"Hablemos"
Oliver
Mi hermana salió unos segundos después de lo que dije, algo sorprendida y mirándome con cierta preocupación. Pero, a decir verdad, estaba bastante apacible. En cuanto mi hermana salió, abrí el chat. Era un mensaje algo largo para lo que estaba acostumbrado.
Solté un suspiro largo. Sé que estuvo mal responderle de una forma tan cortante y no regresarle la palabra de amor, pero en ese momento no me sentía cómodo al decirlo.
Después de un rato, fui a desayunar con mi familia. Estábamos todos sentados en la mesa cuando mi padre comenzó a hablar.
—¿Cómo se sienten respecto al encierro?... Ya llevamos tres días —preguntó mientras tomaba un trozo de tortilla frita con salsa, crema, queso y un pedazo de pollo desmenuzado.
Mi madre suspiró mientras revolvía sus chilaquiles.
—Yo me siento extraña… normalmente tú hubieras ido a trabajar y los niños estarían en la escuela…
Mi hermana hizo a un lado la cebolla antes de agregar:
—Mamá, ya no somos niños… —dijo con una sonrisa.
—Para mí siempre lo serán —acarició su mejilla con el pulgar, quitándole algo de crema de la cara.
Mi padre sonrió. Se notaba desde lejos que esta situación le gustaba de alguna forma, y cómo no lo haría. Sería de las primeras veces que estaría con nosotros las 24/7 durante dos semanas, según lo que decían las noticias.
Por mi parte, dejé de escuchar la conversación. Estaba pensando en ayer, no en la pelea con Jessica. La verdad, ya tenía mis emociones claras, solo quería calmarme para hablar con ella. Más bien, pensaba en la chica de ayer. Me ayudó sin juzgarme y sin verme con lástima a pesar de no conocerme. Además, increíblemente, sus palabras me habían ayudado de alguna forma. Agregando que la había soñado... tal vez mi sueño quería decir eso.
Naomi me sacó de mis pensamientos cuando me acarició el brazo y habló en voz baja:
—¿Qué te dijo? —preguntó, refiriéndose a Jess.
Suspiré y hablé en el mismo tono.
—Se disculpó por descuidar nuestra relación… le dije que habláramos más tarde.
Hizo una mueca de desaprobación y murmuró algo que no entendí. Decidí dejar ese tema cuando mi hermana volvió a la conversación.
Después de un rato cayó la tarde. Estaba preparando palomitas caseras, ya que a mi familia le gustaban mucho como las hacía. Al terminar de prepararlas y avisarles que ya estaban listas, tomé un bowl para servirme y le eché salsa Valentina negra, porque sí, el picante es mi más grande adicción.
Llegué a mi cuarto y, justo cuando pasé frente a la ventana, la volví a ver. Estaba sentada, recargada en la ventana. Tenía la mirada perdida, sus mejillas se estaban poniendo rojas y su piel comenzaba a palidecer. Me acerqué a la ventana con el bowl en la mano. Me asombré aún más cuando vi una ligera lágrima rodar por su mejilla. Intenté hablarle, pero noté que traía audífonos. Busqué formas de llamar su atención. Mientras pensaba, bajé la mirada al bowl con palomitas; mi única idea fue aventar palomitas a la ventana, y eso hice. Solo hizo falta una para que volteara.
Giró la cabeza y pude notar un rastro de vulnerabilidad en sus ojos. Se quitó el audífono y hablé:
—¿Estás bien? —Noté cómo se estremeció un poco. Tomé aire y, con toda la calma, continué—. Estás llorando y estás roja y pálida a la vez…
Tragó saliva. La miraba detenidamente, tratando de encontrar una pista de qué pasaba. Sentía que debía ayudarla. Bajó la cabeza y se limpió la cara, como si tratara de recuperar la postura.
—Sí… solo recordé algo bastante desagradable...
Se me ocurrió decirle las mismas palabras que me dijo a mí. No sabía cómo hacer que me contara lo que sucedía, pero tal vez, si decía lo que ella dijo, funcionaría. Sonreí, tratando de darle confianza.
—No te conozco mucho, o bueno, nada en realidad… pero es claro que algo te pasa y… puedes decirme.
La voz me salió más suave de lo que esperé.
Ella sonrió y noté cómo empezaba a volver a la normalidad.
—No creo poder negarme cuando usas las mismas palabras que yo…
Me reí. Mi plan había funcionado y, al parecer, había roto el hielo.
—Mi mayor trabajo es la persuasión... —resalté, jactándome de mi habilidad.
La vi reír un poco, de una forma única, como si esa pequeña risa le quitara un peso de encima, y eso me dejó una extraña pero agradable sensación en el pecho.
—Entonces haces muy bien tu trabajo… —suspiró. Noté que se puso seria. Me recargué en la ventana para poder escucharla con atención—. Tuve un novio hace un año… Era más grande que yo por tres años.
Noté que se trabó. A decir verdad, empezaba a entender por dónde iba todo, así que decidí ayudarla a expresarse un poco y comenté:
—Y no terminó bien... por lo que entiendo.
Asintió con la cabeza y, por alguna razón, solté un suspiro antes de decir:
—Comprendo que te sea difícil… y que tal vez te sea complicado hablarlo todavía, pero… en cuanto puedas o quieras expresarte, puedes hablarme…
Su expresión cambió a una llena de gratitud.
—Gracias… me sería de ayuda.
Estaba a punto de responderle cuando sentí mi teléfono vibrar en el pantalón. Al levantar la pantalla, una sensación de interrupción y seriedad me inundó: era Jessica. Tomé aire sin saber qué hacer; realmente quería escuchar a la chica.
—¿Es tu novia? —Se veía un poco más tranquila.
Me relajé un poco al notar que ya no se encontraba tan mal.
—Sí… de hecho, pasaron muchas cosas hoy en la mañana. Si gustas… te cuento después —dije sin pensar, e incluso yo me sorprendí.
Me sonrió. Era obvio que le gustó el hecho de que considerara contarle, y le sonreí de regreso ante su genuino interés.
Me disculpé antes de responder la llamada. Mi voz salió más seria de lo normal.
—Bueno…
Caminé hacia mi cama mientras Jessica me respondía: