Me abrazo a mi misma al sentir que la temperatura en la habitación bajo. Me faltaban unas cuantas puntadas para terminar el vestido de maternidad de Irina, los vellos de mi nuca se erizan.
Suelto la aguja y dejó las cosas en la cajita de hilos.
— vaya, pensé llevabas una vida distinta — me he sorprendido y al girar el rostro, ahí a mis espaldas está el «alma rebelde»
— ¿qué haces aquí? — él no responde sólo se pasea por la estancia.
— ¿para esto querías volver?— con su mano abarca la habitación — un sacrificio para ser esto — declara con desdén.
— el trabajo no es deshonra — él sonríe con crueldad, me ha impactado tenerlo aquí.
— no lo es — se encoge de hombros — lo que importa que ahora estas con el hombre que amas — su mirada está puesta en mi— desvío la mirada — ¿qué ha pasado?
Suspiró y decido contarle, era la primera vez que hablaba del asunto con alguien, aunque este alguien no era de estos lados. Cuándo he terminado de relatar hay un silencio sepulcral.
— ¿no dirás nada? — escuchó un fuerte suspiro.
— lo lamentó — murmura.
— ¿cómo me encontraste? Tengo otro rostro.
— seguí tu rastro, tu escencia — sonríe.
— Te veo distinto.
— estoy débil, nadie ha llegado a la casa, así que no me puedo alimentar de miedo — se pasea nuevamente por la estancia — si fueras fantasma estarías alimentandote de amor — su voz suena ronca — debo irme.
— ¿has visto a mamá?— él niega.
— si yo te encontré, ella lo hará — desaparece del cuarto y la temperatura vuelve a la normalidad, esta alma rebelde si había aprendido mucho.
Sonrió y continuó cociendo, me sentia mejor al fin habia podido desahogarme con alguien.
Ibran
— Ibran — ella sonrió y avanzó hacia mi — te he extrañado.
Su cabello largo cai en sus hombros, cubriendo sus senos. Su vestido blanco la hacia verse etérea.
— pero... — susurró, ella pone sus dedos fríos en mis labios.
— tú me amas Ibran — sonrió, mi mirada baja a sus labios rojos como las fresas... tentadores — quiero tu amor nuevamente.
Me siento hipnotizado por ella, al sentir su cuerpo pegandose al mio, sus senos turgentes pegados a mi pecho. Mi respiración es entrecortado.
— di mi nombre Ibran — susurra en mi oido — dilo...
— ¡Ibran! — abro los ojos de golpe y me doy cuenta que me he quedado dormido en la biblioteca, leyendo.
La puerta de la biblioteca es abierta estripitosamente mientras Stéfano entra con el ceño fruncido.
— mira mis manos — las levanta y me las muestras las cuáles están rojas — tus ungüentos de mierda un dia me mutilaran las manos.
Ruedo los ojos y me pongo de pie, me acercó para examinar las manos de Stéfano, estan rojas.
— eres alérgico a la planta, iré a la habitación por un ungüento para está reacción, siempre hago una cura por asi decirlo.
Caminó apresurado hacia la habitación, en el pasillo me detengo frente a aquella puerta, aún perturbado, la abro y mi mirada se dirige a la pared donde descansa aquella pintura, caminó hacia ella y puedo verla. Era extrañó haber soñado con Olivia, extrañó que ella asegurará que la amaba, mi mirada baja a su escote y frunzo el ceño, en el sueño eran pechos mucho más grandes, labios más llenos y había en ella, sensualidad, alguien muy sexual no cómo la chica de la pintura llena de inocencia.
Quizás era una señal de que debia buscar una esposa, estaba teniendo sueños con un fantasma.
Rowena
El silencio no era incómodo, ambos estabamos centrados en la receta, Ibran me pedia que le leyera cuánto iba a usar y con qué lo iba a mezclar.
— ¡Maldición! — susurró y me doy cuenta que se ha quemado, me levantó rápidamente y me dirijo hacia él.
— déjame ver — él me muestra sus dedos un poco rojo — iré a la cocina por un poco de... — él niega.
— busca en el estante, ahi tengo una pomada para quemaduras, me siento un poco torpe, olvidé que él era un médico.
Empiezo a buscar y me siento frustrada, habian muchos frascos pero me doy cuenta que están rotulados y para que era su uso. Tomó el frasco y lo llevó hacia Ibran. Con cuidado lo abro cuándo voy a sacar un poco.
— gracias Rowena, ando un poco distraido, yo lo aplicaré.
Pasó mi lengua por mis labios y asiento.
— está bien — murmuró, buscó mi lugar y continuó repasando el libro de las medicinas, una parte de mi, se sentia mal por que él habia rechazado mi ayuda.
— continúa Rowena — me calentó, lo miré y él estaba con la mirada perdida.
— ¿Pasa algo Señor Ibran? — me mira y parpadea.
— lo siento estoy un poco distraido — suspira — un extraño sueño.
— quizás contandolo se sienta mejor.
— soñé con Olivia — abro la boca
¿Me estaba recordando?
— ¿Si? — pregunto emocionada.
— si pero fue algo real — compone su turbante — sus labios en mi oreja, sus labios rojos y llenos... — corta de golpe.— lamento eso Rowena.
No respondo, si era ayuda de los guardianes, lo estaban haciendo mal. Ya que me estaban presentando en su sueño, como yo no era.