Amor prohibido

Capitulo 3

Todo aquello tenía que ser una maldita pesadilla. Una de esas en las que ya estás casi despierto, en ese punto de limbo, pero no consigues moverte y cada vez estás más asustada. Así me encontraba yo.

Después de la extraña conversación por teléfono con Drake, mi madre subió a mi habitación. Intentó hablar conmigo, pero como digo sólo lo intentó, ya que ni siquiera la dejé cruzar la puerta.

—Kansas, tenemos que hablar lo que ha pasado ahí abajo —me rogó, pero mi silencio fue lo máximo que obtuvo por respuesta —. Por favor, déjame explicarte.

Quise gritarle que era una hipócrita, una embustera y que había perdido toda mi confianza. Me sentía tan mal en aquel momento que me obligué a mantener la boca cerrada para no decir algo de lo que me pudiera arrepentir.

En algún momento me quedé dormida. El ruido de unos nudillos golpeando de nuevo la puerta de mi habitación fue lo que me despertó. Mi madre venía a molestar más.

—Déjame en paz —bufé con ira mirando la puerta.

—Soy yo, Kans —la voz de mi amiga Trizia hizo que me levantara a toda velocidad de la cama y abriera la puerta para que me lanzara a sus brazos.

—Triz, menos mal que estás aquí. Mi vida es una completa mierda —sollocé mientras mi amiga me calmaba con un abrazo.

—Por favor, cuéntame lo que ha pasado, desde que saliste anoche de la casa de Claire con Brian, te perdí la vista.

Me la llevé al interior de mi cuarto, no sin antes volver a cerrar la puerta para que mi madre no molestara. Estaba segura de que en el momento en el que le dijo a mi amiga que podía subir a mi habitación, estaba con el oído puesto para recabar información de lo que le contaba.

Nos sentamos en mi cama, una frente a la otra con las piernas cruzadas después de haber sacado un paquete de patatas de mi alijo secreto para cuando la comida que había hecho mi madre se quedaba en el plato. No era mala cocinera, todo lo contrario, pero de vez en cuando le daba por imitar a los cocineros de Masterchef y pretendía que yo hiciera de él Chef Gordon, así que era entendible que tuviera comida escondida en mi habitación.

Le conté la actitud posesiva de Brian y como Drake, para asombro de ambas me sacó de allí antes de que se pudiera liar. Intenté recordar algo de lo que había pasado aquella noche, pero sólo podía recordar una botella de alcohol y de ahí todo estaba en blanco hasta que me desperté en la cama de Drake.

—Espera, espera. Cómo que estabas en la cama de White —preguntó cuando vio que iba a seguir con la historia y dejando eso de lado, como si no tuviera importancia.

—Triz, no sé qué pasó, ¿vale? Solo sé que me desperté allí y se encargó de traerme a casa —obvié, no sé porque razón, que yo estaba desnuda y que él estaba acostado a mi lado. Era algo que no sabía cómo había pasado y hasta que no lo describiera era mi secreto. Y el de Drake.

—Pues ya ha tenido que pasarte algo gordo si no le prestas atención a ese dato de la noche —dijo indignada mientras se metía una patata en la boca.

—El tema es que el idiota sigue formando parte de la historia —continué—. Recuerda que hoy conocería al novio de mi madre, la ilusión que me hacía conocer a ese hombre que le había devuelto la sonrisa. Bueno, pues lo conocí y nos ha invitado a pasar este verano con él y si hijo.

—Pero eso no es ningún problema —mi amiga escuchaba atentamente mi relato mientras daba buena cuenta al paquete de patatas.

—Lo hay cuando ese hijo no es otro que Drake White.

Trizia se llevó las manos a la boca, pero aun así vi como los trozos de patatas prefabricadas volaban en mi dirección impactándome. Un sonido que recalcaba el asco que me daba que mi amiga fuera, a veces, un poco puerca.

—Mierda, Kansas. Lo siento, pero es que me ha sorprendido —intentó limpiarme la cara, pero le aparté la mano antes de que pudiera y usé una camiseta sucia que tenía en la silla del escritorio —. Ahora entiendo tu preocupación.

Estuvimos un rato más discutiendo, o intentando, buscar una solución de cómo salvarme de ese tedioso verano. A ninguna se nos ocurría nada que fuera a funcionar. Mis notas habían sido excelentes, imposible solicitar clases de refuerzo en verano y menos cuando no sabía a donde iríamos. Aunque me hubiera gustado decirle que Trizia y sus padres me invitaban a pasar el verano con ellos, mi madre sabría antes de terminar la frase, que era mentira. Así que se despidió de mí cuando el volumen de mensaje avisándola que tenía que irse a casa era ya demasiado grande.

Dios, no había manera de librarme de aquello. Ya no solo era pasar un verano con el tío que más me odiaba y no se dignaba a decirme por qué. También tenía que lidiar con el tío con el que había despertado, completamente desnuda, sin recordar nada de la noche anterior.

Cuando mi amiga se fue dejó la puerta de mi habitación abierta, por lo que eso fue una clara invitación para que mi madre entrara sin llamar. Me negué a mirarla hasta que se colocó delante de mí y colocó sus manos sobre mis hombros.



#5229 en Novela romántica

En el texto hay: amor

Editado: 18.01.2019

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