La profesora alzó la voz, frustrada, mientras chasqueaba los dedos para captar nuestra atención.
—¿Acaso ninguno de ustedes entiende que deben dejar de discutir? —exclamó, mirando a Hugo y a mí con una mezcla de decepción y cansancio. —¿Qué les pasó? Ustedes eran amigos.
Hugo soltó una risa amarga, cruzando los brazos con desdén.
—¿Amigos? —repitió, burlón, girándose hacia la profesora. —Ella y yo nunca fuimos ni seremos nada.
Sentí su mirada sobre mí, y la siguiente frase golpeó más fuerte de lo que esperaba.
—Ni siquiera es una princesa de verdad.
Un silencio pesado cayó sobre el salón. Las palabras de Hugo resonaron como un eco cruel, y sentí cómo mi pecho se apretaba de rabia e indignación. Los demás estudiantes nos miraban, algunos con sorpresa, otros con incomodidad.
—Eso fue demasiado, Hugo —intervino James desde el fondo del salón, dando unos pasos hacia nosotros con el ceño fruncido.
—¿Demasiado? —replicó Hugo, encogiéndose de hombros. —Solo estoy diciendo lo que todos piensan. Ella no es más que una campesina jugando a ser princesa.
Mis manos temblaban, no de miedo, sino de pura furia.
—¿Y tú qué sabes de ser un príncipe, Hugo? —solté, mi voz firme y llena de desafío.
—¡Basta, los dos! —gritó, furiosa. —Este comportamiento es inaceptable. Si no pueden comportarse, hablaré con la reina para que alguien más abra el baile.
Hugo soltó un bufido y se dio la vuelta, marchándose del salón sin decir nada más.
Hugo no había salido completamente del salón cuando James, con una expresión más sombría de lo habitual, lo alcanzó y lo tomó del brazo con firmeza.
—Espera un momento, Hugo —le dijo, su voz baja pero cargada de advertencia.
Hugo se detuvo a regañadientes, girándose con su típica actitud desafiante.
—¿Qué pasa ahora, James? ¿Vienes a darme otro discurso sobre lo perfecto que es tu hermana? —espetó, cruzándose de brazos.
James dio un paso más cerca, hasta quedar a escasos centímetros de él. Aunque su tono era calmado, había una dureza en su mirada que no se veía con frecuencia.
—Escucha bien, Hugo —dijo, su voz ahora más grave. —Si vuelves a humillar o lastimar a Sofía como lo hiciste hoy, te prometo que te daré una paliza de la que nunca te olvidarás.
Hugo lo miró con sorpresa, pero rápidamente su rostro volvió a adoptar una expresión burlona.
—¿En serio, James? ¿Amenazas físicas? Qué maduro de tu parte.
—No es una amenaza, es una promesa —respondió James, manteniendo su mirada fija en los ojos de Hugo. —No me importa quién seas o cuánto poder creas tener. Si vuelves a cruzar la línea con mi hermana, lo lamentarás.
Hugo permaneció en silencio por un momento, como si evaluara si valía la pena responder. Finalmente, soltó un bufido y retrocedió un paso.
—Tu hermana puede defenderse sola, James. No necesita que juegues al caballero. Pero te aseguro que si alguien debería lamentar algo, no seré yo.
—Inténtalo, Hugo —replicó James, con una sonrisa fría. —Verás qué tan rápido te arrepientes.
Sin más palabras, Hugo se dio la vuelta y salió del salón, dejando a James detrás, aún tenso por la confrontación. Cuando regresó a mi lado, su semblante se relajó un poco, pero aún podía sentir la intensidad de su enojo.
—¿Qué pasó? —pregunté, con el ceño fruncido al notar su expresión.
—Nada que no pudiera manejar —respondió con una sonrisa tranquilizadora, aunque sus ojos aún estaban oscuros por la furia. —Pero si ese imbécil vuelve a molestarte, Sofía, no me importa qué consecuencias tenga, no lo permitiré
La profesora Fauna, que había estado observando discretamente desde una esquina del salón, dio un paso al frente con una expresión severa.
—James —dijo con voz firme, cruzando los brazos frente a su pecho. —Si llegas a levantarle la mano a Hugo, no solo te enfrentarás a un castigo severo, sino que estarás automáticamente expulsado de la ceremonia de graduación.
James se giró hacia ella, su mandíbula apretada mientras intentaba mantener la compostura.
—Profesora, con todo respeto, alguien tiene que ponerle un alto. No voy a quedarme de brazos cruzados mientras ese... individuo sigue lastimando a mi hermana.
—Lo entiendo, James —respondió Fauna, más calmada pero aún autoritaria. —Sin embargo, la violencia nunca es la solución, especialmente aquí. Somos miembros de la realeza y futuros líderes, no matones de taberna.
—Entonces, ¿qué sugiere que haga? —preguntó James, claramente frustrado. —¿Solo quedarme parado mientras la humilla una y otra vez?
—Sugiero que confíes en las autoridades para manejar esto de manera adecuada —respondió Fauna, acercándose para colocar una mano en su hombro con un gesto más conciliador. —Yo misma hablaré con Hugo, y puedo asegurarles que habrá consecuencias si su comportamiento persiste. Pero no quiero que ninguno de ustedes sacrifique su futuro por un acto impulsivo.
James respiró hondo, tratando de controlar su enojo. Finalmente, asintió, aunque aún había tensión en su postura.
—Entendido, profesora —dijo, aunque su tono dejaba claro que no estaba completamente convencido.
Hugo, que había estado escuchando desde la puerta, no pudo evitar una sonrisa arrogante.
—Vaya, James, parece que no puedes jugar al héroe después de todo —dijo con burla, inclinándose ligeramente hacia adelante.
Antes de que James pudiera responder, Fauna levantó una mano para detener cualquier réplica.
—Y tú, Hugo —dijo, girándose hacia él con una mirada penetrante —, estás al borde de una sanción más seria de lo que imaginas. Este comportamiento no solo es inaceptable, sino que también demuestra una falta de respeto hacia tus compañeros y hacia ti mismo.
Hugo abrió la boca para responder, pero algo en la mirada de la profesora lo hizo callarse. Con un resoplido, se dio la vuelta y salió del salón, dejando tras de sí un ambiente cargado de tensión.
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Editado: 24.03.2025