Amor, Poder Y Obsesión: Nivel 1 Vol 1

CAPÍTULO NUEVE

CAPÍTULO NUEVE

 

24 de septiembre del 2014

Kathleen

Miro mi figura en el espejo, ajustando con cuidado la colita con un moño, que sostiene mi fino cabello castaño. Ajusto la tela, pero no demasiado, solo lo necesario para que me sostenga la cola de caballo, que acabo de hacerme. Cierro mi sudadera gris y abrocho mis jeans azul claro.

Un golpe brusco atenta contra la puerta de mi cuarto, suspiro, apresurándome a subirme el cierre del jean, y acomodar cualquier cosa inoportuna fuera de su lugar. Saco la llave de la cerradura, y abro la puerta, encontrándome a mi papá, parado sin expresión legible en su cara, vistiendo de la misma forma que la última vez que lo vi, hace días atrás.

Está desastroso, y hago una mueca al oler lo mal que huele.

— ¿Sí?

— ¿Sabes si tu primo estuvo tomando cerveza en la casa? —me pregunta, con voz rasposa y grave, delatando lo que estuvo haciendo en la noche anterior.

Niego con la cabeza, y no puedo evitar molestarme por el motivo de su interrupción. Es muy obvio, tanto que me doy cuenta de que nuevamente está cayendo en las viejas andanzas.

Pero, el problema, radica en que me crea tan tonta como para creerme su ridículo discurso de hacerse el desentendido sobre algunas cuestiones.

— ¿Por qué no vas y te compras más latas? —sugiero, con tono borde.

Trate de sonar menos cortante, pero cada vez que trato de sonar amigable, aunque hable con indirectas dañinas, éstas salen como una lanza directo a clavarse en la otra persona. Tengo que practicar más sobre mi mal modo de decir mis sinceros comentarios.

— ¡No me hables en ese tono, Kathleen! —refunfuña él, levantando la voz, y perdiendo parte de esta en el proceso.

Quiero reírme, pero me contengo de hacerlo frente a sus ojos.

—Solo eres tu quien viene aquí a preguntarme quien bebió cerveza, —tomo aire, preparando mi mano para cerrarle la puerta en su cara, la sostengo con firmeza, tanto que mis nudillos descargan el enojo contra la madera—. No sé, pero creo que necesitas preguntarte porque te trato de la forma en que lo hago, ¿No te lo has pensado? ¿Será el hecho de que me creas tan tonta que no sé que esas latas son tuyas y no de Greg? Claro, porque estás con tanta resaca que apenas puedes abrir un ojo para ver quién es la persona que limpia tus desastres.

Su cabello esta largo, y observo que está grasoso, siendo esto el indicador clave de que no se baña hace varios días consecutivos, su imagen es una versión miserable de lo que este hombre llego a ser un día, y verlo de esa forma, solo me amarga el día.

Me hago la cabeza durante un buen rato, pensando cómo es que uno se puede ver al espejo y no verse realmente en él.

La forma en que nuestra cabeza nos juega en contra, siendo nuestro peor enemigo, impidiéndonos ver la cruda y cruel verdad.

—No tienes derecho a faltarme el respeto así —musita enojado, hace el amago de acercarse a mí, pero yo retrocedo justo para meterme en mi cuarto, y entornar la puerta, hasta solo ver por una pequeña ranura su cara de disgusto.

Oigo, los pasos de las botas militares, características en él, subiendo los peldaños de la escalera. Lo veo asomarse por detrás de Brad.

— ¿Qué sucede acá? —pregunta desconcertado, viéndonos a ambos.

—Tu prima acaba de pasarse de la raya —suelta con voz de pocos amigos, Brad, y dos pares de ojos se posan en mí. Pongo los ojos en blanco, acostumbrada a esta clase de acusaciones—. Piensa que puede hablarme como se le dé la gana.

—Kathy, cierra la puerta —dice mi primo suavemente, quisiera hacerle caso, pero quiero saber que pasará.

No quiero seguir siendo tratada con pinzas, como una muñequita de porcelana, necesito ver esto con mis propios ojos.

—No —decido, abriéndola más, marcando mi posición—. Estoy bien con esto.

—Vamos, tío, tienes que dormir un poco —Le sugiere Gregory, alcanzando el brazo de mi padre, lentamente.

Este se altera, soltándose bruscamente del agarre de su sobrino, y se aleja de nuestros cuerpos.

—No entiendes nada, Gregory —dice mi padre, con furia, sus ojos lo demuestran también, pero a su pesar, me fijo con detalle en las marcadas bolsas debajo de sus ojos, y veo que el moreno tiene razón después de todo.

Esta tan solo pasado de rosca, no debe haber dejado de trabajar en días, y conociendo sus problemas, debe de estar sumergido en papelerío constate, y sus penas las apaga con alcohol, y más papeles.




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