¿amor o amistad? un reino que salvar

Capitulo 4

Mis pasos se detuvieron en seco cuando Hugo, con esa misma arrogancia que tanto detestaba, habló con una calma que me heló la sangre.

—Esta semana harás todo lo que yo te diga, Sofía, incluyendo besos... u otras cosas.

Me giré bruscamente para encararlo, el corazón martilleando con fuerza en mi pecho. Su sonrisa estaba ahí, pero no era como las anteriores. Había algo más oscuro en su mirada, algo que me hizo apretar los puños a los costados.

—¿Quién te crees que eres para decirme eso? —le espeté, tratando de mantener la voz firme aunque el enojo comenzaba a desbordarse.

Hugo se encogió de hombros, como si mis palabras fueran irrelevantes.

—Soy el chico al que intentas convencer de que eres más fuerte de lo que realmente eres. —Se acercó un paso más, invadiendo mi espacio personal de una manera que me hizo retroceder instintivamente. —Y también soy el único que sabe que harás cualquier cosa por proteger a tu querido hermano.

Mis ojos se entrecerraron, y di un paso adelante, enfrentándolo.

—No te atrevas a meter a James en esto.

Hugo rió entre dientes, su expresión tan segura que me daba ganas de gritar.

—Oh, pero lo hago, princesa. Porque sé que no dejarás que él se meta en problemas, ¿verdad? Así que, mientras sigas queriendo mantener la paz en tu perfecta familia real, harás lo que yo diga.

Lo miré fijamente, sintiendo cómo la rabia se acumulaba en mi interior.

—Eres un maldito cobarde, Hugo. ¿Esto te hace sentir poderoso? ¿Manipular a alguien porque no tienes nada mejor que hacer?

Él inclinó la cabeza ligeramente, como si estuviera considerando mis palabras.

—Tal vez. O tal vez simplemente disfruto viendo cómo intentas mantener el control cuando claramente estás a punto de perderlo.

Mi voz tembló mientras lo enfrentaba, y no pude evitar que las palabras se me escaparan, cargadas de emociones que había estado reprimiendo durante demasiado tiempo.

—¿Por qué te comportas así? —pregunté, mi tono lleno de frustración y algo más profundo que no quería admitir. —Cuando éramos niños, Hugo, yo pensé que... pensé que podríamos llevarnos bien, que podríamos ser amigos.

Lo miré a los ojos, buscando algún indicio de la persona que creí ver hace años en esa pista de hielo. Pero todo lo que encontré fue su fría expresión, esa que había aprendido a detestar.

Él soltó una risa seca, como si mis palabras no significaran nada para él.

—Amigos, ¿eh? —dijo con sarcasmo, cruzando los brazos. —Eso fue hace mucho tiempo, princesa. Crecer te enseña que esas cosas no siempre son reales.

Sus palabras me golpearon más de lo que quería admitir, y las lágrimas que había estado conteniendo comenzaron a llenar mis ojos. Bajé la mirada, pero fue inútil tratar de ocultarlo. Las lágrimas rodaron libremente por mis mejillas, y llevé una mano temblorosa a mi rostro para intentar detenerlas.

—¿Eso crees? ¿Que todo fue una mentira? —mi voz se quebró, mi tono lleno de dolor. —Quizá para ti lo fue, pero para mí no. Yo realmente creí que podríamos entendernos...

De repente, el tono burlón de Hugo desapareció. Algo en mi llanto pareció desarmarlo. Sus ojos, que siempre habían sido fríos y desafiantes, se suavizaron por un momento.

—Sofía... —dijo en voz baja, dando un paso hacia mí. Parecía dudar, como si no supiera qué hacer o decir.

—¡No me toques! —grité entre lágrimas, retrocediendo un paso. Mi cuerpo temblaba mientras trataba de juntar fuerzas para mirarlo. —Eres horrible, Hugo. ¿Qué te hice para que me odies tanto?

Por primera vez, él no respondió de inmediato. Su expresión cambió, como si estuviera luchando internamente. Su mirada bajó hacia el suelo, y cuando volvió a alzarla, había algo diferente en sus ojos: preocupación.

—Yo... no sabía que te hacía sentir así —murmuró, su tono extraño, casi vacilante. —No quería...

—¡Sí querías! —lo interrumpí, mi voz rota. —Has hecho todo lo posible por lastimarme, y lo peor es que no entiendo por qué.

Hugo apretó los labios, y por un instante, parecía estar considerando sus próximas palabras con cuidado. Finalmente, dio un suspiro pesado.

—No soy bueno con esto, Sofía —admitió, su tono más honesto de lo que jamás lo había escuchado. —A veces digo cosas solo porque...

—Porque quieres herirme —lo corté, con los ojos aún llenos de lágrimas.

Él no negó mis palabras, pero tampoco las confirmó. En cambio, me miró, y por primera vez, su semblante parecía sincero, casi arrepentido.

—Lo siento —dijo en voz baja, y aunque era solo un susurro, el peso de esas dos palabras me dejó helada.

No supe qué responder. Hugo jamás había mostrado algo así antes. Y aunque quería gritarle, insultarlo o simplemente irme, no pude moverme.

Por un instante, el aire pareció detenerse entre nosotros. Mi cuerpo temblaba, todavía sacudido por las emociones desbordadas, y las lágrimas seguían cayendo de mis ojos. Hugo, que siempre había sido el muro frío e impenetrable que conocía, de repente parecía... roto.

—Sofía, mierda... —balbuceó, llevándose una mano al cabello y tirando de él como si tratara de encontrar una respuesta en medio de su caos interno. —No, lo siento. De verdad, yo... no...

Su voz temblaba, y el tono que usaba no era el de burla o arrogancia habitual. Era honesto, casi desesperado. Lo miré, confundida y todavía dolida, incapaz de entender por qué parecía tan afectado ahora.

—¿Lo sientes? —pregunté, mi voz quebrada, las lágrimas empapando mis mejillas. —¿De verdad lo sientes, Hugo? Porque no parece que te importe.

Hizo una mueca, como si mis palabras lo hubieran golpeado físicamente. Dio un paso hacia mí, pero se detuvo, dudando, sus manos temblorosas apretando los puños a sus costados.

—Yo... no sé cómo explicarlo, pero... no quería hacerte llorar —dijo finalmente, con una sinceridad que no esperaba escuchar.

—¿Entonces por qué lo haces? —exclamé, mi voz subiendo de tono. Las palabras salieron antes de que pudiera detenerme, llenas de todo el dolor que llevaba dentro. —¡Siempre haces todo lo posible por humillarme, por herirme! ¿Por qué, Hugo? ¿Qué ganabas con esto?




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