Amor pirata

Capítulo 29 Epilogo

-¿Qué pasa?- pregunto Santiago al escuchar a su madre tocando insistentemente la puerta de María y rogándole que la escuchara.

-¡Nada mi amor, vuelve a tu habitación por favor!- dijo Ana muy calmada

-¿Pero porque estas gritando en la puerta de mi hermana, volvió a discutir contigo?- pregunto muy preocupado el muchachito mientras su nana trataba de persuadirlo para ir al jardín.

-¡Cariño ve con la nana por favor, luego hablamos!- dijo Ana un poco seria, el joven entendió y enseguida se fue algo molesto

Ana insistía una y otra vez sin respuesta alguna, hasta que finalmente se dio por vencida y decidió dejar de intentar, muy adolorida por la situación regreso a su alcoba, entre lágrimas tomo de nuevo la carta de Juan y la releyó, cerró los ojos, respiro profundo y se dirigió a su peinador, tomo una pequeña bolsa y en ella metió todas sus joyas de valor.

-¿Por qué pelearon mamá y María?- pregunto Santiago a la nana mientras caminaban por el jardín

-Eso te contara tu mamá en algún momento, ahora ambas necesitan espacio, tienen que tranquilizarse y después harán las pases- respondió la mujer

-¡Nunca me entero de nada, todos me tratan como si fuera un niño chiquito!- refunfuño el jovencito cruzando los brazos con el ceño fruncido.

-¡Cariño!, hay cosas que son de adultos y ustedes los jovencitos no tienen que meterse- dijo la mujer acariciando la cabeza de Santiago para apaciguarlo

-¡Pero mi hermana no es tan mayor, solo me lleva con dos años!- respondió el joven

-Es verdad pero como ya te dije tu mamá te contara-

-¡Nana, gracias por quedarte con Santiago, hablare un momento con él!- dijo Ana mientras se acercaba a ellos, la mujer asintió y enseguida se retiró dejando a madre e hijo solos

-¿Qué pasa con mi hermana?- pregunto el jovencito algo preocupado

-Nada, solo es una rabieta, ahora mi amor, quiero que me escuches con atención- respondió Ana

-¿Qué pasa mami?- pregunto asustado

-Cariño, tengo que hacer un pequeño viaje, pero volveré muy pronto, tu hermana está molesta y no quiere escucharme, así que como hombrecito de la casa, tienes que cuidarla y dile que regresare, los amo muchísimo- dijo Ana abrazando a su hijo con todas sus fuerzas.

-¿Vas con la tía?- pregunto extrañado Santiago

-No, pero te prometo que no tardare, cuídense mucho – beso a su hijo en la frente y se alejó a buscar a la nana

-¡Nana, te encargo mucho a mis hijos!- exclamo Ana enseguida vio a la mujer, está sorprendida por aquel imprevisto pedido, quedo aturdida sin responder, solo vio que su niña se dirigía a un carruaje, llorando  muy afligida, después de que Ana subió en el carruaje y este comenzó a andar, la mujer recién reacciono.

-¡Niña, espera, no te vayas, no puedes dejar…!- grito desesperada cuando el carruaje ya se alejaba de la propiedad.

-¡Mamá!- grito María desde su ventana, rápidamente salió de su habitación y corrió con todas sus fuerzas hasta la puerta de ingreso a la hacienda, con lágrimas en los ojos

-¡Ay mis niños!- dijo la nana llorando

-¡Es mi culpa nana, yo rechace a mi mamá, le dije que se fuera con ese hombre y lo hizo!- lloro María, abrazando a la nana

-¡No digas eso cariño, no fue tu culpa, solo, no lo entenderías, son cosas de adultos!- dijo la mujer consolando a la jovencita

-¿Por qué nana, porque mi mamá nos abandonó entonces?- dijo la muchachita entre lágrimas

-Como te dije cariño, son cosas de adultos, aun estas muy joven para comprender pero tu mami los ama muchísimo a ti y a tu hermano- respondió la mujer llorando también

-¡Ahora ustedes por que lloran!- dijo Santiago disgustado -¡Mujeres, solo saben llorar!- continuo

-¡Mamá se fue!- grito María llorando esperando que la reacción de su hermano sea la misma pero la indiferencia del muchacho la sorprendió

-¡Ya lo sé! ¿Y?- respondió el jovencito indiferente mientras ambas se miraban extrañadas

-¿Cómo sabes?- pregunto María

-Mama se despidió de mí, dijo que volvería pronto, que  como hombre de la casa debía cuidarte y que como estabas enojada, no se atrevía a despedirse de ti- contesto el muchachito muy tranquilamente mientras la nana trataba de ahogar su llanto.

María abrazo a su hermano como queriendo consolarlo pero el jovencito no entendía lo que sucedía.

Después de casi un día de viaje en carruaje Ana finalmente llego a Vera Cruz, media hora antes de las siete de la mañana, era un día bastante nublado por lo que aun parecía de noche, Ana se dirigió al muelle, habían muy pocas personas esperando abordar sus respectivos barcos, los barcos pesqueros ya estaban  volviendo para vender sus productos, Ana miraba a todo lado en busca de Juan, de pronto parado a lado de un poste se encontraba un hombre alto y de buen cuerpo, todo vestido de negro, con la cabeza baja, usando un sombrero que le cubría el rostro, era el, era Juan, quien esperaba ansioso la llegada de Ana, ella caminaba lentamente hacia él, lo observaba con ternura, a la vez su corazón latía aceleradamente, los nervios  la invadían, finalmente Juan alzo su vista, gratamente sorprendido miro a Ana acercarse a él, la saludo con una gran sonrisa y la abrazo fuertemente

-¡Mi amor!, sabía que vendrías- susurro a su oído –Ahora seremos muy felices, nada nos volverá a separar, ¡Te amo, mi vida!- dijo Juan muy contento besando la frente de Ana, luego sus mejillas y finalmente sus labios.

-Juan…- suspiro Ana con lágrimas en los ojos

-¿Mi amor, por qué lloras?, cariño, tus hijos estarán bien y vendrás a visitarlos, no te preocupes- dijo él animosamente

Ana lo miro, no podía hablar, tenía un nudo en la garganta que se lo impedía, solo lloraba y sujetaba las manos de Juan con fuerza.

-¿Amor, que pasa?, sé que te duele dejar a tus hijos, pero estaremos juntos, ya estás aquí, significa que decidiste venir conmigo- dijo Juan intentando calmarla pero el llanto de Ana era más amargo con cada palabra




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