Amor o codicia

Capítulo 14.

Al día siguiente, en la hora del almuerzo, Germán le dijo de broma a su amigo si quería volver al lugar donde tardaban veinticinco minutos para servir la comida. Vicente lo mandó al carajo y el hombre comenzó a reír con fuerza.

—Ya sabía que ibas a decir algo así. —Siguió riendo mientras sacaba un sándwich y le daba una mordida—. Por eso María Eugenia tuvo la decencia de prepararme el almuerzo para hoy.

—¡Aww, qué tierno! —Se burló—. Mami tuvo ganas de prepararle la comidita al nene.

—Ahí vas con eso. —Trató de sonar molesto pero falló y comenzó a reír estrepitosamente—. Oye —cambió el tema—, ¿a quién crees que me encontré ayer por la tarde? No me lo vas a creer.

—¿A quién?

—¡A tu exnovia! —Tronó los dedos y los apuntó hacia él—. ¿Te acuerdas de ella?

—¿Ofelia? —Vicente solamente había tenido dos novias en toda su vida. La primera la tuvo en el bachillerato y obviamente Germán no la conoció, así que lo más lógico era pensar en Ofelia—. Sí, cómo olvidarla. —Rodó los ojos.

—Pues no sé si te acuerdes de que cuando salías con ella tenía cuerpo de tamal… —Vicente asintió con la cabeza con gesto apático—. Pues ahorita parece una ballena, no te miento, si la ves, te aseguro que te espantas…

—No deberías hablar de esa manera de una mujer.

—Ay, por favor, es Ofelia de la que estamos hablando. Y para colmo traía cargando un bebé y otros dos mocosos, creo que eran gemelos, estaban corriendo y gritando a su alrededor, ¡tan escandalosos como los míos…! ¡Y tú que te querías casar con ella! ¡Qué bueno que te detuve! ¡Te salvé! Por eso ahorita eres hombre libre, al contrario de mí, y puedes salir con quien tú quieras… Pero debes apurarte porque en la mañana vi a Rodríguez platicando muy a gusto con Abigail —agregó.

—En primera —lo miró a los ojos—, yo nunca dije que me quería casar con Ofelia; en segunda, Abigail puede platicar con quien ella quiera, no es mi asunto.

—Claro que sí es tu asunto, ella te gusta después de todo, ¿no?

Vicente se quedó callado.

—Como sea —Germán no duraba callado mucho tiempo—, ¿podrías, por favor, prestarme dinero? Es que la vez que hice la reunión me gasté todo el dinero para el regalo del cumpleaños de mi hijita.

—Por baboso… Esa fiesta no le convino a nadie —agregó en un susurro.

—Necesito comprarle zapatos, un vestido, un pantalón, una muñeca y no sé qué más.

—¿Por qué tanto? —Vicente alzó una ceja.

—Es que el año pasado no le regalé nada, no sé si te acuerdes que me gasté todo en las apuestas, y María Eugenia me obligó a comprarle un montón de cosas este año, si no dice que me va a ir muy, muy mal. —Tragó grueso—. No sé qué planee hacerme pero me da miedo tan solo imaginármelo.

—Está bien. —Vicente sacó la billetera de su bolsillo y sacó cinco mil pesos—. Toma. —Se los extendió—. Es para Irene. Gasta con prudencia.

—¡Muchísimas gracias! Por eso te amo. —Agarró el dinero—. Yo te los pago en cuanto tenga.

—No te preocupes, así déjalo.

—¿Seguro?

—Sí, está bien así.

Hubo un momentito de silencio.

—Ay, Vicente, en serio que si fueras mujer te daría un beso —ironizó.

—No te atrevas o te quito el dinero y no te vuelvo a hablar.

Ambos rieron un poco.

—En serio, muchas gracias.

—De nada.

En ese momento, una melena rubia se mostró y en seguida Abigail asomó su cabeza dentro del cubículo.

—Buenos días —sonrió.

—Buenos días. —Ambos saludaron.

—Amm… ¿están ocupados?

—No, pasa —dijo Vicente con rapidez.

La chica entró y sonrió.

—Ammm, yo ya estaba por irme —dijo Germán de pronto—. Luego nos vemos. —Se dirigió a la salida pero antes le guiñó un ojo a Vicente.

Abigail se sentó donde había estado Germán y comprobó que había dejado caliente el asiento. No hizo una mueca de asco solamente por educación.

—¿Deseas algo, Abigail?

—Amm, yo… —Lo miró a los ojos—. ¿Hice algo que te haya molestado? —Preguntó finalmente.

—¿Qué? No, no, por supuesto que no.

—¿Seguro?

—Claro, ¿por qué lo preguntas?

—Bueno, es que has estado evitándome últimamente.

El joven comenzó a sentirse culpable.

—Sí, lo sé. Lo siento, esto no tiene que ver contigo.

—¿Entonces?

—He tenido algunos líos mentales que no me han dejado pensar correctamente —aceptó.

— Oh, entiendo… ¿Problemas con alguna chica?

Vicente no pudo evitar ruborizarse al mismo tiempo que negaba con la cabeza. Abigail supo en ese instante que estaba mintiendo y sonrió.




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