrutara de vernos atrapados en un juego del que él es el único que tiene las reglas.
— Así es, pero por lo visto no tienen palabra — responde con desdén, dejando que las palabras se deslicen como una amenaza velada. — Saben perfectamente lo que puede suceder si no cumplen...
El aire se vuelve más espeso, cargado de tensión. Cada palabra, cada respiración parece demasiado pesada, y yo me siento atrapada entre la gravedad de la situación y la incomodidad que crece en mi pecho. Mi mente intenta procesar lo que está ocurriendo, pero todo parece tan frío, tan calculado. Es más que solo una cuestión económica. Esto va mucho más allá de una deuda.
En ese instante, mi abuelo da un paso al frente, su figura imponente cortando la tensión del ambiente como una espada. Se planta frente a Massimo sin temor, con la misma autoridad que siempre ha tenido, y su voz se eleva con firmeza, pero también con un aire de protección inquebrantable.
— Simplemente, no te puedo dar la mano de mi nieta porque ella ya está comprometida — dice, mirando hacia mí con una intensidad que me hace sentir un nudo en el estómago. Mis ojos se encuentran con los suyos, y en ese momento, todo parece detenerse. El mundo, mi mundo, parece desmoronarse al escuchar lo siguiente: — Y se encuentra embarazada de su prometido.
Un estremecimiento recorre mi cuerpo, y la atmósfera se vuelve densa, casi insoportable. Mis ojos se abren de par en par, y siento cómo mi estómago se revuelca. Mi mente se nubla por completo. No tenía idea de que mi abuelo supiera sobre el embarazo. No quería que nadie lo supiera, especialmente Alessandro.
Mi cuerpo reacciona antes que mi mente, y doy un paso atrás, buscando refugio en cualquier rincón. El ruido en mi interior es ensordecedor, como si mis pensamientos se estuvieran ahogando en una corriente incontrolable. ¿Por qué lo dijo? ¿Qué pretende lograr con esta revelación? Y, lo más importante, ¿cómo reaccionará Alessandro ante esta verdad?
La mirada de Massimo se oscurece de inmediato. Sus ojos, que antes estaban llenos de una arrogancia desmesurada, ahora se tornan fríos, calculadores. No estoy segura de si realmente entiende el peso de esas palabras, si comprende lo que eso implica, pero el hecho de que mi abuelo haya intervenido de esa manera solo pone más presión sobre todos nosotros.
Massimo da un paso atrás, como si estuviera procesando la información, y su sonrisa, en lugar de desaparecer, se ensancha. Su tono se vuelve más controlado, como si estuviera saboreando el poder que tiene sobre nosotros.
— Interesante... — murmura, sus palabras flotando en el aire. — Esto cambia mis planes, pero quien me asegura que no me estén mintiendo, Moretti.
Mi abuelo no pestañea. Su respuesta es rápida, calculada, como siempre ha sido con los negocios y las amenazas.
— No tendría por qué hacerlo, Massimo. Ahora dudo mucho que en tu mundo permitan que el hijo de otro hombre ocupe el lugar que por derecho le pertenece a tu familia, ¿verdad? — La insinuación es clara, directa, y provoca una chispa de rabia en los ojos de Massimo.
La atmósfera se vuelve aún más tensa, como si un conflicto inminente estuviera a punto de estallar. Massimo mantiene la mirada fija en mi abuelo, pero lo que sucede después no es lo que esperaba.
Massimo finalmente sonríe de manera aún más amplia, pero esta vez, la sonrisa se vuelve aún más peligrosa, como una serpiente a punto de atacar.