Primero baja Jonathan, pero sin sus maletas, unos segundos después, se escuchan pasos en la escalera y ya me imagino quien es, cobardemente Jonathan fue por el maldito de su hijo y es ahí cuando lo veo, Walter se para frente a su padre en muestra de protección, ¡maldita sea!
—¿Qué haces en mi casa? Imbécil.
El ver a Walter de nuevo fue algo que definitivamente no tenía planeado, aun no estaba preparado psicológicamente, sentí como mis piernas estaban al borde del colapso, mi voz había desaparecido, mis manos empezaron a temblar ¡mierda! Soy un débil.
Ver de nuevo esos ojos color avellana me estremecía, y justamente venia sin camisa, dejando ver su abdomen marcado y dos de sus tatuajes, ¿cuándo se puso tan bueno? ¡mierda! Pero fácil me doy cuenta que Walter esta drogado, esto no será bueno.
Conozco sus intenciones y ¡no! ¡no voy a caer!
—¿Disculpa? Ah claro se me olvido que tienes pocas neuronas y apenas te sirven, no te preocupes hare esto más claro. Tú, con tu hermano y tus padres se van ¡A la calle! ¡Ahora!
Mi valor se elevó en el momento en que guardaespaldas, policías y mi padre se pusieron atrás de mí. Ya me sentía seguro a pesar de tener a Walter delante de mí.
—¿Quién te crees para mandarme? — me toma del cuello del traje.
Estamos a una mínima distancia siempre he sido 3 centímetros más alto que el, me causa tanto coraje que crea que me tiene a sus pies, pero no, cada momento, cada humillación y cada grosería llegan a mi mente y me hacen reaccionar.
No lo dudo ni un segundo más y ¡Santa virgen del boxeo protégeme!
Suelto un gran golpe al estómago de Walter haciendo que retroceda y no solo eso que caiga al suelo.
¡lo logré!
—No me vuelvas a tocar, pedazo de mierda— me arreglo el traje y sacudo.
El suelta una risa burlona, esa maldita risa que por años me ha atormentado.
—¿Crees que tus palabras tienen efecto en mí? No seas imbécil Steven y mejor lárgate de mi casa antes de que— Interrumpo —¿Antes que qué? — volteo a ver a Walter y en sus manos tiene un arma y lo que me deja helado es que no me apunta a mí, el arma esta en dirección a mi padre.
—Te largas de mi casa o tu papi sufre las consecuencias— una sonrisa maquiavélica se dibuja en su rostro, sus ojos reflejan una ira horrible.
Me paro frente a mi padre para protegerlo, no permitiré que le hagan daño a alguien más de mi familia.
—¡Vamos dispara! ¡hazlo! — veo fijamente a ese maldito demonio
Después de unos segundos baja el arma y comienza a reírse
—Steven proteges a tu papi, eres patético— saco el arma que me presto Carlos y es claro que mi padre, Walter ni Jonathan se lo esperaban.
Apunto hacia Walter Harris —sabía que no tenías las bolas— y antes de que diga algo, simplemente galo el gatillo y ¡bang!
—Pero yo si — sonrió
—¡Eres un maldito! — Jonathan corre a auxiliar a su hijo.
—Ay por favor Jonathan, solo está herido, mas no muerto. — sonrió
Me acerco para quitarle el arma a Walter, y este me mira de pies a cabeza, hasta que nuestras miradas se encuentran, su mirada está llena de odio de coraje y la mía solo es de satisfacción pura. Jonathan corre a buscar como parar la herida de su hijo.
—¿Ahora quién es el patético?
—Eres un— piso la herida de Walter
—Shhh, no digas nada o puedo hacerte daño— comienzo a reírme —Desde este momento soy yo quien te pisotea, literalmente.
El rostro de Walter refleja mucho dolor y solo quiero escuchar que suplique, deseo que se humille. Cada vez pongo más presión en la herida, hasta que consigo que grite de dolor.
—Steven . . . por favor . . . para
—¿Qué dijiste? No alcance a escucharte
—¡Maldita sea Steven! Por favor te suplico, te ruego, déjame en paz
—Este es apenas el inicio de tu “pequeño” infierno Walter.
Los policías no hicieron nada, al contrario, aceleraron paso al ver lo sucedido y los guardaespaldas junto a mi padre están boquiabiertos.
—¿Sorprendido? — arqueo la ceja izquierda
—No es la palabra que usaría, yo más bien diría orgulloso— me abraza mi padre
—Observa esto— sonrió
Jonathan está curando al idiota de su hijo, así que aprovecho para pedirle a dos guardaespaldas y tres policías que me acompañen, sin protestas ni nada acatan mis órdenes.
Ellos van atrás de mí, haciendo que mi ego se eleve hasta el cielo.
—Jonathan— levanta la mirada y para su suerte se encuentra con tres policías y un Steven con armas apuntando hacia él y su inofensivo hijo.
—Steven . . . baja esa arma, puede pasar una desgracia
—¿De verdad? ¿Cómo cuál? — y empiezo a pasar el arma cerca de su garganta, rozando su cabeza —¿Te da miedo? — digo burlonamente.
—¿Qué quieres Steven?
—¡Que se larguen! ¡Ahora!
—Pe- pero mi hijo, está herido, no puedes corrernos
—Me importa una mierda si tu hijo está herido o si se muere, y claro que puedo correrlos ¿quieres ver? — guiño un ojo —muchachos . . . ya saben qué hacer.
Los guardaespaldas cargan a Walter y por más que él ponía fuerza, los guardaespaldas lo cargaban como un costal de papas y los policías se encargaron de Jonathan. Tomé un poco del fino whiskey que había en la casa y antes de que los sacaran dije:
—Jonathan— su rostro se ilumino, creyendo que existía una esperanza de que cambiaría de opinión, pero eso no pasaría: — Y no es nada personal, bueno en realidad si, hasta luego— doy un trago al whiskey y después comienzo a reírme.