Amor real entre tradiciones

Capítulo 19: El lazo invisible

El Palacio de Amalienborg estaba envuelto en un silencio profundo durante la madrugada, roto solo por el suave susurro de la nieve que caía en los jardines exteriores, cubriendo las ramas desnudas con una capa blanca y serena. En la casita de huéspedes del ala este, la habitación de Astrid y Christian estaba cálida, iluminada por la tenue luz de una lámpara de pie en un rincón. El ambiente olía a lavanda y madera pulida, una calma frágil que contrastaba con las tormentas de las últimas semanas.

Astrid Møller sostenía al pequeño Oscar contra su pecho, el bebé de apenas unos días dormía profundamente, envuelto en una manta de lana tejida a mano por la reina madre Margrethe. Sus pequeños dedos se aferraban al camisón de lino de su madre con una fuerza delicada pero poderosa, como si supiera que ese era su lugar. Astrid lo miraba con una mezcla de asombro y amor, sus ojos verdes brillando bajo la luz suave.

—Nunca imaginé que algo tan pequeño pudiera sostenerme tanto —susurró, inclinándose para besar la cabecita cubierta de un fino cabello dorado.

Christian se acercó desde la pequeña cocina, sosteniendo una taza de té caliente que desprendía un aroma a manzanilla. Su cabello estaba despeinado, y sus ojos azules, aunque cansados, brillaban con una ternura que reservaba solo para ella y su hijo.

—¿Llevas horas sin moverte? —preguntó en voz baja, sentándose con cuidado en el sillón junto a ella.

Astrid sonrió, sin apartar la mirada de Oscar.

—No quiero dejarlo —admitió, su voz suave pero cargada de emoción—. Cada minuto con él se siente como si estuviera en deuda con el tiempo que nos robaron.

Christian apoyó la taza en la mesa y se inclinó hacia ellos, rozando con un dedo la mejilla del bebé. Oscar frunció ligeramente el ceño, se removió, y luego volvió a relajarse cuando escuchó la voz de su padre.

—Estoy aquí, campeón —susurró Christian, su voz temblando ligeramente—. No voy a irme. Nunca.

Astrid rió suavemente, mirando a Christian con una mezcla de amor y asombro.

—Es impresionante —dijo, acunando a Oscar con cuidado—. Aunque no nos ha oído ni visto mucho tiempo, reacciona a nosotros como si siempre hubiera estado aquí.

Christian sonrió, sus ojos fijos en el pequeño.

—Hay un lazo invisible —dijo, acariciando el cabello de Astrid y luego el de Oscar—. Que ni el tiempo, ni la distancia, ni los errores pudieron romper.

El día trajo consigo una visita inesperada. La puerta de la casita se abrió a media mañana, y Jens Møller, el padre de Astrid, entró con una expresión que oscilaba entre la emoción y la cautela. Era un hombre alto, de cabello gris y mirada severa, pero cuando vio a Astrid con el bebé en brazos, su rostro se suavizó por completo.

—Papá —dijo Astrid, levantándose con cuidado para no despertar a Oscar—. No sabía que vendrías hoy.

Jens se acercó, sus ojos fijos en el pequeño bulto en los brazos de su hija.

—No podía esperar más —dijo, su voz grave pero cálida—. Quería conocer a mi nieto. —Hizo una pausa, mirando a Astrid con orgullo—. Y asegurarme de que mi hija está bien después de todo lo que ha pasado.

Astrid sonrió, las lágrimas asomando en sus ojos mientras le pasaba a Oscar con cuidado.

—Aquí está —dijo, su voz temblando—. Oscar Frederik Christian Valdemar. Tu nieto.

Jens tomó al bebé con una ternura que contrastaba con su apariencia imponente. Sus manos, grandes y curtidas por años de trabajo diplomático, parecían casi demasiado grandes para el pequeño cuerpo. Oscar abrió los ojos, sus grises pupilas encontrando las de Jens, y dejó escapar un pequeño gorjeo.

—Vaya, pequeño —murmuró Jens, una sonrisa rompiendo su rostro—. Tienes los ojos de tu madre. Y esa mirada… vas a ser un problema, ¿verdad?

Christian, que había estado observando desde el sillón, rió suavemente.

—Es un Valdemar, Jens. El problema viene de fábrica —bromeó, levantándose para unirse a ellos.

Jens alzó una ceja, entregándole el bebé a Christian con cuidado.

—Y tú, Christian, ¿cómo estás manejando esto? Ser padre no es solo sonreír para las fotos.

Christian tomó a Oscar, acunándolo con una naturalidad que parecía innata.

—Es lo más difícil que he hecho en mi vida —admitió, su voz sincera—. Pero también lo más importante. Y con Astrid a mi lado, siento que puedo con todo.

Astrid se acercó, apoyando una mano en el brazo de su padre.

—Estamos aprendiendo, papá —dijo, sonriendo—. Pero Oscar… él nos está enseñando más de lo que imaginamos.

Jens asintió, su mirada suavizándose.

—Son una familia fuerte —dijo, su voz cargada de orgullo—. Pero tengan cuidado. El mundo no siempre es amable con los que brillan tanto.

Esa tarde, el rey Frederik convocó a Astrid y Christian a su despacho privado. La sala, con sus estanterías de caoba y retratos de antepasados reales, estaba bañada por la luz grisácea de la nieve que caía afuera. Frederik, sentado detrás de su escritorio, tenía una expresión que mezclaba orgullo y urgencia.

—Oscar es un milagro —dijo, su voz grave pero cálida—. Y Dinamarca merece conocerlo. Quiero que hagamos un anuncio público. No ahora, no con detalles, pero sí un reconocimiento oficial. El pueblo necesita ver que la corona está viva, que hay esperanza.

Astrid, sentada frente a él con Oscar en brazos, frunció el ceño.

—¿Tan pronto? —preguntó, su voz cargada de preocupación—. Tiene apenas unos días, Majestad. No quiero exponerlo todavía. No después de todo lo que pasó.

Christian, a su lado, asintió, su mano apoyada en la espalda de Astrid.

—Estoy de acuerdo —dijo, su tono firme pero respetuoso—. Queremos protegerlo, padre. Al menos hasta que sepamos quién estuvo detrás del intercambio. No podemos arriesgarnos.

Frederik suspiró, pasándose una mano por el rostro.

—Lo entiendo —dijo, su voz suavizándose—. Pero el pueblo ya está hablando. Los rumores están creciendo, y si no les damos algo, los llenarán con sus propias historias. —Hizo una pausa, mirando a Oscar—. Un retrato oficial, tal vez. Una foto de ustedes tres. Algo que muestre que la familia real está unida.



#5143 en Novela romántica

En el texto hay: amor, realeza

Editado: 23.12.2025

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