Amor real entre tradiciones

Capítulo 14: Confesiones frente al corazón de la corona

El salón del jardín invernal del Palacio de Amalienborg estaba bañado por una luz cálida que se filtraba a través de los ventanales antiguos, reflejándose en los cristales que protegían las rosas blancas, floreciendo desafiantes en el frío danés. La reina madre Margrethe, sentada frente a una tetera de porcelana pintada a mano, parecía una figura sacada de un cuadro: su porte era impecable, pero sus ojos azules escondían la agudeza de una mujer que lo había visto todo… y lo sabía casi todo.

Astrid Møller y Christian Valdemar avanzaron por el salón, sus pasos resonando suavemente sobre el suelo de madera pulida. Christian sostenía la mano de Astrid, que respiraba con fuerza, intentando calmar los nervios que le apretaban el pecho. No estaba nerviosa por la noticia en sí —el matrimonio secreto, el bebé en camino—, sino por lo que representaba poner su corazón sobre la mesa frente al mismísimo corazón de la monarquía danesa.

—Majestad —dijo Astrid, inclinándose con una reverencia suave, su voz temblando apenas.

Margrethe alzó una ceja, dejando la taza de té en su platillo con una precisión que delataba años de práctica.

—Querida, deja los títulos para la prensa —respondió, con un dejo de diversión en su voz—. Aquí eres Astrid, y tú, Christian, eres solo mi nieto favorito. —Hizo una pausa, sonriendo con picardía—. De momento.

Christian rió, relajándose un poco mientras tomaba asiento frente a su abuela, sin soltar la mano de Astrid.

—Abuela, siempre sabes cómo hacerme sentir especial —bromeó, aunque su mirada era seria—. Queremos hablarte de algo importante.

Margrethe se inclinó ligeramente hacia adelante, sus manos cruzadas sobre la mesa, su expresión serena pero atenta.

—Adelante, entonces —dijo, su voz cálida pero con un filo que sugería que ya sabía más de lo que dejaba entrever—. Supongo que no vinieron a charlar sobre las rosas del invernadero.

Astrid intercambió una mirada con Christian, su corazón acelerándose. Él asintió, dándole un leve apretón en la mano para animarla. Tomó aire antes de hablar.

—Abuela —empezó Christian, su voz firme pero cargada de emoción—, queremos contarte que Astrid y yo… nos casamos hace dos años. En secreto, en una capilla en las afueras de Malmö. Solo nosotros y un sacerdote. Sabíamos que podía causar problemas, pero…

Antes de que pudiera terminar, Margrethe levantó una mano, deteniéndolo con una calma que los dejó a ambos en silencio.

—Lo sé —dijo, su voz serena, casi divertida.

Christian parpadeó, su boca abriéndose ligeramente por la sorpresa.

—¿¡Tú lo sabías!? — exclamó, sus ojos abiertos de par en par.

Margrethe asintió, una media sonrisa curvando sus labios mientras tomaba otro sorbo de té.

—El sacerdote que los casó, Lars Henningsen, es un viejo amigo mío. No es precisamente discreto cuando está nervioso. —Hizo una pausa, sus ojos brillando con una mezcla de astucia y afecto—. Me llamó semanas después de la ceremonia, diciendo: “Espero que no te enojes, Margrethe…” No dije nada porque prefería que fueran ustedes quienes me lo contaran.

Astrid sintió un nudo en la garganta, pero esta vez era de alivio. Las lágrimas se acumularon en sus ojos, y apretó la mano de Christian con más fuerza.

—No queríamos decepcionarte, Majestad —dijo Astrid, su voz temblando—. Sabíamos que podía ser un escándalo, pero… lo amamos. Y no podíamos esperar más.

Margrethe la miró, su expresión suavizándose.

—Querida, no estoy decepcionada. —Hizo una pausa, dejando la taza en la mesa—. Estoy decepcionada cuando se ama sin coraje, cuando se doblegan ante el miedo o las expectativas. Pero ustedes… —Su mirada pasó de Astrid a Christian, llena de orgullo—. Han demostrado lo contrario. Pese a la tormenta, al secreto, al escándalo que vendrá, se han mantenido juntos. Eso es lo que hace a un verdadero heredero. Y a una futura reina consorte digna.

Christian sonrió, su alivio evidente mientras se inclinaba hacia su abuela.

—Entonces… ¿nos apoyas? —preguntó, su voz cargada de esperanza.

Margrethe rió suavemente, un sonido que llenó el salón de calidez.

—Con una condición —dijo, levantando un dedo con autoridad juguetona—. Que no me hagan esperar demasiado para conocer a mi primer bisnieto.

Astrid se quedó helada, sus ojos abriéndose de par en par.

—¿Cómo…?

Margrethe alzó una ceja, su sonrisa volviéndose pícara.

—Soy vieja, querida, pero no ciega. —Se inclinó hacia Astrid, bajando la voz como si compartiera un secreto—. He tenido sospechas desde que Emil empezó a verte con esa sonrisa boba de hermano orgulloso. Y luego, el chef me comentó que has estado rechazando todos los platillos de carne. No hace falta ser detective para sumar dos y dos.

Christian soltó una carcajada, sacudiendo la cabeza con incredulidad.

—Abuela, eres imposible —dijo, su tono lleno de afecto—. Sabías todo, ¿verdad? El matrimonio, el bebé…

Margrethe se encogió de hombros, tomando otra taza de té.

—No todo. Pero suficiente para saber que mi nieto ha elegido bien. —Miró a Astrid, su mirada cálida pero seria—. Sí, Astrid, estás esperando un bebé. Los médicos lo confirmaron esta semana, ¿verdad?

Astrid asintió, las lágrimas rodando por sus mejillas mientras sonreía.

—Hace unos días —admitió, su voz suave—. No quería decir nada hasta estar segura, pero… es real. Y estoy feliz, aunque también aterrorizada.

Margrethe se levantó de su silla con una elegancia que desafiaba su edad y se acercó a Astrid, tomándola de las manos.

—Estar aterrorizada es parte de ser madre, querida —dijo, su voz cargada de una sabiduría que solo los años podían dar—. Pero no estás sola. Tienes a Christian, al Rey, y ahora a mí. —Hizo una pausa, sonriendo—. Y pronto, a todo un reino que celebrará a ese pequeño.

Astrid se inclinó y abrazó a Margrethe, un gesto espontáneo que rompió cualquier rastro de protocolo. Por un instante, la reina madre abandonó su rigidez, rodeándola con los brazos y dándole un apretón maternal.



#5143 en Novela romántica

En el texto hay: amor, realeza

Editado: 23.12.2025

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