En un día de esos, Flavio se encontraba realizando uno de esos trabajos finales donde se trabaja más de lo que se duerme y la desesperación y estrés te atacan constantemente, así que decidió distraerse un poco con el simple hecho de ir a servirse un vaso de agua.
—Agh, malditos profesores cara de caca —murmuró cuando salió de su habitación.
Una vez que fue a la cocina y tomó agua, subió las escaleras y decidió hacerle una pequeña visita a su hermana. Estuvo a punto de entrar pero de detuvo al escuchar la voz de Vicente. «Agh, ahí está ese imbécil» rodó los ojos. Como la puerta estaba entreabierta, se asomó discretamente. Vicente tenía un ramo de rosas en la mano y se lo extendió a Valeria. La chica le dio las gracias y lo besó apasionadamente. «Iuuu, mi pobre hermanita; lo que tiene que hacer por mi culpa… Ay, no, ¡qué asco! ¿Por qué lo sigue besando…? Si esto sigue así se pondrá porno, mejor me voy» pero para su alivio, en ese momento ambos cortaron el beso. «Al fin». Pero se sorprendió mucho al ver que, en lo que Vicente buscaba un lugar para colocar las flores, su querida hermana no hizo ninguna mueca de desagrado sino que lo siguió todo el tiempo con la mirada y se veía muy sonriente y… ¿enamorada? Flavio abrió los ojos con sorpresa y se cubrió la boca con una mano. «No puede ser».
Los días siguientes estuvo pendiente de su hermana, incluso más que de sus trabajos escolares. Estaba atento a sus reacciones, a su actitud, ya no se veía tan fría sino que era más amable y parecía feliz, y esa felicidad aumentaba cada vez que estaba cerca de su hermanastro. Llegó a la conclusión de que Valeria estaba enamoradísima de Vicente, tanto como él de ella. «Ay, ¡pero cómo se le ocurre a esa bobalicona! Si él es tan feo y raro… ¿Y qué le dirá a mamá?».
Una tarde decidió enfrentar a su hermana y aclarar todo de una buena vez.
—Valeria —dijo entrando a su habitación, pero no había nadie, de seguro estaba en la oficina con Vicente. «Tal vez en la noche».
Por su parte, la chica estaba sentada en el sillón de la oficinita viendo como Vicente, después de realizar una llamada a su primo Román, estaba hojeando unos papeles; parecía querer encontrar algo importante.
—Vicente… cariño… corazoncito… Vicentito… —reprimió una risita—. Chente…
Él rio un poco y negó con la cabeza.
—No me digas así… —murmuró sin dejar de sonreír.
—¿Qué haces? ¿Puedo ayudarte en algo?
—Espera, quiero encontrar algo… ¡Aquí está!
—¿Qué es?
—Es una hoja donde mi padre tenía apuntados algunos contactos. La escanearé y se la mandaré a Román para que busque algunos proveedores nuevos. Unos que teníamos acaban de cerrar, así que Vinos Ortega está teniendo ciertos problemas. Además la competencia está incrementando.
—Ojalá sus problemas se solucionen pronto.
—Sí, eso espero… ¿Quieres hacer algo?
—¿Como qué? —Alzó una ceja.
—No lo sé, ¿qué acostumbrabas a hacer con tus exnovios?
Valeria lo miró con picardía mientras mostraba una sonrisa ladina.
—¿Tú qué crees?
Vicente se ruborizó un poco y jugueteó con sus dedos con nerviosismo.
—No me refería a eso, me refiero a…
—Ya lo sé, aquí nadie dijo nada, tú sacaste tus propias conclusiones.
—Sí, es cierto. Lo siento…
—No hay problema, Vicente, pero ahora, respondiendo a tu pregunta, a los lugares a los que iba con esos imbéciles eran muy predecibles y aburridos, y mucho más fastidioso lo que hacía y hablaba con ellos, en serio, esos chicos solo piensan en sí mismos, así que sorpréndeme.
Vicente se quedó pensando, ¿a dónde podía llevar a esa chica para divertirse?
—¿Te gustaría ir al centro comercial? —Dijo lo primero que se le ocurrió.
—Sí, ya tiene un tiempo que no paso por allí. —«Además ese lugar no es frecuentado por las amigas y conocidos de mamá» pensó.
Ambos fueron allí y la pasaron muy bien. Cuando pasaron junto una tienda de ropa, Valeria miró con emoción todos los hermosos vestidos.
—¿Quieres alguno?
—¿Eh?, no, yo solo estaba viendo.
—¿Segura?
—Sí —sonrió.
—Ven, vamos. —La tomó de la mano y la llevó adentro de la tienda.
—¿Eh? No…
—Yo sé que quieres.
—Agh… Está bien.
La chica estuvo viendo todos y cada uno de los vestidos, probándoselos y preguntándole a Vicente su opinión.
—Esto es raro para mí —le comentó a él mientras Valeria se veía en el espejo, verificando como le quedaba un vestido strapless color morado—. Desde mi punto de vista, todos te quedan muy bien… Deberías llevarlos todos.
—No, este me hace ver gorda —se quejó.
—¿Cuál gorda? Te ves preciosa.
—Gracias pero no me convence.
En ese momento se acercó la vendedora que la estaba atendiendo y le preguntó qué le había parecido.