Amor Sin Contacto

Capitulo 2

"El otro lado"

Oliver

–¿Quién eres? –pregunté sin rodeos.

La mujer delante de mí se giró. Un cabello castaño y largo se elevó con el viento. No distinguía su rostro; sin embargo, lo único que podía ver era una sonrisa, cálida y blanca, con un destello de gloss en el labio inferior. Era extraño: estaba frente a mí, dentro de una ventana, y aun así, a pesar de tenerla a corta distancia, no veía su rostro. Fue entonces que se escuchó una voz cálida y suave.

–Ya es momento… de cambiar de página.

Me desperté de golpe. Estaba confundido, alterado y con una sensación extraña. ¿Quién era aquella mujer de mi sueño? Se veía de mi edad. Daba igual, solo había sido un sueño, extraño y al azar. Me levanté de mi cama y entré a mi baño. Aventé agua en mi rostro mientras intentaba no darle importancia.

Salí del baño y me senté en la cama, cuando un golpe en la puerta cortó el silencio.

–Oliver, ¿puedo pasar? –se escuchó una voz suave y ligera.

–Sí, claro –respondí al llamado.

Al instante entró una joven de 15 años, alta para su edad, la piel de color marfil pálido, el cabello rubio crema, extremadamente claro y largo, y unos grandes ojos color nuez. Sostenía un peluche y llevaba una cola de caballo.

–Perdón que te molesté a esta hora –cerró la puerta tras ella–. Es que tuve una pesadilla, y sé que es algo tonto, pero sinceramente sí me inquietó –se sentó sobre la cama a mi lado.

Le acaricié la cabeza mientras me giraba un poco para verla.

–No pasa nada, Naomi. ¿Supongo que quieres dormir conmigo?

Sonrió nerviosamente ante mi pregunta y, de manera tímida, asintió con la cabeza. Al poco tiempo nos acomodamos en la cama, y mientras ella se dormía del lado de la pared, me quedé mirando al techo, pensando en aquel sueño. Al cabo de un tiempo, me dormí.

Era la mañana siguiente. Me despertó la luz del sol. Para mi desgracia, mi hermana me abrazaba con fuerza, haciendo que no pudiera moverme. Después de unos minutos de ver mi celular, esperando un mensaje, Naomi me soltó. Al instante me paré e hice mi día normal.

La noche cayó con rapidez. Estaba sentado viendo mi celular, esperando un mensaje, una llamada, algo… pero no llegó. Me rehusé a ver una notificación. Fue entonces que regresé al lugar donde estaba, y algo en la tele prendida llamó mi atención.

–Recientemente se ha descubierto una nueva enfermedad, apodada COVID-19 o coronavirus, la cual ataca severamente los pulmones, y ha llevado a más de 344 casos en México. Actualmente no se conoce el origen ni la cura para esta. Así que, por órdenes gubernamentales, se le pide a todo ciudadano de la Ciudad de México que se resguarde en su hogar hasta nuevo aviso. Y ahora pasamos con mi compañero, que nos dará más información acerca de lo que se vive en hospitales…

–Esto es un desastre –comentó mi madre, una mujer sensible y simple, un tanto angustiada–. Ojalá y esta situación no llegue a mayores.

–No lo creo –contestó mi padre, una persona centrada y decidida–. Aun así, nos beneficia como familia, podremos estar juntos más tiempo.

–La verdad, espero que esto dure poco –comentó mi hermana, una persona de carácter fuerte y noble–. Recuerden que me dejaron ir a la fiesta de Elizabeth en quince días.

–Seguro… también porque irá tu pretendiente, ¿no es así?

Mis padres comenzaron a reír mientras Naomi se defendía. A pesar de estar en un ambiente tranquilo y acogedor, mi mente estaba inquieta. ¿Por qué no me escribía? ¿Había hecho algo mal y estaba enojada? ¿Le pasó algo? Mi mente empezó a divagar sobre esas preguntas, hasta que mi madre me sacó de mis pensamientos nuevamente.

–Bueno, yo ya me voy a dormir –se levantó del sillón–. Descansen, hijos míos –le dio un beso en la mejilla a Naomi y a mí en la frente, para después salir de la habitación.

Mi padre y mi hermana se quedaron en la sala por un buen rato junto conmigo, hasta que mi padre bostezó, se levantó del sillón y le dio un beso en la frente a mi hermana, para después acariciar mi cabeza diciendo: “Buenas noches”. Caminó a su cuarto y cerró la puerta.

Estaba sentado, pensando acerca de lo sucedido, cuando una voz irrumpió el silencio.

–¿Estás bien, Oliver? –bajó el celular mientras se retiraba un audífono–. Te he notado decaído y sin ánimos últimamente, ¿qué pasa?

La miré. Me conocía lo suficiente para darse cuenta, a pesar de mis intentos de ocultarlo.

–Sí, estoy bien, es solo que tengo una situación con…

–Sigo sin entender por qué sigues ahí –interrumpió la frase, sabiendo lo que diría–. Entiendo que quieras arreglar las cosas… pero llega un momento donde… eso ya no es suficiente.

–No puedo simplemente rendirme, Nao… no puedo dejar las cosas así –respondí de inmediato. No quería escuchar esas palabras, no estaba listo, me rehusaba a hacerlo.

–Está bien… es tu decisión –se levantó y me dio una palmada en la cabeza–. Te quiero… buenas noches –salió de la sala, dejándome solo.

Estaba perdido. Las personas me sugerían cosas opuestas, era agotador, y escuchar eso de la persona más cercana a mí me dolía. Eché la cabeza hacia atrás, colocando mi brazo sobre mi cara, cuando, de repente, el tono de llamada de mi celular llamó mi atención. Levanté el teléfono, viendo aquel nombre que tanto me gustaba.

–Bueno –conecté los audífonos de nuevo al teléfono.

Una voz dulce y sexy, femenina, sonó al otro lado de la línea.

–Hola, cielo, ¿cómo estás? Perdón por no hablarte, he estado un tanto ocupada el día de hoy…

–No te preocupes, entiendo que estuvieras ocupada… ¿Qué tal tu día? –desvié la conversación, evitando el hecho de que no me hablara. No estaba de humor para discutir.

Se hizo un pequeño silencio.

–Pues… estuvo muy ocupado. Primero salí de brunch con mis amigas, después fui con mis papás a ver una casa nueva, y de ahí fuimos a comprarle unas cosas a Manchester porque ya no tenía comida. Le compramos juguetes, y después pasamos a comprar maquillaje y ropa, ah, y de paso…




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