Amor Sin Contacto

Capitulo 3

"Revelaciones"

Oliver

El sol deslumbró sobre las cortinas de la ventana y abrí los ojos. Era domingo, el reloj marcaba 10:30 a.m. Me levanté y subí a la cama de Ethan para molestarlo.

Me abalancé sobre él mientras se quejaba por perder el aire.

—Despierta, ya son las diez de la mañana —comencé a moverlo de una manera brusca—. Vamos, despierta, es hora de vivir.

Se giró mirándome con molestia, fulminándome con la mirada.

—¿Desde cuándo madrugas? —Su voz se escuchaba ronca y un tanto soñolienta—. Déjame en paz y vuélvete a dormir. —Se giró de nuevo dándome la espalda.

Fue entonces que alguien tocó la puerta. Esteban entró abriéndola un poco; debido a su altura, podía verlo desde arriba de la litera.

—Dice mamá que ya salgan y la ayuden a poner la mesa —se giró y cerró la puerta tras él.

Miré a Ethan con una sonrisa burlona.

—Ya ves, es hora de despertar.

Me bajé de un brinco y abrí las cortinas gruesas que teníamos, dejando solo las delgadas para que entrara la luz. De inmediato escuché el quejido de Ethan.

—Ya mátenme de una vez... ni dormir dejan —se paró desarreglado y salió del cuarto.

Fui corriendo tras él mientras brincaba y le daba pequeños empujones. Era común entre nosotros. Yo tenía tanta energía como el sol y él era tan apacible como la luna, claro, cuando no tenía ánimos.

Al llegar a la cocina y ver a mi mamá, corrí a abrazarla para saludarla, a lo que ella me correspondió con gusto. Disfrutaba la sensación de estar con mi mamá, era algo único, especial. Conseguía calmarme con facilidad y siempre me escuchaba con atención.

—¿Cómo estás, hija de mi corazón? —Depositó un beso en mi frente.

Sonreí ante el gesto.

—Bien, mami, tengo hambre. ¿Qué desayunaremos?

—Siempre pensando en comida… ¿eh? —comentó burlonamente Ethan mientras se sentaba con los brazos cruzados—. Comienzo a pensar que tienes una pata hueca; por más temprano o tarde que sea, siempre tienes hambre.

Mi mamá volteó los ojos con diversión.

—No molestes a tu hermana, y no se hagan patos, ayúdenme a poner la mesa.

Ya era mediodía. Estaba en mi cuarto, preparándome para mi famoso baño de hora y media. Era de las cosas que más disfrutaba. Estaba colocando velas, poniéndome una bata para empezar a peinar mi cabello antes de bañarme, cuando Ethan irrumpió en el baño, abriendo la puerta de golpe.

—Ayer no respondiste mi pregunta, no te hagas… —se cruzó de brazos.

—No preguntaste nada. Además, la ventana es muy grande para ver la ciudad, ¿no crees? —Tenía que hablar con cuidado; cada palabra podría, y sería usada en mi contra. Y cómo no, mi hermano tenía grandes matices de querer ser abogado y no dudaba que lo lograría.

—Buen punto —hizo una pausa larga, su expresión se puso seria y continuó—. ¿Cómo te sientes respecto a lo que pasó anteanoche?

Mis ojos se desviaron al piso por un momento. El recuerdo del sueño y la pesadilla que me perseguía era algo que no me gustaba sentir. Dejé de cepillarme el cabello, bajando las manos.

—No lo sé… es demasiado extraño que me siga pasando —miré a mi hermano con algo de tristeza—. ¿Por qué no puedo simplemente continuar con mi vida y ya…?

Ethan me miró triste, comprendía mi dolor.

—Es un proceso, Emi. Lo que te pasó no es fácil… y menos la manera en que sucedió. —Caminó hacia mí mientras me abrazaba—. No importa cuántas noches me tenga que desvelar para ayudarte… nunca será algo que me pese hacer.

Al sentir el abrazo de mi hermano, mis ojos se llenaron de lágrimas. Instintivamente lo abracé por la espalda mientras colocaba mi rostro en su hombro. Aunque pasaran los años, para mí Ethan era mi pilar, mi mundo entero. Podría decirse que, de no ser por él, jamás habría salido de una situación tan difícil.

Salía de bañarme y me colocaba la ropa en el pequeño vestidor de mi cuarto. Caminé a mi ventana con el celular en la mano, recargándome en el marco de la misma. Cuando levanté la vista, lo miré de nuevo: aquel chico frente a mi ventana, parado, pensando.

Estaba realmente sorprendida, era más atractivo comparado con lo poco que lo había visto la noche anterior. Pero había algo en su semblante. Su expresión se mostraba decaída, un rostro triste que era fácil de ver, a pesar de ser un simple desconocido para mí. Tuve una enorme inquietud por hablarle, pero dudé. Tal vez era un mal momento. Al instante recordé una de las frases de mi terapeuta de hacía un año aproximadamente: “El día de una persona se puede alegrar con algo tan simple como un saludo o una sonrisa. Jamás desvalores tu alegría y amabilidad”. Esa frase era muy cierta. La sonrisa de Ethan me sacó del hoyo, era mi turno de hacer lo mismo.

Tragué saliva y tallé mi mano libre en mi pantalón para quitar el sudor que se acumulaba. Mis nervios al hablar con desconocidos relucían.

—Hola… —Intenté que mi voz sonara lo más tersa posible y sin rastros de nerviosismo.

El chico regresó en sí, mirando hacia mí, lo que provocó que abriera un poco los ojos, como si le sorprendiera verme. Intenté no inquietarme. Claramente, al notarme y mirarme, pude ver con claridad sus rasgos. “Dios, realmente es atractivo”, pensé para mí. Solté un suspiro ligero para apartar mis pensamientos bastante hormonales; era un desconocido y casi, casi ya le quería preguntar a qué hora salía por el pan.

—Disculpa que te interrumpa… es solo que no sabía que había personas viviendo ahí —intenté empezar una conversación, a pesar de que mis habilidades sociales eran nulas y de que siempre fracasaba al intentar hablar con alguien siendo ignorada.

—Ah… hola, sí, este… no te preocupes, yo también pensaba que nadie habitaba ese departamento —se frotó un poco la frente y se acomodó el cabello.

Reí con nerviosismo. Su voz era aún mejor. Era ligeramente grave, pero no tan pronunciadamente. Agregando que, a mi gusto personal, tenía unas manos grandes y las venas un poco saltadas... “Basta”, le dije a mi conciencia, la cual no paraba de decirme lo muy guapo que se vería en un contexto playero, tomando en cuenta que ahora traía una camiseta negra ajustada al torso y se le notaba la condición física, tonificado y un poco musculoso, no tanto como para ya no tener almohadas. ¡Basta! Me estoy desconcentrando.




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