Amor, Sangre y Sombra

CAP 4-5-6

📖 CAPÍTULO 4 – MÁS CERCA, MÁS PELIGRO

Alan Allen no dejaba de pensar en ella.

Daniela Smith era un enigma, un muro con grietas por donde él quería mirar. Había algo en su forma de evitarlo que lo desafiaba. Lo hacía querer entenderla, aunque una parte de él —la que se parecía a su padre— le gritara que no se metiera donde no lo llamaban.

Pero nunca fue bueno para seguir advertencias.

La tarde siguiente, después de clases, Alan la esperó en la salida del instituto. No con un ramo de flores ni con palabras bonitas, sino con una pregunta simple:

—¿Caminas sola?

Daniela, con los auriculares colgando del cuello y la chaqueta a medio cerrar, lo miró de reojo.

—¿Y a ti qué te importa?

Alan sonrió.

—Es solo una pregunta. No quiero que pienses que te estoy acosando. Aunque... si lo estuviera, ¿me detendrías?

—Con una patada, probablemente —respondió ella, empezando a caminar.

Alan se colocó a su lado sin que ella lo invitara.

Caminaron así, sin hablar durante unos segundos. La ciudad estaba gris, como si compartiera el mismo humor que ella.

—¿Por qué no hablas con nadie? —preguntó Alan al fin.

—Porque nadie dice nada interesante.

—¿Y yo?

—A ti aún te estoy leyendo.

—¿Y qué dice tu lectura?

—Que hablas demasiado.

Alan soltó una carcajada.

—Eres jodidamente difícil, ¿lo sabías?

—Tú no eres tan fácil como aparentas —dijo ella, sin mirarlo.

Él se detuvo un instante. Había algo en ese comentario que lo sacudió.

Y entonces lo vio: una pequeña sonrisa, mínima, en las comisuras de su boca. No era alegría. Era desafío.

Daniela también lo estaba probando.

Cuando llegó a su casa, abrió su cuaderno negro y anotó:

Día 2.
Estado de Alan: Persistente. Más listo de lo esperado. Parece no tener filtro.
Peligro emocional: 4 de 10.
Observación: Su risa me distrajo. No puede volver a pasar.

Mientras tanto, al otro lado de la ciudad, en una oficina oculta dentro de la mansión Allen, Dannyel revisaba un reporte.

—¿Gabriel se está moviendo? —preguntó a su informante.

—Aún no hay pruebas. Pero... hay rumores de que su hija está en el mismo instituto que Alan.

Dannyel alzó la mirada, frío como el acero.

—Investígalo. Y si se acerca demasiado... elimínala.

En la habitación de Daniela, su celular vibró. Un mensaje sin remitente.

“El hijo del enemigo tiene los ojos puestos en ti. Cuidado, princesa.”

Daniela miró por la ventana con el ceño fruncido.
Ya no era solo un juego.
Ahora alguien más estaba mirando.

📖 CAPÍTULO 5 – SOMBRAS EN EL PASADO

Daniela no pudo dormir esa noche.

El mensaje anónimo había activado una alarma en su interior que ni el entrenamiento de su padre había podido preparar del todo. “El hijo del enemigo tiene los ojos puestos en ti. Cuidado, princesa.” Ese apodo la hizo estremecer. Solo alguien de la vieja red Smith sabía cómo la llamaban en clave desde niña.

Pero ¿cómo? ¿Quién estaba espiando?

A la mañana siguiente, Daniela llegó más tarde de lo habitual. Se sentó al fondo del salón, fingiendo indiferencia, pero estaba alerta. Alan no tardó en llegar. Se notaba que quería hablarle, pero se contuvo.

No fue hasta la hora del almuerzo que él se le acercó.

—¿Pasa algo? —preguntó, apoyando las manos en la mesa donde ella estaba sola.

—Pasan muchas cosas, Allen. Solo que tú no estás en ninguna.

Alan frunció el ceño.

—¿Ya estamos con el apellido otra vez?

—¿Y tú qué sabes de apellidos? —murmuró—. Los tuyos matan más que cualquier palabra.

Alan la miró, confundido.

—¿Qué se supone que significa eso?

Daniela lo miró fijo, sintiendo cómo la coraza se agrietaba apenas.

—Nada. Olvídalo.

Pero Alan no iba a soltarlo tan fácil. Por primera vez, no era él quien tenía el control.

📖 CAPÍTULO 6 – CÓDIGO NARANJA

Mientras tanto, Gabriel Smith recibía una llamada cifrada.

—Tenemos un topo —dijo una voz al otro lado—. Creemos que alguien está observando a Daniela... desde dentro.

Gabriel se quedó en silencio un segundo.

—¿Quién?

—Aún no sabemos. Pero dejaron un mensaje con uno de nuestros hombres: “A los hijos se les entrena o se les pierde.”

Gabriel apretó los dientes.

—Activa el Código Naranja. Nadie se le acerca a ella, nadie la toca. Quiero ojos en el instituto. Disfrazados, discretos. Si algo le pasa... habrá guerra.

Esa noche, Daniela encontró a su padre en el estudio, y por primera vez en mucho tiempo, él la miró como si realmente le preocupara.

—¿Me estás vigilando? —preguntó ella.

—Te estoy cuidando —respondió Gabriel.

—No necesito guardaespaldas. Puedo cuidarme sola.

—Lo sé. Pero hay quienes no juegan limpio, Dani.

Ella lo llamó por su nombre de pila, cosa que solo hacía cuando sentía que él hablaba como capo, no como padre.

—Gabriel. No olvides que yo también soy Smith. No me subestimes.

Gabriel sonrió. Orgulloso... pero aterrado.



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En el texto hay: romance

Editado: 23.04.2025

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