Markus se retiró, dejando una amenaza:
—Tienen 48 horas para entregarme a Alan. O destruyo a los dos imperios.
Mientras tanto, Daniela y Alan se escondieron en la vieja cabaña de los Allen. Allí, Alan encontró una caja. Sellada. Marcada con una “R”.
Adentro: cartas, fotos… y una verdad terrible.
Su abuela, Roxanne Laird, había sido parte de los Smith. Había intentado unir a Gabriel y Dannyel en una alianza… que terminó en traición.
Y cuando Roxanne quiso detenerlo todo, desapareció. Oficialmente: accidente.
Pero Alan ya no creía en accidentes.
Y ahora, él era el eslabón que unía los tres bandos. El equilibrio o la destrucción.
Gabriel y Dannyel se encontraron de nuevo.
—Tenemos que unirnos —dijo Gabriel, con una copa en la mano.
—¿Ahora sí? ¿Después de todo?
—No lo hago por ti. Lo hago por ellos.
Dannyel asintió.
—Alan… es más importante de lo que sabíamos.
—Y Daniela no va a sobrevivir si Markus ataca. Necesitamos protegerlos.
—¿Y si ya es tarde?
Gabriel lo miró a los ojos.
—Entonces moriremos como hombres… pero no como cobardes.