"Agua y aceite"
Emily
Iba caminando por la escuela con mi mochila y una bolsa Ziploc con una galleta, un jugo de caja y un sándwich adentro. Según los mensajes de Ethan, estaba en las canchas de basquetbol. No era difícil saber cómo llegar, llevaba dos ciclos escolares en esa secundaria. Mi madre siempre solía darle a uno la comida de los dos, y hoy viernes, me tocaba llevarla a mí.
Llegué cinco minutos después de salir de mi salón. En cuanto me acerqué, me percaté de algo: no estaba con sus amigos de siempre, esos que conocía desde la primaria. Se veían mayores, debido a que traían puesta ropa casual, además de que su altura los delataba, ya que mi hermano era alto para nuestra edad. Decidí no darle importancia y me paré en la entrada de la cancha de juego rápido.
—Ethan… —Mi hermano dejó de correr y caminó hacia mí, sudado, con la camisa polo blanca del uniforme sucia. Se pasó una mano por el cabello antes de llegar frente a mí.
—Aquí está tu comida —le extendí la bolsa con el almuerzo que preparó mamá.
Él la tomó con una sonrisa.
—Gracias.
Analicé la situación. Parecía llevar ya rato jugando, y habíamos tenido al menos tres clases antes del descanso.
—¿Cuánto tiempo llevas aquí?
Se encogió de hombros.
—Una media hora… creo.
—¡Ethan!
—¿Qué? —dijo con un tono algo ofendido—. La maestra no llegó a clase y el supervisor dijo que estaba bien que saliéramos del salón…
Solté un suspiro.
—Espero que sea verdad… ¿Y quiénes son ellos?
—Ah, pues… —Se giró para verlos y algunos lo llamaron—. Son unos chicos que querían jugar… los conocí ayer.
Asentí. Claro que no los ubicaba, ya que el día anterior a mi hermano le tocó llevar la comida. Analicé a los chicos uno por uno. Sí, se veían más grandes que nosotros, casi como de la edad de mi hermano mayor. En ese momento choqué la mirada con uno de ellos. Era un chico alto, de piel color avellana clara, cabello corto y rizado color negro, rasgos bastante varoniles. Sin embargo, en cuanto su mirada cruzó con la mía, sentí una descarga eléctrica. Sus ojos grises oscuros eran penetrantes.
Sentí cómo se me fue el aire que no sabía que guardaba. Sentía su atracción hacia mí; sentir que alguien así de atractivo, y que parecía mayor, me mirara de esa forma tan intensa me hacía sentir diferente, visible e interesante.
Antes de que pudiera hacer algo que me dejara mal parada, me despedí de mi hermano y me fui sin decir nada más. Escuché la voz gruesa de un chico decir: “¿Es tu hermana?”
Abrí los ojos después de una larga siesta. Eran aproximadamente las seis de la tarde. Estaba recuperándome exitosamente de lo que había pasado. Gracias a la ayuda de mi padre, habíamos logrado cubrir las marcas que tenía la litera.
Me paré de mi cama, ya cansada de estar acostada y con ganas de sentir el aire. Abrí una de las cortinas para ver afuera. En cuanto lo hice, vi al chico de enfrente. Miraba hacia abajo, y cuando levantó la mirada al escuchar que recorría la ventana, vi sus ojos llenos de un brillo de alivio.
—Hola… hace mucho no te veía.
Sonreí casi de inmediato, me alegraba verlo bien. Se veía tranquilo y calmado.
—Hola… sí, tienes razón. Ese día ya no pudimos hablar más. ¿Cómo estás?
—Bien, de hecho… bueno, algo intrigado por tu repentina desaparición, en realidad —Se aclaró la garganta mientras desviaba la mirada—. Por cierto… estuve pensando esta semana y… me di cuenta de que no conozco tu nombre.
Me reí un poco.
—No eres el único —Pasé mi cabello detrás de mi oreja—. Soy Emily… ¿Y tú?
Sonrió y se recargó en la ventana.
—Bonito nombre… yo soy Oliver.
Sentí mi cara caliente al oír el cumplido, y solté aire.
—Gracias… el tuyo también es lindo… —oculté el hecho de que pensé en aceite de olivo al escuchar su nombre, creí que sería inoportuno decirlo.
—Bueno… —Pegó su cabeza al marco de la ventana—. ¿Qué prefieres hacer?... Pasaron muchas cosas esta semana y sigo intrigado por tu desaparición.
Me recargué en el marco de la ventana.
—Bueno… sinceramente me gustaría hablar de qué ha pasado contigo… Ese día mencionaste que había pasado algo esa misma mañana, y antes de que pudiera… —Aclaré mi garganta al recordar que estuve a punto de contarle acerca de él— te llamó tu novia… por cierto, ¿cómo se llama?
La sonrisa le bajó un poco, pero no desapareció.
—Jessica… y sí, pasaron algunas cosas. Y si prefieres hablar de eso, está bien —Se acomodó en la ventana al igual que yo—. Bueno pues… después de nuestro primer encuentro, decidí hacer lo que me recomendaste: eso de ser cien por ciento honesto en una llamada. Y no te mentiré, me dejé llevar por mis emociones y le colgué antes de que hablara… después de eso me escribió por la mañana, diciendo que se había percatado de su error y que quería hablar, pero no me sentía de humor, así que le dije que habláramos después.
Asentí, recargando mi mejilla en mi mano. Para ser sincera, era agradable escucharlo hablar. Además, el día de hoy traía una hoodie gris que se le veía bastante bien.
—Y supongo que eso pasó antes de que te llamara el lunes…
—Sí —dijo relajado, poniendo las manos en los bolsillos de su pants gris igual—. Yo tenía la intención de arreglar las cosas, pero al final todo se salió de control y terminamos peleando —Sentí un extraño abismo de esperanza, el cual desapareció tan rápido como apareció—. Pero al final llegamos a la conclusión de que solo necesitamos estar juntos un día, ya que hace mucho no lo hacemos. Así que la veré antes de su cumpleaños, en agosto.
De alguna extraña manera, sentí un abismo en mi estómago, pero ignoré el sentimiento. Seguro era el medicamento.