Entre las afueras de aquel pequeño pueblo, en las penumbras del bosque, una siniestra pequeña avanzadilla se asomaba para poder arrancar por completo las alas de un completo nido que apenas estaba empezando aprender a mover sus alas.
Un sueño frustrado era lo que podría dejar en su pasar, por ello es que se estaban preparando con gran entusiasmo, y una nefasta sonrisa se dibujaba en su capitán, que con esta misión exploratoria buscaba el avanzar del gran ejercito que se preparaba con tantas tropas que podría ser abrumadora para cualquier ciudad.
La sed de gloria era lo que alimentaba sus almas de cada integrante, y seguían avanzando con total cautela, puesto que sabían bien que no podrían mezclarse con los lugareños en esta ocasión, esto no era imposible en otras circunstancias, pero el haber intentado con anterioridad la derrota fue lo que tuvieron. La nueva administración, como una molesta cucaracha, se interponía ante ellos y sus planes.
Esta despreciable y molesta cucarachas eran completamente un estorbo del cual se debían de encargar de terminar de eliminar por completo, no podrían tener el chance de dejarlos vivir por más tiempo, sólo en el momento en que lo logren es que todos verán quienes son realmente los dueños de este mundo. No pueden dejar que todo se salga de su control, deberán de enjaular también a todo aquel que trate de volar y defender su territorio, pues como aquel bello quetzal que vuela libremente mientras adorna con su belleza los lugares donde pasa, no pueden permitir que su luz se vea resplandeciente en lo absoluto.
Aunque tengan que eliminar a grandes hombres con un potencial inimaginable, pero mientras estos no se dejen ser manipulado por ellos, no tiene sentido mantenerlos. Ya que como aquel chucho que muerde la mano de su amo no tiene valor, la única solución que se le puede dar es la muerte, antes que se vuelvan en algo más peligroso.
El motivo por el cual su imponible ejercito aún no había avanzado con paso firme hacía la victoria era porque aún no están preparados para tener que pelear contra los jefes ocultos alrededor de esta pequeña aldea, la única manera era tener que hacerlo de esta manera para evitar grandes bajas con casi muy escazas recompensas, pero si volvían a fallar, no habría ni otra opción que enfrentarse a pesar de este gran peligro.
Así que, enlazándose entre las sombrías, apuntaban una y otra vez hacia un solo objetivo, el cual era lo que detenía toda esta misión. Siendo ellos nada más que unos misioneros que con misil en mano no se detendrían sin siquiera llegar a ver arder aquel anochecer y tintar con un rojizo tono a los roedores aquellos que ocupaban lo que les pertenecía por derecho.
Un bosque silencioso, una luna blanca expectante de lo que ocurriría. En medio de la nada, el todo se volvía más y más claro, puesto que, entre un silencio abrumador, el bullicio de las bestias que habitan tal lugar empezaron a dejar su huella hundida para dar a relucir que la soledad no era nada más que una vil mentira, puesto que, entre esta escena, preludio de una macabra sed del deseo irracional y la conciencia que dice ser guiada por la razón, lo único que se mueve es la avaricia por lo que no se tiene, es lo que está dando.
Con cada paso que dan, cual espía profesional, todo lo que habían preparado para este momento se estaba llevando a cabo al pie de la letra y con gran hazaña no dejaban ni un rastro de su pasar por este lugar ni de su procedencia.
Al estar ya a casi nada del lugar donde la operación se llevaría a cabo, se detuvieron para repasar aquella estrategia, la cual, aunque estuviera escrita en piedra, no podía ser tampoco la única opción, puesto que aquel genio planeador era consciente que el llevar a cabo algo no es lo mismo que sólo pensarlo e idearlo, es por ello que siempre era necesario contar con un respaldo para salir de aquella situación que con imprevisto podría azotar.
Sin perder el tiempo, empezaron a rodear la aldea en busca de poder dejar todos los preparativos listos para su tan anhelada llegada del ejercito aquel que terminará coronando y embriagando con el sabor de la victoria, victoria aquella que sólo se reflejaría a través de un pincel que teñirá este pintoresco pueblo en un mar de llantos.
Sin siquiera esperar a que el amanecer les alcanzase, todos empezaron a adentrarse en el pueblo aquel, en busca de un lado a otro por la persona designada, esa que era el propósito de su llegada temprana, pero no les era posible encontrarla por más que pusieran todo de cabezas.
Ya con un sudor frío recorriendo sus frentes, al ser que no podían regresar sin nada, empezaron a notar que tendrían que actuar de forma inmediata, aunque esto se volviera un alboroto. Así que, sin dudarlo en lo más mínimo, se asomaron a una casa para prenderle fuego y con ello empezar todo.
En el momento en que estaban empezando a echar lo que era un liquido inflamable de pronto uno de ellos gimió de dolor para luego caer, esto no era nada bueno. Al darse cuenta, en realidad ellos no eran los que tenían todo planeado hasta el más pequeño detalle, sino que ya los estaban esperando desde un principio.
Este pequeño pueblo, que en un principio no era nada más que un frágil lugar que podría caer con tanta facilidad terminó mostrando ser una fortaleza, en donde los nuevos héroes del lugar se hicieron presentes y lidiaron con ellos sin siquiera dejar que pudieran prender fuego a la casa aquella. El haberlos eliminado con éxito demostraba lo que temían. Ya no era sólo una especulación, sino que una realidad.