Amor oscuro secreto mortal Parte 1 isac

Capítulo – Pecado Original

[Flashback – Infancia de Isac]

Las paredes de la mansión jamás fueron un hogar. Eran cárceles disfrazadas de mármol, pasillos llenos de ecos y miedo. Para Isac, la infancia fue un campo de entrenamiento. Y su padre, Alan, el general que lo moldeaba a golpes de palabras y silencios.

Desde pequeño, Alan le dijo que los débiles no merecían compasión. Que el amor era un ancla. Que el poder solo lo obtenía quien era capaz de sacrificar todo. Incluso a los que amaba.

—Sabes lo que le pasa a los niños que lloran? —le dijo una vez su padre, mientras le sujetaba la muñeca con fuerza—. Se los ven el mundo.

Pero hubo un tiempo en que Isac no estaba solo. Su hermana gemela era la única que le ofrecía calor entre tanta frialdad. Compartían juegos secretos bajo la cama, susurraban historias para dormir y se prometían que, algún día, se escaparían juntos.

Hasta que todo cambió.

Una noche, con apenas una vez años, Isac perdió el control. Alan lo había obligado a presenciar una escena brutal. Uno de sus hombres desobedeció, y el castigo fue público. Isac temblaba, pero no podía llorar. Tenía que "aprender".

Esa noche, su madre intentó consolarlo. Quiso abrazarlo, hablarle como una madre y no como la esposa del monstruo que los controlaba. Pero algo en Isac se quebró.

Empujó a su madre con violencia. No midió su fuerza. Ella cayó, golpeándose la cabeza contra el borde de la mesa. La sangre corrió por el suelo.

Su hermana estaba allí. Lo vio todo. No dijo una palabra.

Solo lo miré. Y ese fue el peor castigo.

Desde ese día, sus ojos ya no lo vieron igual. Ya no lo abrazaba. Ya no lo buscaba en la noche. Ya no compartían secretos.

Isac se quedó solo, incluso cuando vivían bajo el mismo techo.

[Años después – La Preparatoria]

Cuando Isac llegó a la preparatoria, ya no quedaba nada del niño que alguna vez fue. Era reservado, inteligente y terriblemente sereno. Sus ojos eran fríos, calculadores, como si siempre estuviera observando, esperando, eligiendo su próximo movimiento.

Y entonces lo vi.

Javier.

El chico nuevo. Tierno, espontáneo, con esa sonrisa ingenua que no parecía encajar en un mundo tan podrido. Isac lo observó desde el primer momento. No por curiosidad. Por necesidad.

Obsesión.

Javier era todo lo que él no podía ser. Una posibilidad. Un anhelo. Una grieta.

Isac comenzó a seguirlo sin que se diera cuenta. Sabía a qué hora llegaba, con quién hablaba, qué le gustaba comer. Memorizó cada uno de sus gestos. Lo veía reír con amigos, caminar por los pasillos, perderse en sus pensamientos mirando por la ventana.

Y odiaba a cualquiera que se le acercara demasiado.

No entendía lo que sentía. ¿Era amor? ¿Era hambre? ¿Era un deseo enfermizo de poseer algo puro, para ver si podía conservarlo sin destruirlo?

No lo sabía.

Hasta que un día no aguantó más.

Lo arrinconó en la azotea del edificio, un lugar que casi nadie visitaba. El viento les despeinaba el cabello. Javier se sobresaltó al verlo.

— ¿Qué haces aquí? —preguntó, nervioso.

—No puedo dejar de mirarte —respondió Isac, con una voz tan baja que parecía un susurro del abismo—. No sé qué me haces… pero necesito estar contigo.

Javier no supo qué decir. El silencio entre ellos fue largo. Incómodo. Intenso.

—¿Estás bien? —logró murmurar Javier—. ¿Esto es... una broma?

Isac negó con la cabeza. Dio un paso más, acortando la distancia. Sus ojos, oscuros y quebrados, no mentían.

—No sé si esto es amor, Javier. Pero si no me detienes ahora… te voy a necesitar más de lo que debería.

Y Javier, en lugar de huir, le escuchó. Solo un poco.

—Entonces quédate. Pero sin máscaras.

A partir de ese día, fueron pareja.

Para Javier, fue como adentrarse en un bosque lleno de sombras, pero encontrar un camino entre los árboles.

Para Isac, fue su primer acto de redención. Pero también el inicio de su condena.

Porque amar a Javier no lo hizo más humano… solo lo hizo más peligroso. Porque ahora tenía algo que perder.



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Editado: 22.04.2025

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