—¿Sabes algo que siempre me llamó la atención? —Will dijo, caminando a varios pasos detrás de Sarah en una mañana de domingo en el parque del vecindario dónde ambos residían.
—¿Qué sería? —la morena cuestionó.
—Tu sentido de la moda; tienes muchos vestidos muy al estilo de los años 50, de la onda rockabilly.
—¿Te molestan? —Sarah preguntó con consternación.
—¡N-no, no! —Will se alertó—. ¡No en lo más mínimo! Pero es que, bueno... t-te quedan bien —el rubio aclaró su garganta—. Yo diría que... m-muy bien.
Sarah era muy sensible con el tema; ciertamente presumía de un estilo que otras pudieran envidiar, pero mencionarlo para ella era un tanto una especie de campo minado.
Pero, apenas llevaban días saliendo, y lo último que deseaba ser era una novia obsesiva, viendo sombras dónde ni siquiera había luz.
—Te dejaré pasar esta —advirtió ella—, pero, no siempre te podrán salvar tus irresistibles ojos azul cielo.
—¿El cielo del mediodía? —Will cuestionó, rascando su nuca, y moviendo un poco el gorro que su cabeza ostentaba—, porque uno supone que se refiere al azul de un día soleado, pero, también pueden haber días nublados y esos son colores grises, o en un atardecer se ven naranjas o violetas, y esos no son colores que se vean todos los días a menos que tengas, no sé, ojo rosado, o una infección, o...
—Cállate idiota —Sarah le ordenó colocando su dedo indice por encima de sus labios.
Lo único rosado que tuvo su cuerpo, fueron sus mejillas ante tal gesto.
Sin discutir mucho más sobre tonos y semántica, se colocaron a orillas de un estanque, colocando una manta de picnic sobre el pasto recién cortado y bajo la sombra de un árbol frondoso.
—Siempre quise algo un tanto al estilo antiguo —Sarah comentó, tras sentarse sobre la tela—, y de no ser por el grupo de dominicanos con el estéreo tocando a Don Omar, casi podríamos estar en una escena de romance clásico.
—¿No eres tan snob para despreciar una forma de arte solo porque no es de tu gusto personal?
La morena sonrió.
—Sabía que por algo me gustaste en primer lugar —dijo colocándose acostada, con los brazos fungiendo como almohada para su cabeza —. ¿Sabías que el ballet fue considerado indecente cuándo surgió por primera vez? Las bailarinas eran vistas como poco menos que pirujas. ¡Y ni hablar de la actuación! Si eras actriz, la gente te tildaba como una mezcla de prostituta y pordiosera.
—¡Paren las prensas! —Will exclamó—. ¡Mujeres que dedican su vida a la expresión artística y no a la crianza de niños son juzgadas de tener dudosa reputación!
Will se colocó a su lado, y ambos miraron a las nubes.
—Claro —Sarah murmuró—, tampoco se trata de juzgar a las mujeres que quieran dedicarse a ser madres; vaya que no debe ser una labor sencilla.
—¿Entonces, vas a ver bebés en el cielo como en los primeros cinco minutos de Up?
—¡Jajajaja! ¿Es tu manera de decirme que quieres llevarme a la cama?
—¡N-no! ¡Salto cielo, no!
—¡Ah! ¿Entonces eres muy bueno como para intentar llevarme a la cama, eh?
—¡N-no! ¡Es sólo que...!
—Will, amor —Sarah se acurrucó a su lado—, te pones muy nervioso, muy fácilmente.
—C-claro.
Tras estar en silencio unos minutos, el rubio sacó del bolsillo de su saco su teléfono.
—En la televisión —Will dijo mientras desenredaba los auriculares de su dispositivo—, una canción apropiada es suficiente para darle el toque de perfección a cualquier momento.
—¿E-estás acaso... diciendo que ya estamos en esa etapa de la relación? ¿La de compartir canciones, y no solo en Facebook dónde todos le dan "like" pero nadie realmente escucha?
—Puede ser pronto, pero tengo un buen presentimiento con esto, y con nosotros.
Sarah tomó uno de los auriculares y se lo colocó; Will hizo lo mismo, y presionó el botón de reproducción.
—Eso no fue lo que tenía en mente —la chica indicó—. ¿Esos fueron gemidos de mujer?
—¡Perdón! —se excusó el muchacho—. Tenía shuffle en mi colección de efectos de sonido clásicos.
—Está bien; me hacen pensar en el teatro.
—¿Alguna obra en especial?
—No, sólo, en el arte en general. En este como una disciplina.
—Oh, claro...
—Creo que debí haber aceptado entrar a la obra escolar de este año —Sarah indicó, mirando al cielo, con su cabeza apoyada por encima de sus dos manos—. No sonaba tan mal.
—¿No sonaba tan mal? ¿Los Pitufos: El Musical, no sonaba tan mal? —cuestionó Will.
—Seguía siendo mejor que la biografía del youtuber ese que resultó ser un nazi.