Amor sin Manual

Capítulo 5

💙Lucía💙

Cerré mi auto y lo miré deseando no verlo por última vez. No quería que fuera remolcado porque sería más costoso, y mucho menos deseaba que alguien me lo robara, yo lo necesitaba. Además, en el fondo de mí sabía que tenía salvación, que no había muerto del todo porque era mejor pensar así. Siempre buscaba encontrar una inyección de esperanza que me dijera que todo estaría bien, esa es la fórmula mágica que he encontrado para sobrevivir.

Resignada sostuve mejor mi cartera, como si fuese un escudo o un chaleco salvavidas que me librara de esta pésima casualidad, y en cuestión de dos segundos, me debatí en qué hacer. No tardé mucho en encontrar la respuesta, no pensaba ir al lado de ese snob durante el corto trayecto que restaba; suficiente tenía con compartir el mismo espacio. Así que, seguí con mi sonrisa falsa a boca cerrada e intenté subir al lujoso vehículo del acartonado, del lado del copiloto.

—¿Qué hace? No puede ir allí, dé la vuelta y suba. —era imposible no mirarlo mal.

Parecía que no sabía decir las cosas de un modo más amable. Era un mandón de lo peor que le encantaba fastidiarme. Qué necesidad tenía de hacerme sentar a su lado, si lo que me estaba dando era un aventón. «Respira Lu, haz uso de las técnicas de yoga que aprendiste en las únicas dos clases a las que fuiste». Me animé internamente, buscando relajarme, mientras hacía lo que toscamente me indicó.

—Gracias. —dije sin más, cuando estuve a su lado.

Podía odiarlo, pero debía ser amable por el favor. A mí sí me criaron con educación, que no era igual a ser tonta. No quise mirarlo, ya de por sí el olor a perfume caro que había me hacía pensar que iba al lado de mi crush de cine y no del insufrible patán. Olía divino el desgraciado.

—No las dé. Es usted mi nueva asistente en prueba, me interesa que llegue puntual, porque tarde ya es. —ser odioso le salía natural. No implicaba ningún esfuerzo para él.

—Me disculpa, pero no es mi culpa que me impusiera un horario inhumano y que mi auto se haya descompuesto.

—¿Le es imposible quedarse callada? ¿Todo tiene que refutarlo? —me miró y por un segundo, me detuve en el azul de sus ojos. Me recordaron a los de mi Theo.

—¿También me piensa echar por expresarme? Si usted no dijera puras injusticias yo no buscara defenderme. Es su culpa que yo reaccione así.

—Esto es ridículo. Usted y yo no podemos llevarnos bien. —gruñó, centrando su atención en su teléfono, al escribir.

—No tenemos que llevarnos bien. Usted necesita una asistente y yo un mejor trabajo. Debe bastarle con que sea competente y cumpla con mi rol. Le demostraré que soy bastante eficiente.

Me pareció ver un atisbo de sonrisa, pero fue tan corto que fácilmente lo pude haber imaginado.

—Se vende usted muy bien. Casi me convence.

—Y eso que no me ha visto vendiendo propiedades.

Toma ogro. A mí no me callas tú.

💙💙

El auto se detuvo en la empresa y yo no esperé su respuesta. Bajé de inmediato y creo que cometí un grave error porque más de una persona se asombró al darse cuenta de donde salí. Llegaba a la inmobiliaria en compañía de mi jefe. Ahora todos pensarán mal de mí.

—Es mi asistente, no lo harán. Además, todos conocen mis gustos por las mujeres.

No sé qué me molestó más. Si pensar en voz alta o si su vacía respuesta. Era obvio que alguien como él no tendría la valentía para manejar tantas curvas como las mías.

—Lo imagino. No cualquiera puede con tanto calibre.

Caminé más rápido para adelantarme, y moví mis caderas porque si algo no tenía eran complejos. Bueno, no tantos. Yo sabía que era bella, lástima por algunos que en pleno siglo veintiuno seguían midiendo la belleza en centímetros.

—Venga conmigo. —claramente esa no fue una petición.

Lo dijo sujetándome por el codo y juro que algo extraño pasó. Su toque me hizo mirarlo, y por ser mucho más alto que yo, pude darme cuenta cuando me vio de soslayo. Después de eso, me soltó.

—¿Está bien que esté yo aquí?

—Deje de ver películas. Es usted mi asistente, irá a muchas reuniones conmigo. Es normal que suba al ascensor de presidencia en mi compañía.

No dije nada más y miré hacia otro lado, extrañamente estaba sintiéndome inquieta. Me negaba a pensar que el bombón de ácido me pusiera nerviosa. ¿Por qué?

Es feo, Lu.

Es un ogro muy feo. No olvides eso.

—Vaya, que sorpresa, ayer se mataban y hoy llegan juntos. Me alegra que limen asperezas. —la amable mujer se sorprendió al vernos salir juntos del ascensor.

Mostraba su sonrisa amable y sus ojos eran de no poder creerlo, y la entendía. Yo tampoco me lo creía. Si lo pensaba en frío, desde ayer el destino se empeñaba en cruzar al caramelito de ajo en mi camino.

—Solo hice mi labor de Boy Scouts. La señorita se quedó accidentada y la ayudé a llegar. —explicó, sin dejar de caminar hacia su oficina.

Yo me quedé parada, viendo como se la daba de niño bueno, sin saber qué hacer, hasta que la simpática asistente me indicó seguirla, cuando se fue detrás de él.




Reportar suscripción




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.