En una calurosa tarde de verano en el internado de St. Paul, donde el aire estaba impregnado de la fragancia de las flores recién florecidas. Candy, con su cabello dorado brillando bajo el sol, se encontraba sentada en un banco del jardín, sumida en sus pensamientos. Había algo en su corazón que la inquietaba; un sentimiento que había crecido con el tiempo y que no podía ignorar: su amor por Albert.
Albert, el misterioso y carismático joven que había llegado a ser una figura central en su vida, siempre había estado a su lado, brindándole apoyo y comprensión. Sin embargo, había una barrera entre ellos, un velo de formalidad que parecía imposible de romper. Candy sabía que él era más que un amigo; era su confidente, su protector y, sin duda, el amor de su vida.
Esa tarde, mientras las aves cantaban y el sol comenzaba a descender, Candy decidió que debía ser valiente. Se levantó y se dirigió al estudio de Albert, un lugar donde siempre se sentía segura.
Al llegar, encontró a Albert sentado en su escritorio, revisando algunos documentos. Al notar su presencia, levantó la vista y sonrió.
—Candy, qué sorpresa verte aquí —dijo con una calidez que hizo que su corazón latiera más rápido.
—Albert, necesito hablar contigo —respondió ella, sintiendo que la determinación crecía dentro de ella.
Él la miró con curiosidad, invitándola a continuar. Candy tomó una respiración profunda y se sentó frente a él.
—He estado pensando en nosotros... en lo que siento por ti. No puedo seguir ignorándolo.
Albert se quedó en silencio, sus ojos fijos en los de ella. La tensión en el aire era palpable. Finalmente, rompió el silencio.
—Candy, yo también he estado sintiendo lo mismo. Pero hay tantas complicaciones... nuestra diferencia de estatus, las expectativas de los demás...
Candy lo interrumpió, decidida.
—No quiero vivir con miedo ni con dudas. Lo que siento por ti es real y no puedo dejar que nada ni nadie lo arruine.
Albert se acercó, tomando sus manos entre las suyas. Sus ojos reflejaban una mezcla de sorpresa y deseo.
—Candy, eres la mujer más valiente que he conocido. Pero no quiero que te lastimen por mi causa.
—No me importa lo que digan los demás —respondió ella con firmeza—. Solo quiero estar contigo.
En ese momento, Albert sintió que toda su resistencia se desvanecía. Se inclinó hacia ella y sus labios se encontraron en un beso apasionado, lleno de todo lo que habían reprimido durante tanto tiempo. Fue un beso que habló de promesas y anhelos, un beso que selló su destino juntos.
A partir de ese día, Candy y Albert comenzaron a explorar su amor en secreto. Se encontraban en lugares apartados del internado, compartiendo risas, caricias y sueños. Cada momento juntos era un regalo, una fuga de la realidad que los rodeaba.
Sin embargo, sabían que debían ser cautelosos. Las miradas curiosas de sus compañeros y las expectativas familiares pesaban sobre ellos como sombras. Pero cada vez que estaban juntos, el mundo exterior desaparecía y solo existía su amor.
Las semanas pasaron y su relación se hizo más fuerte. Un día, mientras caminaban por un sendero cubierto de flores silvestres, Albert detuvo a Candy y la miró a los ojos.
—Quiero que todos sepan lo que siento por ti —declaró—. Quiero enfrentar al mundo contigo a mi lado.
Candy sintió una mezcla de alegría y miedo. Sabía que eso significaría desafiar las normas establecidas, pero también sabía que no podía vivir en la oscuridad.
—Estoy contigo —respondió ella con una sonrisa decidida—. Juntos podemos enfrentar cualquier cosa.
Así fue como Candy y Albert decidieron dar el paso hacia adelante. Con valentía y amor en sus corazones, enfrentaron las adversidades y lucharon por su felicidad. Su historia no solo se convirtió en un romance prohibido; se transformó en un símbolo de amor verdadero y resistencia.
Y así, entre risas y lágrimas, construyeron un futuro juntos, uno lleno de promesas y sueños compartidos, donde el amor siempre prevalecería sobre cualquier obstáculo.
Nos Leemos luego❤
Espero les hay gustado ❤
Editado: 21.09.2024