Amor, Poder Y Obsesión: Nivel 1 Vol 1

CAPÍTULO CUATRO

CAPÍTULO CUATRO

Kathleen

Apenas entre a la cocina donde las luces estaban apagadas, y no se escuchaba ni un solo sonido en toda la casa, una sombra salió de entre la oscuridad.

— ¿Dónde carajos estabas metida? —Pregunta exaltado mi padre.

Miro la hora que marca el microondas y veo que recién son las 10.30 pm.

—Recién salgo de clases —Respondo con voz baja, procurando no despertar a Gregory.

Las luces del living están apagadas, eso es buena señal.

—No me veas cara de tonto, Kathleen —Indica él.

Me alejo de la entrada y busco en la alacena un vaso de vidrio para llenarlo de agua del fregadero. Me apoyo de espaldas a la encimera, y tomo agua con lentitud, dándole tiempo a mi padre para que siga juzgándome un rato más.

—Se huele el perfume de un hombre de lejos —Se escucha la paranoia de forma clara y explícita, plasmada a leguas, en su tono de voz.

No le contesto, ni le niego nada sobre sus paranoias. Prefiero quedarme en silencio, sin contestar, dejando que él acepte lo que quiera sobre mí.

— ¿Ahora piensas abandonar la universidad por un hombre? ¡¿Qué te está pasando?!

— ¡Para! ¡Por dios, basta! —exclamo exasperada por sus injustas acusaciones—. Sigo yendo a la puñetera universidad, tal y como prometí, y el perfume debe ser de un compañero que se ofreció a traerme.

— ¿Compañero? ¿En serio? —Pregunta incrédulo de mi respuesta. Afirmo con la cabeza, pero él no termina de creerme.

—Sí —afirmé, o eso quise hacer, aunque mi voz se oyó temblorosa, débil y frágil.

Todo el tiempo me hacía planteos de este estilo, siempre que nos encontrábamos por casualidad en la casa, encaraba este dichoso tema, como si fuese una cualquiera, que vivía trayendo tipos a la casa. Aunque, claro estaba que ni de cerca, podía ser una cualquiera.

Él lo sabía más que nadie, y muchas veces, se olvidaba de detalles de su misma hija, detalles imprescindibles, que no podían olvidarse así porque sí, aunque él, Brad Michelle, era la excepción a muchas cosas.

Era mi excepción para mentirle al resto de muchas cosas, y aun internamente me preguntaba, ¿Por qué lo ayudo?

<<Es tu padre>> decía una voz en mi cabeza.

Miles de cosas quería gritarle en un momento como este, muchos diálogos se cruzaban por mi cabeza, pero, lo más pésimo sobre mi misma, algo que me aborrecía a tal punto de odiarme a mí misma: era la timidez, el temor a ser humillada después de decir algo.

Apreté los labios; aunque en mi cabeza imaginaba cuantas cosas podría decirle con el mayor cinismo y frialdad que él, haya visto en mí  todo este tiempo:

<<—Además, no sé porque me haces toda una escena, cuando la mayoría de las noches estás fuera de casa, quien sabe dónde —Le lanzo un puñal tal y como él me estaba lastimando a mí. El se queda con lo que iba a decir por la mitad, con ganas de decirlo; aunque no puede. Sabe que no tiene el derecho para hacerlo, lo perdió hace bastante—. Además, cuando no estás aquí, nunca sabes que es de mí. Podría estar Dios sabe dónde, y tú no sabrías si necesito algo o no.>>

En vez de animarme a decírselo, tal y como merecía oír de mi boca, salió algo completamente diferente.

—Te prepararé la cena —me oí decir, sintiendo que otra persona se había apoderado de mi propio ser.

Internamente, no quería cocinarle, quería decirle que su comida había sido ayer, y no iba a ser como si nada ocurriese, pero, sin embargo, me dispuse a buscar algo que prepararle.

Él titubeó ante mi repentino cambio de humor, y me esforcé en fingir una sonrisa torcida, y él no sospecho nada sobre lo que podía estar pasando internamente conmigo. Y darme cuenta de ello, fue un golpe que esperaba, aunque no creía que llegase tan pronto.

Darme cuenta que él no sabe cuándo le estoy mintiendo, u ocultando algo, cuando estoy rompiéndome por dentro.

Me preguntaba porqué no podía ser tan fácil delante de los muchachos, o tener tantos amigos como se me fuese posible, para ocupar mi día desde temprano hasta altas horas de la madrugada, y evitar verlo cara a cara, como el inevitable recuerdo que me causaba de lo que una vez fue como padre, y lo que ahora no podía ni siquiera asemejarse un mínimo porcentaje a ese recuerdo.




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