Amor real entre tradiciones

Capítulo 17: Silencio Real

El salón privado del ala este del Palacio de Amalienborg estaba envuelto en una tensión que parecía vibrar en el aire. Cuatro guardias de élite, con rostros imperturbables, custodiaban las puertas, asegurándose de que nadie sin autorización directa del rey o del príncipe heredero pudiera entrar. En el interior, la atmósfera era tan densa que podía cortarse con un cuchillo. Las paredes, cubiertas de tapices antiguos, parecían absorber cada palabra, cada suspiro.

Astrid Møller permanecía de pie junto a la chimenea apagada, con los brazos cruzados y el rostro más pálido que nunca. Sus ojos verdes, normalmente llenos de vida, estaban apagados, cargados de una mezcla de dolor y determinación. Christian Valdemar, sentado en un sillón cercano, sostenía un expediente en las manos, sus dedos apretando el papel con tanta fuerza que los nudillos estaban blancos. Era el primer informe del equipo de inteligencia privada, y cada línea era un golpe al corazón.

—Fue en la sala de incubadoras —dijo Christian, su voz baja, casi un susurro, como si temiera romper el frágil equilibrio de la sala—. Entre la una y las dos de la madrugada, hubo una breve interrupción en las cámaras. Y no fue un error técnico: fue hecho a propósito.

Emil, apoyado contra la pared con los puños apretados, dio un paso adelante, su rostro tenso por la furia contenida.

—¿Quién tenía acceso a esa zona? —preguntó, su voz cortante—. Porque alguien tuvo que entrar, apagar las cámaras y salir sin ser visto. Esto no fue un descuido, Christian.

El rey Frederik, que hasta ese momento había permanecido en silencio en un sillón al fondo, se levantó con una lentitud que no ocultaba su autoridad. Su mirada era grave, sus manos entrelazadas detrás de la espalda.

—No más de seis personas —respondió, su voz resonando con una calma que contrastaba con la tormenta en la sala—. El equipo médico, dos guardias de seguridad, y una enfermera supervisora. Todos están bajo investigación. Esto… —Hizo una pausa, sus ojos encontrando los de Astrid—. Esto fue una operación meticulosa. No fue un accidente. Alguien orquestó esto con ayuda interna.

Astrid giró hacia él, su rostro endureciéndose a pesar de las lágrimas que amenazaban con caer.

—Y nadie más debe saberlo —dijo, su voz firme aunque temblorosa—. Si esto sale a la prensa, pondrán en peligro al niño… y arruinarán la institución. No podemos permitir que el reino entre en pánico.

Christian se levantó, acercándose a ella y tomando su mano. Sus dedos se entrelazaron, y ella sintió el calor de su toque como un ancla en medio del caos.

—Estamos haciendo lo correcto, Astrid —murmuró, su voz suave pero cargada de determinación—. Pero necesitamos mantenernos fuertes. Por él.

Ella asintió, aunque el peso de la duda seguía aplastándola. Cada día que pasaba sin su verdadero hijo era una herida que no sanaba.

Los días siguientes fueron una danza agotadora de apariencias. Para los medios, Astrid y Christian mantuvieron una rutina cuidadosamente montada: sonrisas en las fotos oficiales, comunicados ambiguos sobre “reposo materno” y una salida pública con el pequeño Frederik, el bebé que no era suyo. Astrid sentía que moría un poco más con cada gesto falso frente a las cámaras, cada vez que sostenía al niño en sus brazos sabiendo que no era el suyo.

Esa noche, en la casita de huéspedes del ala este, Astrid se derrumbó. Sentada en el borde de la cama, con el vestido de la gala aún puesto, dejó caer el rostro entre las manos.

—No sé cuánto más puedo fingir —confesó, su voz quebrada mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas—. Me duele cada vez que lo abrazo, Christian. Me duele porque… él no es nuestro hijo.

Christian se arrodilló frente a ella, tomando sus manos y llevándoselas al pecho. Sus ojos brillaban con una mezcla de dolor y resolución.

—Lo sé, amor —susurró, su voz temblando aunque intentaba mantenerse firme—. Pero esto es solo por ahora. Lo encontraremos. Te lo prometo. No descansaré hasta que nuestro hijo esté en tus brazos.

Astrid lo miró, sus lágrimas cayendo sobre las manos de él.

—¿Y si no lo encontramos? —preguntó, su voz apenas audible—. ¿Y si alguien se lo llevó para siempre?

Christian negó con la cabeza, su mandíbula apretándose.

—No digas eso. Lo vamos a encontrar. Nadie puede esconderse para siempre, no de nosotros. —Hizo una pausa, inclinándose para besar su frente—. Eres la mujer más fuerte que conozco, Astrid. Y juntos, somos imparables.

Ella logró esbozar una sonrisa débil, apoyando la cabeza en su hombro.

—Te amo —susurró—. Pero estoy tan cansada…

—Entonces descansa en mí —respondió él, abrazándola con fuerza—. Yo llevaré el peso por los dos esta noche.

Mientras tanto, Ingrid y Emil trabajaban desde las sombras, cada uno a su manera. Ingrid, con su astucia y acceso a los círculos del palacio, se infiltró en los archivos del hospital, haciendo pasar sus revisiones como parte de un supuesto proyecto benéfico para la fundación real. Una tarde, en una sala de reuniones privada, se reunió con Astrid y Christian, sosteniendo una carpeta con documentos.

—Revisé los registros de entrada y salida de la clínica esa noche —dijo Ingrid, su tono serio mientras deslizaba la carpeta hacia ellos—. Hay una discrepancia. Una enfermera, Clara Nielsen, firmó una salida a las 1:45 de la madrugada, pero no hay registro de su entrada previa. Es como si alguien usara su credencial.

Christian frunció el ceño, hojeando los documentos.

—¿Y las cámaras? —preguntó—. ¿No captaron nada?

Ingrid negó con la cabeza, su expresión tensa.

—Las cámaras de esa zona fueron desactivadas por exactamente siete minutos. Quien lo hizo sabía exactamente lo que hacía.

Astrid, que había estado escuchando en silencio, levantó la mirada.

—¿Crees que Clara está involucrada? —preguntó, su voz temblando de esperanza y miedo.

Ingrid se encogió de hombros, pero sus ojos eran serios.



#5143 en Novela romántica

En el texto hay: amor, realeza

Editado: 23.12.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.