Amor Para Dos

La Clase De Literatura

Aunque apreciaba la actividad como un arte en sí mismo, la literatura no era el terreno de Sarah; lo de ella eran más los asuntos de lo visual: ilustración, pintura, hasta un poco de escultura.

Tenía mucho que agradecer entonces que Will sí supiera apreciar más dichas disciplinas. Además, era tremenda excusa para poder sentarse a su lado durante la clase del profesor Kovacs, que instruía dicha materia para orientarse y apoyarse mutuamente.

—Señorita Greenberg, señor Hoggard —anunció el profesor a sus espaldas, sin que ambos amantes hubieran notado siquiera si ingreso al aula de clases—, me gusta ver el amor joven flotando en el aire, pero recomendaría que por el momento floten a sus asientos y dejen las sesiones de besos para sus recamaras o al menos los sanitarios.

—¡Profe, no es lo que parece! —Sarah anunció con premura, separándose al instante del contacto con su rubio—. ¡Sólo eran... caricias inocentes! ¡Sí! ¡Eso! ¡Nada más que eso y...!

—Señorita, ¿puedo hacer una observación? —el docente preguntó un poco apenado, alejando la mirada y con el rostro colorado.

—Eh, claro que sí.

—¿Puede, por favor...? Ejem, ¿puede por favor acomodarse el sostén?

La morena bajó su mirada, y... parte de su indumentaria que quizá no deseaba revelar (al menos, no gratis) sí se notaba. Acomodó su blusa, y buscó su lugar; Will tomó el de a lado.

—¡La próxima vez no me permitas dejarme llevar tan rápido! —Sarah le reclamó en voz baja al muchacho rubio.

—¡Lo siento! ¡N-no me pude resistir! —Will en turno respondió enrojecido como sangre coagulada.

—Ahora, chicos y chicas, después de ese pequeño acto de exhibicionismo que a pesar de todo sigue siendo de lo menos leve en esta maldita escuela, vamos a partir con la lección de hoy —indicó el profesor Kovacs tomando posición al frente y al centro del aula—, y antes de que giman y cuenten los minutos para el descanso y poder empezar a fumar hierba debajo de las gradas del equipo de fútbol, les diré que quizá esta lección puede interesarles. O quizá soy muy optimista, pero vale la pena el intento. Ahora, señorita Martin —indicó a una alumna pelirroja de gafas en la segunda fila—, ¿está familiarizada usted con la Divina Comedia de Dante Alighieri, verdad?

—Claro que sí profesor.

—¿Puede decirme de qué trata, por favor?

—Bien, bueno, es sobre el propio autor que emprende un viaje a los infiernos, al purgatorio y al cielo en búsqueda de su amor, y...

—...es guiado por Virgilio, y recorre todos los reinos más allá del terrenal, sí, sí, lo entiendo. Ahora, ¡usted! ¡Señor Zabrocki! —indicó a un chico a lado de la pelirroja—. ¿Sí puso atención a nuestra lección sobre La Iliada y La Odisea o me equivoco?

—Trata sobre la Guerra de Troya, al menos la primera —el estudiante respondió—, y la segunda sobre el viaje de Odiseo a casa.

—¡Magnífico! ¡Magnifico señor Zabrocki! —Kovacs exclamó con extraña dicha—. Y ahora... señorita Greenberg... ¡SEÑORITA GREENBERG, no le meta mano ahí!

—¡Lo siento! —Sarah se excusó una vez más.

—Va, vamos, dígame: ¿tienen algo en común las obras ya mencionadas?

—¿Que... que fueron echas antes de la invención del lenguaje comprensible?

—El lenguaje siempre evoluciona querida estudiante; y siempre lo va a hacer: tenga en cuenta que quizá le sea tan difícil de entender como algún día a sus descendientes le será difícil de entender cosas como emoji o YouTuber. Pero no. ¿Señor Hoggard? Ya que ando por esa zona, ¿alguna idea de qué une a tales obras?

—Pues —Will rascó su nuca para pensar—, a parte de ser obras fundamentales dentro del canon literario occidental... están, basadas en cosas que alguien más escribió.

—¿Qué quiere decir con ello, señor Hoggard? —el profesor dijo, dando un par de pasos en dirección al chico de cabellera dorada.

—Es que, para poner un ejemplo —el adolescente gesticuló en su respuesta—, y sin meterme en religión porque de eso no sé en realidad, Dante Alighieri tomó mucho del folclor católico y lo uso para su propia obra.

—Y también de gran parte de la historia occidental hasta ese momento; prosiga joven.

—Y las obras de Homero, bueno, él no inventó a Odiseo, ni inventó lo de la Guerra de Troya, o los Dioses; tomó de cosas que ya existían y creó algo nuevo a partir de ellas.

—Ah, y es ahí dónde quería llegar —dio media vuelta y partió en dirección a la pizarra—, porque verán, al hablar de letras uno siempre piensa en aquellas grandes obras que blablabla. Y tienen su lugar, no estoy diciendo que no, pero a menudo se nos olvida que la literatura es algo vivo y en mutación, y nos guste o no, una de sus formas más practicadas hoy por hoy es en... el fanfiction —escribió la palabra con la tiza y... ¿alguna duda, señorita Greenberg? —preguntó al notar la mano de la morena alzada.




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