“Daren tenía dos estrellas por ojos y el cuerpo negruzco como la noche. Había constelaciones en todo su ser. El era un universo. Una noche en la que él se paseaba por los cielos del planeta tierra, vio a una muchacha de ojos café que lo observaba acostada sobre un techo. Daren descendió en forma de hombre y habló con Nisha, ese era el nombre de la chica. Como si un flechazo los hubiera atravesado, así se enamoraron. De una vez, sin reservas. Daren descendía cada noche y Nisha lo esperaba en el techo. Se daban largos besos y suaves caricias. El romance continuó hasta que los padres de Nisha la encontraron con éste ser nocturno. Pasaron muchas noches y Daren no sabía nada de su amada. Ya no lo esperaba en el lugar habitual. A Nisha solo la dejaban salir de día. Pasaron dos años hasta que Nisha se fue a estudiar astronomía a la ciudad. Una noche estaba mirando las estrellas a través de un telescopio cuando vio una constelación que solía ver tatuada en el brazo de Daren, su antiguo amor. Nisha gritó el nombre de su amado y él descendió fugazmente hasta ella. Se sostuvieron el uno al otro en un abrazo casi interminable. ¿Cómo continuarían ahora? ¿Ella se iría con él o él vendría a vivir a la tierra? Las dos cosas eran imposibles. Daren era un universo y Nisha era una humana que vivía dentro de otro universo. Así que su amor se limitó a verse por las noches.
Cuando Nisha se hizo anciana y la muerte llegó a su puerta, su alma fue a vivir dentro del universo Daren y así fue que vivieron juntos para siempre. El en ella y ella en él, nada diferente de como siempre había sido. “
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Editado: 08.05.2019