En una sombría noche, en las profundidades del bosque, había una pareja. Ellos se encontraban en aquel lugar con la única intención de poder encontrarse, ya que les era imposible hacerlo en otro lugar. Estando obligados a encontrarse en secreto, debido a que todos negaban su relación. Él era un huérfano, que nadie quería, por lo que siempre tenía que dormir en las afueras o en establos. Ella era el mayor orgullo del pueblo, era inteligente, hábil y hermosa. No los querían juntos, pues eso sería manchar la inocencia y orgullo de aquella mujer.
Él por otra parte, si se llegara a descubrir su secreto, tendría que dejar el pueblo y, dependiendo la situación, podría recibir la pena de morir. Ella, sabiendo lo que le podría pasar a su querido amor, no podía alejarse demasiado de él. Los días en que no se podían ver, era días nublados y sin ningún motivo para seguir viviendo. El único consuelo para su amor era la noche, los únicos que conocían aquel encuentro eran las estrellas y la luna. Cada vez que empezaba a entrar la luz del sol, se tenían que despedir y volver a esperar hasta el próximo encuentro. Él, a pesar de conocer lo que le podría pasar si los descubrieran, no tuvo la suficiente fuerza para negar ninguna solicitud que viniera de su amor. Si fuera necesario, él aceptaría la muerte sin ninguna queja.
Cada vez que la veía llorar, de una manera u otra, buscaba la forma de hacerla sonreír. Ella, al ver lo que hacía por ella, fue lo que hizo que se enamorara de él. Pero nunca se enteró de lo caro que le costaba cada vez que se acercaba a ella. Si ella hubiera conocido lo cruel que era para él hacer todas esas cosas, se hubiese alejado. Pero él, siempre con una sonrisa, ocultaba los dolores y pesares que le traía el día. Ella nunca se enteró de cuando él pasaba hambre o era cruelmente torturado, por haberse acercado a ella y darle una luz en el día. Ella, por otra parte, todas las personas velaban por su bienestar e incluso, si llegase a necesitar algo, eran capaces de buscar la manera de conseguirlo. Pero, lo que realmente deseaba, no era algo que le pudieran traer. Todos estaban en contra de su amor, pues creían que le haría daño andar con el peor de la aldea.
Sin tener más refugio que la oscura noche, se veían cada luna llena en el lugar indicado. Este se encontraba en las profundidades del bosque junto a un río que pasaba en medio. Ahí se encontraban, esa era el día más alegre para los dos, pero, a pesar de ocultarlo, poco a poco todos empezaron a sospechar de ellos. Los dos eran felices, si tan sólo lograban hablar por un instante. Él, por temor de acercarse más a ella, nunca se atrevió a darle un beso. Ella, siempre con esta ilusión, el poder llegar a sentir el primer beso de su amor. Él se sentía culpable de la situación en que se encontraba y, cada vez que era demasiada la culpa, le decía - no merezco que me ames. Te mereces a alguien mejor - pero ella le respondía - no me importa quien seas, puede que haya mejores hombres, pero no son como tú. Si te he elegido, es porque sé que seré feliz contigo - le extiende la mano, como en la primera vez en que se conocieron y confesaron su amor.
El día en que se encontraba por primera vez fue, en un día de luna llena. Ella estaba caminando por el pueblo, buscaba algo con que poder sacar la soledad que llevaba. Él se encontraba trabajando en el río. Estaba arreglando el puente, cuando ella pasó. Al verlo le pareció una persona muy sucia y sin esperanzas. Pero, él al darse cuenta de que ella se encontraba sola, hizo un pequeño acto, para hacerla sonreír. Ella, al ver lo ridículo que se veía, se río, luego él se le acercó y le dijo - esa sonrisa que has hecho, es la mejor que he visto. Si alguna vez te sientes triste, ven conmigo, pues buscaré la forma de hacerte sonreír. Recuerda, no hay dolor más grande que el nunca haber podido reír de verdad - estas y otras palabras le dijo. Ella, después de eso, regreso a su casa. Al estar ahí, no dejaba de pensar en las palabras que le dijo aquel muchacho. Al pasar el mediodía, regreso al bosque, ya que quería recoger unas rosas.
Al estar ya en medio del bosque, casi llegando al lugar donde se encontraban las rosas, fue atrapada por unos bandidos. Ella estaba asustada, pues creía que era su fin, pero justamente él llegó a su rescate. Peleo lo mejor que pudo contra los bandidos. Al haber logrado ahuyentar a los bandidos, ella se le acercó para darle las gracias. Pero, cuando le iba a hablar, él calló al suelo. Se encontraba con unas graves heridas, pues no paraba de sangrar. Ella lo cargo y se lo llevo al pueblo. Pidió ayuda, todos se acercaron para ver lo que había pasado, pero, al ver de quien se trataba, le dijeron que no valía la pena y que lo dejara morir. Ella, al negarse hacer eso, no tuvieron más opción que cargarlo y decirle que le curarían las heridas. Ella se quedó en paz al oír esto, por lo que regreso a su casa. Pero, llegando a dar las tres de la tarde, se dirigió a ver como se encontraba. Pero, por más que preguntó, no le dieron respuesta de dónde se encontraba. Ella, desilusionada, se dirigió al bosque por unas rosas para él, pues creía que no le dirían nada de él para que no se preocupara.
Pero, al casi llegar al lugar, escuchó una voz que se quejaba. Se dirigió hacia dónde provenía aquella voz. Al llegar, quedó completamente horrorizada, al ver de qué se trataba de él mismo muchacho que la había salvado. Él se encontraba tirado y, con cada minuto que pasaba, sus fuerzas se iban terminando. No entendía por qué tenía un hacha en la mano. Pero, sin perder más tiempo, se dirigió a traer medicinas para sanar sus heridas. Esta vez no pidió ayuda a los demás. Fernanda regresar, lo encontró tratando de continuar con su labor. Ella corrió y lo recostó, diciendo - no deberías de tratar de levantarte, estas demasiado herido para hacer cualquier cosa - él sólo la miró y dijo - no te preocupes, ya no ha de quedar mucho tiempo -, ella, - ni seas ridículo. No puedes ver que no se acaba aquí - él solamente le dio una pequeña sonrisa, como queriendo decir "gracias, pero ya no creo poder aguantar más".