Había accedido a acompañar a Trizia a la fiesta que se celebraría en casa de Claire. No es que me entusiasmara la idea, básicamente porque todo el mundo sabía que sus padres no estarían allí y, qué pasa cuando juntas a medio instituto en un sitio sin supervisión adulta. Lo obvio, alcohol y demasiado desmadre.
Lo único positivo de todo aquello es que el instituto ya había terminado y a la mitad de los que asistirían a aquella fiesta no los vería durante el verano, la otra mitad me importaban aún menos que un cero a la izquierda, por lo que tampoco podía buscar una excusa para no ir, aunque el que estuviera allí Drake White era suficiente como para no hacerlo, pero le había prometido a mi amiga que me comportaría y sería, por una vez, una buena chica.
Todo iba genial. Juro que me crucé con él en varias ocasiones y simplemente lo miré mal. Mantuve mi lengua dentro de mi boca y me controlé para no tirarle el contenido de mi vaso cada vez que me daba la espalda e intuía que estaba poniendo mala cara, dedicada a mí, pero había hecho una promesa y pretendía cumplirla. Además, Drake era a uno de los que perdería de vista durante todo el verano.
Tal como terminaban las clases, a los dos días desaparecía del pueblo con su padre. Era hijo único y, aunque no podáis creerlo, años atrás era mi mejor amigo. Hasta que la tragedia del accidente de coche de su madre lo cambió todo y dejó de confiar en mí.
Hice lo que una niña de diez años podía decir y hacer en aquel momento. Le ofrecí todo mi apoyo y le declaré mi amor. ¿Qué sabía yo de amor?, efectivamente, una mierda. Porque él se dedicó a reírse en mi cara y desde aquel momento hacerme la vida imposible se convirtió en su mejor distracción.
—Vamos, Kansas —sí, ese era mi nombre y detrás tiene una larga historia, pero ya llegará el momento de que os la cuente —. Deja de lanzarle cuchillos a Drake y vamos a jugar un rato. Seguro que nos reímos, además, Brian está con ellos, lo mismo le toca besarte y se da cuenta de que lo peor que ha hecho es decidir que en verano tenéis que estar separados.
Aquello fue lo que remató el final de curso. Sí, Brian había sido mi novio en aquel curso, en pasado, porque al chico le había dado un ataque de sinceridad extraña en la que decía que, si tenía novia, una que no vería más que algunos días sueltos, no podría disfrutar como un chico de su edad, capitán del equipo de lacrosse, se merecía. Así que, como si los meses que habíamos compartido juntos no significaran nada, había cerrado un capitulo muy importante en mi vida y al parecer insignificante para él.
—Y crees que, si me siento allí, hago girar la botella y le toco yo, cambiará de idea. Vamos Triz. Aunque lo hiciera soy yo ahora la que no caería tan bajo —mi amiga me miró con cara extraña, más que nada porque dos días atrás había estado muy cabreada y estaba decidida a recuperar la relación con él —, pero eso no quita que me divierta un rato.
Apuré el vaso lleno de una bebida que no había probado en mi vida. El líquido al recorrer con tanta cantidad por mi garganta me dio el calor y la fuerza necesaria para coger otro de la mesa que tenía a mi lado, hacer el mismo gesto y acabar sentada en aquel circulo improvisado, donde todos iban algo bebidos y mi sed de venganza se había convertido en la fuerza necesaria para tomar una de las peores decisiones de mi vida.
No sé el tiempo que llevaba allí sentada, lo que tenía claro es que aún no había tenido la oportunidad de girar la botella, pero sí de cruzar la mirada con Brian y ver como compartía sus babas con un par de las animadoras del instituto. ¡Malditas zorras! La venganza iba a ser apoteósica y después de beberme más alcohol del que en mi vida había ingerido, me sentía poderosa y con fuerza para llevar a cabo el mejor plan de la historia. Solo me hacía falta un chico, uno que me sirviera para poner celoso a más o poder a aquel maldito cabrón.
Al fin me tocó el turno de hacer girar la maldita botella. Triz me preguntó un par de veces, mientras intentaba acercarme un poco más al centro del circulo para llevar a cabo mi plan, si me encontraba lo suficientemente serena para lo que, aunque no le había dicho, me rondaba en la cabeza. La ignoré deliberadamente. Agarré la botella y sin apartar la mirada de Brian la hice girar hasta que esta se paró un par de posiciones más allá de mi ex.
Seguí la dirección en la que apuntaba y poco a poco fui fijándome en el cuerpo del chico que estaba sentado frente a la botella. No hacía falta que subiera la mirada hasta su rostro, ya que sería capaz de distinguirlo entre un millar de tíos. Allí frente a mí, con esa sonrisa pícara que tanto lo caracterizaba, su pelo negro como el carbón, sus ojos azules y su cuerpo fibroso y musculado me dieron el impulso necesario para hacer lo que pretendía. En la vida lo hubiera elegido a él como parte de mi plan, pero Drake se había sentado ahí y ni siquiera me había dado cuenta, por lo que ya no podía dar marcha atrás.