Amor sin edad

CAPÍTULO 2

Llegué hasta Deivyd y le sonreí, pero él solo me dio una mirada reprobadora.

—Te llevaré a casa. —expresó.

—¿Podemos llevar a mi amigo con nosotros? —pregunté.

Deivyd empezó a buscar algo en sus bolsillos, sacó unos billetes y se los extendió a Dan. 

—Toma, para que pagues un taxi. —Dan aceptó el dinero, pero me dio una mirada confusa.

—Gracias por todo Dan, nos vemos mañana. —Me despedí con un beso en la mejilla y seguí a Deivyd. 

Subí a su auto y él de inmediato empezó a conducir. Miré hacia la ventanilla del auto ya que al parecer Deivyd no tenía el humor de hablarme. De seguro estaba decepcionado de mi, la primera vez que estuve en la cárcel, fue por mi, por órdenes de mi hermano y le prometí que no volvería a pasar, me hubiera gustado que él no se enterara, pero no tenía a nadie más a quien llamar. 

Cuando mi padre nos abandonó, mi hermano Ethan se hizo cargo de la familia. Para mi hermano y mi madre él había muerto y en la familia se declaró como tal, no se hablaba ni se mencionaba de su existencia, a pesar de que era niña comprendí que mi hermano hacía todo esto para que mi madre no sufriera por él. 

Tal vez el hecho de no tener la figura paterna me volvió una chica rebelde y problemática, además algo dentro de mi me decía que la culpa de que mi padre se fuera de la casa había sido por mi.

—Me prometiste que no te volverías a meter en problemas. —Espetó Deivyd.

—No lo hice a propósito, se supone que solo rompería los vidrios del auto de mi ex y saldría de la casa, no sabía que el imbécil tenía un nuevo sistema de seguridad. —Exclamé. No me gustaba cuando Deivyd se ponía en plan regañón.

—Al fin terminaste con ese inútil de Chad. —Me sorprendió su comentario, ya que nunca pensé que él conociera mis relaciones amorosas. Creí que solo era un fantasma para él, pero al parecer no le era tan indiferente. 

—Es un imbécil —escupí. 

—Deberías aprender a comportarte, si tu hermano o tu madre se enteran…

—No se los digas por favor, para ellos estoy en mi cama.

—Vaya manera de pasar tu cumpleaños. Deja de comportarte como una chiquilla, ¿recuerdas como terminó la última vez? 

Claro que lo recordaba, tuve una discusión con mi madre, solo porque no me dejó ir a una fiesta y ella terminó en el hospital, desde ese momento me juré que no volvería a estar en problemas.

—No te metas Deivyd, ni siquiera eres de la familia. —Me crucé de brazos y dirigí mi mirada hacia la ventanilla del auto.

Deivyd era el mejor amigo de mi hermano y cuando él no podía venir, enviaba a su amigo. Nunca me había atrevido a hablarle de esa manera, pero estaba demasiado enojada. 

—¡Solo eres una niña caprichosa! —exclamó Deivyd. Él pagó la fianza y me sacó de la cárcel a mi y mi amigo, estaba muy agradecida, pero odiaba cuando él me regañaba.

Además de ser el mejor amigo de mi hermano, era mi amor platónico, mi crush, mi flechazo. Cada vez que estaba cerca de él, mi cuerpo flaqueaba, todos mis sentidos se distorsionaba y solo quería una cosa: besarlo y si lograba algo más, no pondría queja.

Me encantaba provocarlo, tenía la esperanza que en algún momento su reacción fuera besarme, pero él solo me veía como la hermanita de su mejor amigo, en otras palabras una mujer prohibida.  

Así que por el momento seguiría siendo mi amor imposible. Pero no perdía la esperanza que un día él me dejara de ver como la niña caprichosa y me viera como una mujer y sobre todo que me amara con locura.

Deivy era un hombre sonriente, alegre de la vida, él que hacía que mi hermano retomara el camino correcto. No le había conocido una sola novia, en una ocasión escuché que prefería divertirse y no involucrar sentimientos con nadie. 

El viaje duró como una hora y todo ese tiempo estuvimos callados, solo la música de la radio era la única que se escuchaba, llegamos de madrugada a la casa. Deivyd estacionó al otro lado de la carretera. Las calles estaban vacías y el silencio era evidente, todos estaban durmiendo ya, lo que yo también tenía que estar haciendo, pero era una chica nada inusual. 

—Gracias, por lo que hiciste por mi y mi amigo. Me envías un mensaje con la cantidad de dinero que pagaste en la estación, veré como consigo el dinero. 

Abrí la puerta del auto para salir, pero su mano me lo impidió.

Sentí un hormigueo por todo mi cuerpo, iniciaba en mi mano y me envolvía por completo. Mi corazón latía con tal frenesí, que pensé que lo vomitaría en cualquier momento. sentía mis pulmones a punto de explotar. Eso era lo que Deivyd provocaba con un simple contacto. 

—¡Feliz cumpleaños!  —Dijo con voz sensual—. No pude venir a tu cena pero traía algo para ti. 

Sacó una pequeña caja de la bolsa de su chaqueta y la extendió. 

—¿Es para mí? —pregunté 

Asintió. me solté de su mano y recibí aquella pequeña caja. Me sentía tan emocionada, no era la primera vez que él me regalaba algo, pero sentía que esto era especial. 

Quité el lazo que la sujetaba y saqué su contenido —Espero te guste. —mencionó. 

—¡Me encanta! —Se trataba de una pulsera de oro, estaba acompañada por un dije con la letra A, era la inicial de mi nombre. —¿Me ayudas a ponerla? 

Extendí mi mano y le entregué la pulsera. Él tomó mi mano con delicadeza y la puso. Nunca me la iba a quitar, la cuidaría como si se tratara de mi propia vida. 

—Te quedó perfecta. 

—¡Siiii! Gracias —me lancé hacia él y lo abracé. Fue un impulso que salió de la nada, pero no me arrepentía. 

¡Dios! era la primera vez que lo abrazaba, que lo tenía tan cerca. Respiré profundo, quería que su fragancia penetrara en todo mi cuerpo, que se pegara a mi ropa, así al menos podría tener mis prendas con su olor. 

Me acerqué a su cuello y pasé mi nariz. Tal vez sonaba atrevido, pero esta era mi oportunidad, no me importaba si me soltaba de gritos y después me ignoraba, este momento con él valía la pena. 




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