Amor sin Manual

Capítulo 7

💙Lucía💙

Después de mi informativa charla con la amable secretaria, puse orden en mi desorden y me centré en lo importante: Aprender todo muy bien para poder quedarme en esta empresa. Sonya es buena instruyendo y yo soy buena aprendiendo.

Ya había terminado con los correos, y ahora la estaba ayudando con la organización de los grupos de ventas. Esta empresa tenía un esquema bien estructurado, y no había nada que no pasara por la supervisión del acartonado. Yo, solamente soñaba con ver mi nombre allí, en algunos de esos grupos.

—Lucía, la licenciada Peterson, te espera en recursos humanos para que firmes el contrato de prueba. —anunció, después de colgar la llamada, y en mis oídos eso se escuchó como un coro de ángeles cantando el Ave María.

Estaba cada vez más cerca de asegurar mi estadía definitiva en esta inmobiliaria. Solo necesitaba pasar el dichoso periodo de prueba, sin desvivir al acartonado en el proceso. De verdad estaba esperando con ansias esta reunión con recursos humanos; ahora sabré de cuánto será el buen sueldo del cual me habló la señora Eleanor. Según ella, aquí pagaban muy bien.

—¿A qué piso debo ir? —pregunté con seriedad, conteniéndome para no lanzar confetis al aire.

—El tres.

—Perfecto, déjame guardar este documento y bajo. —me centré en la computadora, cuando escuché una puerta abrirse, unos tacones sonar y la fragancia de un perfume masculino impregnar el lugar.

—Sonya, saldré con Vivienne, volveré después del almuerzo, como antes te indiqué. —explicó, con voz profunda, mientras yo terminaba lo que hacía.

La verdad es que quise voltear de una vez, pero me contuve. Parece mentira que hasta la voz del acartonado era atrayente. Tenía todo para ser el villano que confunde a la protagonista porque guapo, como él solo, ya era.

—Yo bajaré a recursos humanos. —anuncié, poniéndome de pie y, por un instante nuestras miradas se cruzaron.

Por alguna extraña razón sentí que me sonrojaba, y como escape centré mi atención en los tacones de la venenito Lockwood, antes de adelantarme al ascensor tratando de alejarme de ellos.

Presioné el botón viendo como mi intento fue infructuoso, pues mi jefe estaba allí, a mi lado, haciendo lo propio con el suyo, mientras, yo comenzaba a creer que sí era cierto que estaba loca porque me pareció sentir el peso de su mirada sobre mí. Ya estaba imaginando cosas, pensaba en eso, al entrar en el ascensor de los mortales, a la vez que, él lo hacía en el de presidencia.

Una vez en el piso tres, conocí a la asistente de la licenciada Peterson, y minutos después, me reuní con ella. La emoción fue grande al ver el sueldo base con el que comenzaría. Ya que si llego a quedar fija, ganaré casi el doble del monto inicial.

—No puede ser. —susurré, al cambiar de página.

—¿Sucede algo? —quiso saber la amable mujer, pero ella no estaba para escuchar lo que yo realmente quería decir.

—No, solo que noto que son varias cuotas, por varios meses. —jamás recibiría el monto exacto de mi salario.

Insensible acartonado.

—El señor, Ashford, me dijo que usted estaría al tanto. El primer monto es el descuento completo de la tintorería, y ya, a partir del próximo mes, comenzará a pagar las seis cuotas pertenecientes al préstamo del mecánico.

Quería subirlo a un bote y dejarlo tirado en altamar. Por el monto había escogido una tintorería carísima y me hacía pagar un préstamo que no pedí, con un mecánico que me cobra casi lo mismo que comprar un auto de segunda mano. Pienso en todo lo que me pude haber economizado con Jimmy y siento ganas de llorar por mis ahorros malgastados.

—Bien, ¿dónde firmo? —sonreí, a boca cerrada, porque la verdad es que estaba cerca de echar humo por la nariz.

Después de firmar tal sentencia de pago, volví con Sonya y tiempo después corrí a la cafetería de Susan para almorzar algo y sacar lo que tenía atorado en la garganta o me envenenaría.

—¡Lu! ¿Qué tal te va yendo en tu día? —su sonrisa se borró cuando vio la ausencia de la mía.

—Ese… acartonado, snob, insufrible y tieso, no mentía. Sí, se cobró lo del traje y, por lo visto, lo mandó a la tintorería más cara de todo New York. —abrí los brazos y alcé la voz, liberando la carga.

Estaba furiosa y eso apenas era la mitad. ¿Cómo pudo hacer semejante cosa si fue un accidente con un niño? ¡Un niño! No me quiero ni imaginar lo que le puede hacer a cualquier adulto que lo agreda.

—¿De verdad dudabas que lo hiciera?

—Pues sí —aseguré—. No hay humanidad dentro de él. Fue un accidente y, aun así, debo pagarlo. Y eso que no sabes lo peor.

—¿¡Hay más!? —asentí, pidiendo un pastel doble con crema batida y caramelo.

Probé la primera cucharada y sentí paz, solo así pude comenzar a contarle mi accidentada mañana y mis cuotas de descuento, con chisme de venenito Lockwood incluido.

—No sé por dónde comenzar. Esa mujer es una arpía, debes cuidarte de ella —advirtió, mientras yo le daba un sorbo a mi gaseosa.

Esta no era la mejor opción de un almuerzo saludable, pero necesitaba esta inyección de dopamina para mejorar este día.




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