"Apariencias"
Emily
Después de eso, mi madre me llamó para comer y tuve que despedirme. La verdad, me sentí algo triste, ya que no deseaba despedirme de él, pero no había mucho que pudiera hacer.
Ya habían pasado un par de horas desde ello. Estaba sentada en mi cama, pegada a la pared, escuchando “If We Have Each Other” de Alec Benjamin (uno de mis cantantes ocultos favoritos) en mi bocina con forma de tocadiscos y mirando el cuadro que tenía enfrente. Era un Abedul en invierno; mi madre lo había pintado para mí después de haber terminado mi relación con Diego, como símbolo de cambio.
Sonreí ligeramente al recordar ese bello momento en la tormenta, ya que estaba pasando por la etapa más fuerte de terapia después de terminar la relación, cuando me dio ese bello cuadro con una sonrisa cariñosa. Recuerdo perfectamente lo que sentí en ese momento: una alegría que, por primera vez en un año, me invadía el cuerpo.
En ese momento de paz y convivencia conmigo misma, tocaron la puerta. No podría ser Ethan, ya que, bueno, era Ehtan, y se negaba a tocar.
—¿Puedo pasar? —preguntó la voz varonil detrás de la puerta. Era Esteban.
Sonreí ligeramente y asentí mientras bajaba el volumen de mi playlist.
—Claro.
Mi hermano mayor entró y entrecerró la puerta, respetando que la tuviera cerrada.
—¿Cómo te sientes? —se sentó a mi lado con calma, quitándose los zapatos para subir los pies a mi cama.
—Bien… —dije con sinceridad. Realmente me había hecho bien hablar con el chico, y el hecho de que no me juzgara por devolver el estómago me hizo sentir aún mejor.
—La terapia y los medicamentos me han ayudado mucho —preferí evitar contarle lo del chico de la ventana. Ya tenía suficiente con los interrogatorios de Ethan como para que se agregara Esteban a la lista.
Me miró unos segundos de forma detenida. Después de unos minutos, noté que su mirada se suavizaba y daba destellos de culpa.
—Ojalá hubiera podido hacer más… —su voz se quebró un poco al bajar la mirada, algo que no era normal ver en él—. Lamento no haber podido protegerte lo suficiente, Emi…
Se me hizo un pequeño nudo en la garganta.
—No es tu culpa…
Y cómo podría serlo, después de todo. Fui yo quien se aferró.
Estaba sentada en la sala de mi casa, pensando en lo que había pasado esa tarde con aquel “depredador”. Simplemente pensar en él me ponía de buen humor, y después de todo lo que había pasado ese día, no podía dejar de pensar en él. Me recosté en el sofá.
Sonreí mientras acariciaba mi labio inferior con la yema de mi dedo índice, recordando la sensación que había experimentado. Mi madre había salido con Ethan a comprar un mueble, y mi padre trabajaba hasta las 7, así que estaba sola, disfrutando del sentimiento.
—Emily… —me senté al escuchar la voz, sacándome de ese momento mágico.
—¿Qué pasó?… —había olvidado que Esteban estaba en la casa.
Me analizó. De arriba abajo.
—¿Dónde estabas? —dijo de forma seria y cortante.
En ese punto no estábamos en el mejor momento de nuestra relación. Sinceramente, no entendía cuál era su afán de ser así conmigo ahora. Jamás había sido tan protector, e incluso dudaba que le importara mi existencia al grado que le importaba la de Ethan. ¿Por qué justo ahora que me siento importante para alguien, aparte de mis padres o Ethan, viene a mirar con un microscopio mi vida?
—En la escuela…
Su mirada se endureció.
—No me mientas, Emily… sales a la una y ya son las tres y media. Y no me digas que te quedaste en la escuela porque le dijiste a mi mamá que ya venías para la casa…
Vivía un tanto cerca de mi casa, así que podía ir y venir caminando sin tanto problema.
Se me apretó la mandíbula.
—Fui con unos amigos a un café… Y no te pongas en ese plan porque ni mi papá se pone así conmigo.
Noté cómo mi hermano se tensó en cuanto escuchó mi respuesta.
—No, porque no sabe lo que yo sé… Te lo digo en serio, Emily, ten cuidado con ese tipo.
—¿Y cómo por qué debería hacerte caso? —me empezaba a hervir la sangre del enfado—. Nunca has hablado con él. Además, es amigo de Ethan desde el año pasado; él tendría más derecho de decirme eso que tú.
—Y es precisamente por eso que te lo digo… —se alteró aún más—. Yo sé cómo es lejos de ustedes dos. Veo cómo trata a las chicas. Él no es lo que aparenta.
Me enojé y me paré.
—Pues entonces conmigo será diferente… Y si solo vienes a molestarme por algo que ni siquiera hice, me voy —tomé mi sudadera de la escuela y mi mochila antes de irme a mi cuarto y encerrarme.
Cerré la puerta. Él nunca me preguntaba cómo me sentía, y me enojaba que actuara de esa manera ahora que empezaba a tener mi propia vida.
La voz de mi hermano me sacó de ese profundo recuerdo.
—Pero siento que lo es… Si tan solo hubiera sido más claro contigo, todo habría sido distinto…
Miré a mi hermano con ternura. Era la primera vez que escuchaba su voz tan vulnerable.
—Y aunque hubiera sido así —coloqué mi mano en su hombro—, yo estaba demasiado aferrada para escucharte… Me negaba a ver más allá de lo que tenía enfrente… y nadie tiene la culpa de eso. Solo fueron las consecuencias de mis decisiones, y lo único que me queda es aprender de eso y escuchar a quienes me rodean…
Me miró, en silencio. Jamás lo había pensado, pero, dentro de todo esto, yo no fui la única que sufrió, y ahora podía verlo con más claridad. Esteban había sufrido de diferentes formas desde que se dio cuenta: la frustración de mi necedad, el enojo de que se cumpliera lo que me dijo y el dolor de ver lo que me causó, y que hasta la fecha me afectaba.