Sean se acostó temprano y cuando su madre llegó a casa, fingió estar dormido para no tener que enfrentarla. Aún no estaba preparado, tenía sentimientos encontrados que no estaba seguro de poder manejar. Sabía que Finn tenía razón, su madre jamás haría nada que lo hiriera, pero lo había herido. Podía comprender lo que ella había pasado, la amaba pero también estaba enojado y prefería no verla hasta poder controlar aquellos sentimientos.
A la mañana siguiente, también salió de prisa, apenas si intercambiaron unas palabras. Aquello preocupó a Ana, conocía a su hijo y sintió que algo le sucedía, así que en la tarde se retiró antes del trabajo para poder verlo.
Cuando llegó a la casa, él estaba comiendo un sándwich y mirando la televisión.
-Sean...-lo llamó
-¿Sí?
-¿Sucede algo? Quiero decir primero fue lo de la ropa, y ayer, te noté raro, ¿te pasa algo?- preguntó y por primera vez no pudo descubrir nada en la mirada de su hijo.
-Me gusta una chica.- soltó Sean porque no podía mencionar lo otro. No aún.
-¿En serio? ¿Quién?
-En el autobús, sólo somos amigos por ahora, no tienes que preocuparte. Si pasa algo te diré.
-De acuerdo- dijo cautelosa, ya una vez había causado problemas con lo de Candance, no quería cometer el mismo error.
-¿Mamá?
-Sí.
-¿Recuerdas a tu primer amor?
-Sí, lo recuerdo.
-¿Fue mi padre? – preguntó serio.
-Sí – respondió Ana porque no quería agregar más mentiras.
-¿Te hubiera gustado formar una familia con él? ¿Seguir juntos? – preguntó Sean y Alana suspiró.
Se había enamorado de Finn cuando era una niña, y tenía todos los sueños románticos propios de esa edad, claro que no había imaginado ser madre soltera, y aunque no cambiaría a Sean por nada en el mundo, hubiera querido que las cosas fueran diferentes, con otros tiempos
Y no podía negarlo, ahora cuando veía a Finn, cuando pasaba tiempo con él, sentía añoranza de lo que podría haber sido. Si lo veía junto a Sean se le destrozaba el alma al pensar que su hijo podría haberse criado junto a él.
-Sí, si me hubiera gustado que las cosas fueran distintas.-respondió ella lentamente y Sean la contempló como si evaluara la sinceridad de aquella declaración.
-¿Quieres un sándwich? – preguntó Sean y ella asintió, tenía la extraña sensación de haber sido sometida a alguna clase de prueba, pero no estaba segura de si había pasado o no.
Al día siguiente, cuando estaba por salir del trabajo Ana recibió un mensaje de Sean pidiéndole que lo fuera a buscar al gimnasio del colegio donde había tenido un partido.
Era extraño pues él no le había dicho que jugaría ese día, siempre le avisaba de sus partidos y ella iba a alentarlo, pero tal vez tuviera que ver con eso de que ahora estaba "enamorado". Le avisó que demoraría unos minutos y cuando ordenó los papeles se marchó a buscarlo.
No había gente cuando llegó, probablemente ya se habían marchado, fue hasta el gimnasio , tampoco allí se veía nadie, todo estaba en silencio , se asomó y cuando entró sintió que las puertas se cerraban a sus espaldas.
-¿Qué? – preguntó volviéndose, pero entonces alguien le habló.
-Hola-dijo Finn y se paró frente a ella.
-¿Qué haces aquí? – le preguntó sorprendida y él señaló hacia un rincón de la cancha donde había una mesa elegantemente preparada para una cena.
-Tengo una cita contigo, eso hago.
-¿Pero y mi hijo...?
-Sean sólo me ayudó a tener un tiempo para los dos.
-No puedo creer que usaras a mi hijo para esto, dije muy claro que no quería una relación. Haz que abran las puertas, me quiero ir. - declaró dirigiéndose a la salida.
-Alana...espera – la llamó y entonces ella se detuvo horrorizada, Finn, acababa de llamarla Alana.
Se dio vuelta y al mirarlo supo que él la había reconocido, que por fin sabía quién era ella.
-Tenemos que hablar – dijo Finn.
-No, no hay nada que hablar, haz que abran las puertas.
-Quiero que hablemos de nuestro hijo – dijo él y entonces Alana sintió que el mundo se le venía abajo, él lo sabía y si Finn lo sabía...
-¿Hijo? ¿Sean lo sabe? ¿Mi hijo lo sabe?-preguntó desesperada.
-Sí, nos enteramos al mismo tiempo.
-No, déjame salir, tengo que hablar con él. Sean va a odiarme, yo...-trató de hablar pero temblaba de los nervios.
-Nuestro hijo lo entiende, él nos encerró aquí para que hablemos.
-¡¿Qué?!- exclamó ella.
-Alana...
-No, no quiero hablar contigo.- negó ella.
-Tenemos un hijo. ¿Recuerdas? La última vez que nos vimos fue en un gimnasio, allí fue donde dimos vida a Sean.
-No quiero recordar, y una noche de borrachera no te da derecho a llamarlo hijo.
-¿Borrachera? ¿De qué hablas Alana? - Ahora que sabía que era ella le resultaba imposible llamarla de otro modo.
-Lo que pasó entre nosotros esa noche, Leslie Barrie me dijo que te acostaste conmigo porque estabas borracho y que te arrepentías.-le soltó ella con la voz entrecortada, había guardado aquel dolor durante muchos años. Ella lo había amado y se había entregado a él pero para él no había significado nada.
-¿Qué? ¿Cuándo te dijo eso?
-La noche del baile.
-¿Y lo creíste? – preguntó él.
-¿Por qué no habría de creerlo? – le preguntó desafiante y él suspiró. Era cierto, nunca le había dicho lo que sentía por ella, no había forma en que la inocente Alana confiara en él, había una sola verdad y era que él no había estado allí.
-Porque no era verdad. Supongo que no vas a querer sentarte, ¿verdad?- preguntó y ella agitó la cabeza en un gesto de negación.
-De acuerdo , pero tendrás que escucharme.
-Quiero irme, no quiero escucharte, lo que pasó aquella noche sólo pasó, fui yo como pudo ser cualquier otra.
-Alana, acabo de enterarme y de una forma bastante brusca que tengo un hijo, y me lo ocultaste, así que me lo debes. – la urgió él.