Amor Prohibido

Prólogo

 

—Georgi… —murmuraron despacio los labios de la niña a espaldas de él—, no mires atrás. De ninguna manera. Tú solo corre, ¿me oyes? Corre lo más rápido que puedas. Ella está justo detrás de nosotros.

El niño tragó saliva y maldijo el momento en el que se alejaron del pueblo y se adentraron en aquel extraño prado.

—Pero ella no sale del bosque…–señaló él haciendo ademán de darse la vuelta.

La niña lo detuvo antes de que el muchachito lograse voltear.

—¡No bobo! No mires atrás. ¿O acaso no recuerdas lo que nuestros padres siempre nos dicen?

Él asintió y entonces ambos repitieron a la vez aquello que los progenitores del pueblo aconsejaban a sus descendientes infantes:

—«Jamás la mires directamente a los ojos: te engañará.»

Hubo un silencio incómodo en el que sólo se percibieron un par de pájaros que volaban desde la copa de los árboles para luego perderse en el horizonte. A pesar de que Georgi y Teby tenían sólo 8 años, ellos se consideraban lo suficientemente valientes como para alejarse de sus hogares para aventurarse en juegos nuevos y cada vez más peligrosos.

Aunque esta vez se alejaron demasiado: estaban a una peligrosa proximidad del bosque.

Donde vivía ella

—Georgi—susurró la niña.

—¿Qué ocurre ahora, Teby?—preguntó el niño incapaz de moverse y cerrando los ojos con fuerza.

—¡¡¡Corre!!!

Entonces él salió disparado sin ver hacia dónde. Lo hizo con todas sus fuerzas como si su propia vida dependiese de aquello. Sentía las mejillas arder y latiendo la sangre bajo la piel; el corazón palpitando con intensidad en su pecho y un sabor a bilis repugnante en la boca.

Hasta que se cansó de correr y abrió los ojos para percatarse de dónde había llegado: el bosque. Había estado a muy pocos pasos de adentrarse en este lugar y era consciente de que aquí sí correría verdadero peligro su vida.

Y todo por haber crecido con miedo a una bruja, cual nunca nadie había visto pero todos en Antwerpen aseguraban su existencia. ¿Valdría la pena comprobar las cosas?

Pero no. Había otro problema para Georgi mucho mayor… Teby. Ya no estaba. Miró hacia todas partes y entonces la desesperación aumentó dentro de él. ¿Qué les diría a sus propios padres? ¿A los padres de Teby? ¿Con qué cara le explicaría a la tan enferma y moribunda madre de su amiga que la pequeña fue raptada por la bruja?

La cabeza le daba vueltas y ahora, a causa de la desaparición de su amiga, él también estaba en peligro.

La bruja… podría venir a por él.

Retrocedió lentamente. Hasta que sus pasos chocaron contra algo justo detrás suyo. Podría ser un árbol o un arbusto pero no, su talón estaba postrándose con terror por encima del pie de alguien más.

Y con cautela Georgi se dio la vuelta…

El corazón le dio un vuelco.

—¡Bu!—lo interceptó Teby jactándose del miedo del niño. Y entonces ella se echó a reír a carcajadas.

A él, la broma de su amiga no le había hecho ninguna gracia. Georgi tenía sus ojos color miel llenos de lágrimas y unas ganas eufóricas de romper en el llanto más desesperado de toda su vida.

La peor humillación de su existencia fue aquella, que la hermosa y caprichosa Teby le había hecho vivir… el hecho de que una niña se riera de él. ¿Dónde quedaba su espíritu heroico y su papel de “Hombrecito”?

—Ya… no te burles.

Ella seguía a las carcajadas.

Georgi agachó la cabeza y se dio la vuelta dándole la espalda al bosque y a la niña para luego comenzar a caminar de camino al pueblo nuevamente. Pero su amiga se alteró ante tal reacción.

—¡Eh, Georgi! ¿Dónde crees que vas?—salió Teby tras él.

—A casa, en poco tiempo será hora de la cena.

—¿Y qué tiene? Aun tenemos tiempo de seguir jugando.

—Pero mamá se enoja cuando no llego a tiempo para…

—¿Tu mamá te quiere seguir dando de comer? ¿Acaso no nota lo gordo que estás?—dijo ella con crueldad entre risas y él se avergonzó tanto que sus cachetes regordetes tomaron una intensa tonalidad rojiza—. Si sigue alimentándote así,  te reemplazará por los cerdos y la próxima cena de tu familia será Georgi a la cazuela.

Él la fulminó con la mirada admirado de los rizos de su amiga y su delgadez envidiable para cualquier persona de Antwerpen. Quizá, como ella era preciosa, si él le hacía caso llegaría a bajar su sobrepeso…

Negó con la cabeza. Si dijo a sí mismo que no podría compararse con Teby jamás por mucho que le gustase, y si ella no lo miraba de la misma forma que él a ella, no quedaba mucho por hacer. Pero sí pelear para lograr esto.

—¿A qué quieres que juguemos?—preguntó Georgi medio convencido.

Entonces una sonrisa maliciosa se dibujó en el rostro de la niña y luego se dio la vuelta para mirar el bosque…

Él convino la mirada pero con sorpresa.




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