Amor o codicia

Capítulo 21.

El lunes siguiente, Abigail le comentó a Vicente cómo le fue en su cita con Rodrigo.

—No es tan caballeroso como tú pero no se queda tan atrás —comentó—. No movió la silla para que me sentara pero sí pagó la cena. —Mordió la manzana que traía en la mano—. Y bueno, después de todo él dijo que era una cita.

—La próxima vez dile que mueva la silla. Edúcalo.

Abigail tragó con dificultad el pedazo de manzana y rio un poco.

—Sí, le diré, total, ya sabe que soy rara y directa. —Le dio otra mordida a su manzana.

—¿Y te gustó salir con él? —Le preguntó cuando la chica se pasó el bocado.

—Fíjate que sí. Sus pláticas son interesantes.

—La verdad no me costa pero si tú lo dices, te creeré.

—Sí… Ahora tú cuéntame de tu novia, no me quieres decir ni su nombre, ¡no es justo!

—¿Para qué quieres saber?

—Qué tal si la conozco —dijo la rubia como suposición.

—No voy a decirte.

—¡¿Por qué?! —Se quejó—. Voy a empezar a creer que es una novia imaginaria —dijo con expresión burlesca. Creyó que si decía ese tipo de comentarios, él terminaría contándole.

—Créelo.

—¡Ay, Vicente! —Volvió a quejarse mientras se mordía el labio inferior.

—Sí, es imaginaria.

—¡Vicente, no te pases…! ¡Dime!

—No.

—¡Dimeeee!

—¡Que no!

—Agh… Bueno… —dijo de mala gana—. ¡Dime! —Volvió a insistir, jaloneándolo ligeramente del brazo. La primera vez que salieron, procuró ser discreta y ocultar su curiosidad con Vicente para darle una buena impresión. Pero ahora que ya había confianza y definieron su relación como una amistad, ya no se cuidaba de ser tan prudente.

—Oye, mira, Rodrigo quiere hablar contigo. —Señaló hacia la puerta.

La rubia se enderezó con rapidez y volteó hacia donde Vicente señaló pero no vio a nadie.

—¡Mentiroso este! No me cambies el tema. Rodrigo ni siquiera está aquí.

Pero parecía que la suerte estaba del lado de Vicente, porque apenas la chica terminó de decir eso, se apareció Germán.

—Oh, Vicente, te iba a decir que si íbamos afuera a comprar una torta de esas enormes que les ponen un montón de queso pero veo que tienes compañía. ¿Quieren que les traiga una?

—No, gracias —respondió Abigail con velocidad.

—Germán, voy contigo. Abigail estaba a punto de irse, así que te acompañaré. —Se levantó de su asiento y se dirigió con Germán—. Luego te veo. —Volteó a ver a su amiga.

Sin decir más, desaparecieron de la vista de la rubia, que se quedó anonadada e indignada. La joven se levantó de la silla con rapidez. «¿Pero qué…? ¡Qué mala onda! Ahora con más razón lo voy a estar molestando para que me diga aunque sea el nombre» pensó con una mezcla de diversión y fisgoneo.

 

***

 

El jueves en la tarde, Valeria decidió ir con sus amigas a nadar a la piscina de un club deportivo. Mientras las otras dos chicas platicaban, emitían grititos y murmuraban entre ellas, Valeria se quedó pensando en Vicente y en su madre. ¿Qué haría con toda esa situación?

—Ay, sí, me gusta… —dijo Marisa— pero un poco, no tanto en realidad.

—¿Quién? —Le preguntó la castaña.

—¿Que no estás oyendo?

—La verdad no te puse atención. ¿Quién te gusta?

—Pues Francisco.

—¡¿Francisco?! —Exclamó Valeria—. ¡Nooo!

La chica asintió con la cabeza.

—Pero… ¿No te caía mal?

Marisa volvió a asentir con la cabeza.

—Wow, no me lo esperaba.

—Ni yo. —Se entrometió Gisela—. Pero él siempre ha estado enamorado de ti —le dijo a la pelirroja.

—Ya sé, pero no quiero salir con él.

—¿Por qué no? —Preguntó la morena—. Se gustan, después de todo.

—Sí pero es un imbécil con todas sus letras. No quiero salir con un idiota que me avergüence frente a los demás. Me gusta, pero vale más mi dignidad social.

—No seas así, Marisa, no es tan idiota —le sonrió Gisela.

—Sí lo es —dijeron las otras dos chicas al unísono.

—¿No te acuerdas de la vez que salimos con él y sus amigos y se burló de un discapacitado? —Recordó Valeria—. ¡Cómo me dio pena ese día!

—Ay, sí. —Marisa puso una expresión llena de preocupación—. O la vez que le quitó un dulce a su primita, y su madre y su tía lo regañaron enfrente de todos.

—O la vez que le aventó una piedra a un nido de pajaritos… Ay, no, Marisa, no salgas con él —aconsejó Valeria—. Es tan idiota, infantil, da pena ajena, tiene cabeza de camarón y… —Se interrumpió a sí misma—. Y lo invocamos… Viene con sus perras. — Puso una expresión de fastidio al ver que el joven llegó junto con Diego y Emanuel.



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En el texto hay: hermanastros, amorodio, romance

Editado: 29.03.2021

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