Después de lo ocurrido y que el encuentro entre los dos sucedió, el muchacho regreso a trabajar. Durante el regreso al trabajo, los demás hicieron que él repusiera todo el tiempo en que "estuvo descansando y tomo vacaciones sin permiso alguno" para no dejar que esto "se le subiera a la cabeza".
El día a día iba trascurriendo sin ninguna novedad y, la muchacha que lo miraba de vez en cuando desde lejos con la intención de poder en algún momento lograr volver hablarle y conocer el motivo por el cual decidió seguir de esta manera. El afán con el cual aquel muchacho trabajaba arduamente a pesar de todos estos maltratos debía de tener algo más atrás de ello. Las pupilas de la señorita que, en un inmenso mar de preguntas y en busca de una respuesta que no se lo lleve el viento, trataba de no perderse por completo en la mirada de aquel muchacho al cruzarse sus miradas por un segundo. El segundo más largo y a la vez más corto entre los dos, pero que eso era suficiente para contarse más de mil cosas.
El tiempo seguiría pasando, la juventud, que era lo que ellos veían venir con gran esperanza, era cuestión de muy poco. Los dos estaban cruzando apenas los diecisiete años y en un año se convertirían en adultos que tendrían que tratar de valerse por sí mismos, Pero, la idea de esta se veía tan lejos, ya que la rebeldía de la adolescencia aún mostraba a lo lejos un poco los rastros de haber existido alguna vez. Sin embargo, entre una idea y miles de pensamientos, sus corazones emprendían en un viaje del cual nadie puede escaparse cuando aparece, ni mucho menos poder determinar con la ciencia más exacta o con la experiencia adquirida por los más experimentados.
El pasar de tres meses, en los cuales llegaron hablar de forma casual y sin que nadie les llegara a ver. Esos momentos que fueron ideados por la casualidad o el destino, ese que fue el encuentro en el tiempo justo para que los dos lograsen hablar y reír un poco ante tanta amargura que en ocasiones les llegaba apoderar por completo los pensamientos. Los días no se sentían como pasaban ni las horas podrían divulgar lo que sucedían mientras estas recorrían en sus vidas sumando los buenos momentos como los malos.
El transcurso de dos meses fugases, los dos habían llegado a un acuerdo y un encuentro furtivo en las noches, tan frías y solitarias que fueron en un pasado no muy lejano. Dos corazones que hacían arder con una intensa llama que crecía más y más, calentaba con una agradable y tierna atmosfera a su alrededor. La luna, aquella pequeña y a veces tan grande, se había vuelto su única confidente de los encuentros que sucedía.
Pero, para desgracia de los dos muchachos, era inevitable que las sospechas se encendieran y esos momentos se vieran ahora comprometidos. Las cadenas de las que sus destinos se encontraban atados eran todavía tan gruesas que el escapar de las mismas no podría ser tan fáciles. Con el pasar de los días, entre la gran y desoladora realidad, se podía ver más cerca. Los encuentros, que cada vez debían de ser con una astucia mayor, las mentiras y salidas en medio de una tempestad que podría desatarse con el más mínimo detalle.
Entre las medidas que se empezó a tomar por las personas del pueblo, el encierro de un pobre pajarillo en su jaula, fue la solución que le dieron ante tanto misterio tras la señorita en los últimos meses. La jaula los dividió y, sólo hasta que la madurez tocara la puerta en sus vidas, podría romper. Esto sería alrededor de unos cuatro meses. Los más fríos y solitarios días que iniciaban para estos corazones, no podrían soportar a no ser que, en un descuido, lograran verse y pactar que tendrían que darse a conocer al llegar dicha fecha con el afán, que ciegas y descuidadas alma, tomarían de ver un futuro hecho realidad ante la luz del día bendecida.
Pero, como era de esperar, los torbellinos de la vida tendrían que demostrar cuan fuerte y verdadero era lo que decían sentir. Si estas palabras eran como un vaso vacío, sería llevado por el viento como lo era con la ceniza que queda después que el fuego, que una vez brillo y calentó con intensidad, dejó al final para que el olvido fuese su última compañía. La muerte, que podría estar asomándose desde una esquina, era una señal tan clara para los dos y no debían de tomarlo a la ligera ya que esto se volvería en un lamento. Las turbulencias para dos almas jóvenes que apenas empiezan a conocer el mundo, pueden ser en muchas ocasiones fuertes y rudas. El perderse entre un mar de la duda y la confianza que, a pesar de ser tan difícil de construir, puede ser tan frágil como un vaso de cristal que con el más pequeño descuido podría caerse y con esto quebrase en miles de pedazos, los cuales nunca volverían a unirse nuevamente y, de llegar hacerlo, no podría ser el de antes.
El muchacho, que siguió viendo la luna en las oscuras y frías noches, al igual que la señorita, sólo le contaban entre susurros del corazón esto – no me permitas llegar a engañarla. Sí alguna vez la llegase a faltar, te pido a ti que la consueles y lleves mis 'palabras a ella. O Dios mío, sé que no soy alguien digno de pedirte tal cosa. Pero, como el creador de todo, te pido que guíes estos pasos tan indecisos hacia aquel lugar donde he de estar y me permitas verla nuevamente. Yo, un pobre hombre que no se merece nada, dame fuerzas para luchar en el momento que se ha llegado a destinar, por... Por encontrar ese futuro con mi amada – y la señorita recitaba al mismo tiempo – no puedo verlo. Pero, el saber que se encuentra bien, es lo único que deseo saber en este momento. Señor, dime, después de este tiempo que ha transcurrido, ¿estaré haciendo lo correcto? Dime – con lágrimas que comenzaron a recorrer en aquellas rojas y tan suaves mejillas, inundando en un cristalino lago que dejo nacer en aquellos bellos ojos color café y pupilas negras e inocentes, las más sinceras palabras – si... ¿sí es que mi destino podrá ser con él? Yo no deseo que por mi propio egoísmo termine pagando las consecuencias y al final termine sin volver a escuchar sus palabras. No podría vivir de esta manera. Te pido que, en la fecha señalada, pueda... pueda estar, aunque sea desde lejos, con él – y quedando sus almas atadas con este único deseo que les hacía poder vivir el día a día.