Hace un mes que Ana vivía en la hacienda de su marido sin poder acostumbrarse a ella, parecía un alma en pena sentada en su alcoba con la vista en el balcón que daba hacia un hermoso paisaje donde los cerros, los pastizales y los animales que vivían en el llenaban sus ojos, sin embargo poca importancia le daba a todo aquello.
-¡Niña, otra vez no desayunaste nada, te vas a enfermar!- reprocho la nana ingresando a la habitación mientras recogía la bandeja con alimentos.
-¡Eso espero, enfermar y morir, así iría junto a Juan!- exhalo
-¡Niña no digas eso, la vida es un regalo de Dios y solo Él decide cuando partiremos a su encuentro!- recrimino la mujer.
-¡Ojala decida llevarme pronto, mi vida aquí es un martirio!-
-Pero si tu esposo es bueno, te quiere- respondió dulcemente la mujer mientras acariciaba la cabellera de Ana – ¡Además mira este lugar, tan lindo, tan lleno de vida!- continuo
-Yo amaba a Juan y él a mí, y mi vida es el mar, no puedo estar lejos del mar- replico
-¡Niña, ese hombre ya está muerto, ya deja su alma en paz, si sigues llorando así no dejas que descanse, y tú te haces daño también!-
-¡Tienes razón nana, sé que debo dejar que descanse en paz, pero no puedo dejar de llorar, lo amo y no tienes idea de cuanto lo extraño!- sollozo
-Trata de querer a tu marido, dale una oportunidad, es buen hombre, ha hecho lo imposible por verte feliz y tú solo lo recibes con lágrimas-
-¡No puedo, no puedo!- lloro mientras corría a la cama y se lanzaba sobre ella ocultando su rostro en la almohada
-¡Trata niña, ese buen hombre no tiene la culpa de nada, no merece el trato que le das, él solo te quiere!-
Ana miro a la mujer con tristeza en sus ojos, se sintió muy mal de pensar en cada una de ellas, era verdad, desde el día de la boda él se había portado como un caballero, consolándola sin saber el porqué de su llanto, sin hacer preguntas y desde que llegaron a la hacienda cada quien dormía en su propia alcoba, él jamás intento nada con ella y aunque Ana se había portado distante, tajante y fría con él, Joaquín siempre le respondía con una palabra dulce y una sonrisa en su rostro.
-¡Buen día, princesa!, ¿Cómo te sientes el día de hoy?- dijo Joaquín asomando su cabeza hacia la alcoba.
Mientras la nana salía de la habitación con la bandeja en sus manos y Ana se secaba las lágrimas.
-¡Bien, gracias!- respondió mientras soplaba su nariz con un pañuelo
-¿Te sientes bien cariño, estas enferma?- pregunto acongojado
-¡No, no es nada!-
-Pero no desayunaste, otra vez y veo que has vuelto a llorar, por favor dime que te ocurre quizá yo pueda ayudarte-
-Perdón Joaquín pero no hay nada que tu o nadie pueda hacer, te suplico no intentes preguntarme más-
-Está bien, quería preguntarte si te sentías con ánimo de ir a cabalgar, tomar aire fresco y conocer la hacienda, creo que te sentara bien-
-Sí, está bien, me cambiare enseguida- contesto Ana resignada
Mientras ella y Joaquín recorrían la enorme propiedad cada uno montado en un caballo Ana tenía sus pensamientos muy lejos de ahí, miraba el paisaje de campo sin contemplarlo realmente.
-¿Qué te parece este lugar?- pregunto Joaquín sacando a Ana de sus pensamientos
-Lindo- respondió
-Sé que estas acostumbrada a otro tipo de lugares pero el campo también tiene lo suyo-
-No, de verdad es lindo, solo que… extraño el mar- exhalo
-Podemos visitar a tu padre cuan…-
-No- interrumpió Ana
-Pero yo creí-
-No quiero ver a mi padre- exclamo Ana
Confundido por su reacción Joaquín trato de interrogarla pero ella inmediatamente giro al caballo con dirección a la hacienda y cabalgo a todo galope con Joaquín siguiéndola por detrás, precipitadamente bajo del caballo y corrió a su habitación, al llegar se encerró dentro su alcoba.
-Ana, por favor explícame ¿Qué pasa?- preguntaba ansioso Joaquín mientras tocaba la puerta sin respuesta alguna.
-Señor, no le insista, mi niña es… muy especial- dijo la nana
-¿Usted sabe que le pasa Doña Florencia?- pregunto preocupado
-Lo sé, pero no soy nadie para decirle, solo ella puede hacerlo a su debido tiempo-
-Pero-
-No insista por favor, yo no puedo, solo le suplico que siga teniendo paciencia con mi niña, ella es buena pero está sufriendo-
-¿Por qué sufre?, ¿Es por mí, por casarse obligada conmigo?-
-No señor, es más complicado pero repito no soy quien para hablar, disculpe- dijo la mujer mientras se retiraba, dejando a Joaquín pensativo.
A la hora de almorzar Joaquín se encontraba en el comedor como siempre solo, una mujer le estaba sirviendo su sopa cuando Ana se sentó a su lado derecho.
-¡Vaya, que agradable sorpresa verte aquí!- dijo Joaquín mientras tomaba la mano de Ana y se la llevaba a sus labios para besar su torso- ¿Me acompañas a comer?- continuo
-Si- respondió Ana mientras recuperaba su mano para colocar la servilleta de tela en su regazo
-Me alegra verte, y espero estés con buen apetito-
-Si- dijo Ana incomoda
Después de unos minutos de comer en profundo silencio Ana dio las gracias y se retiró de nuevo a su alcoba, Joaquín sentado en el comedor miraba su plato vacío con tristeza
-¿Podemos hablar?- dijo Joaquín golpeando la puerta de Ana
-Pasa- respondió ella
-Hasta ahora he sido muy paciente pero sinceramente me preocupas, sé que no te casaste enamorada de mí, tu padre arreglo nuestro matrimonio, solo que no pensé que yo te desagradaría tanto-
-No, tú no me desagradas- respondió Ana con seriedad
-Sé que no me quieres, yo si te quiero y por eso soporto todo pero si prefieres anular nuestro matrimonio, así será- dijo Joaquín severamente
-Yo… yo no, yo no deseo eso- suspiro
-No te creo, lo dices por no faltar a tu palabra, quizá por temor a tu padre o …-