♟️Dominic♟️
El marcador va uno a uno, y no sé si debo alegrarme por eso. Mi lado competitivo sabe que todo era parte del juego. Uno que dije terminar después de hoy, pero estoy seguro de que no será así. La cara de la señorita Almanza lo dijo todo. Su venganza pudiese ser muy incómoda para mí, y botarla o cambiarla de área no sería opción porque yo lo provoqué.
«¿Qué necesidad tenía de caer en este tonto juego?»
—¿En qué piensas? No has dicho una palabra desde que subimos. —escucho a Luke, al tomar asiento en mi oficina.
Y sí, era así. Estaba en silencio y pensativo, ya que, por alguna razón, este triunfo no me sabía tan bien.
—No lo sé. Disfruté jugar; en mi cabeza me pareció un gran plan, pero…
—¿Crees que fue excesivo? —lo miré y la verdad es que no tenía certeza de nada.
—Si te soy honesto, no lo sé. ¿Viste su cara? De verdad la afectó el cambio en su vehículo.
—Pero, ¿por qué se afectó tanto? Le pusiste tapicería de lujo. Cualquiera estaría agradecido con un cambio así. ¿De verdad es tan diferente a como estaba? —bufé, al recordarlo.
Personalmente, fui con mi mecánico para hablar sobre los avances del auto clásico que compré. Disfruto involucrarme en el proceso de transformación de estos modelos, hasta dejarlos como nuevo, con su estilo antiguo y un potente motor de última generación. Me divierto un poco con ellos, uno que otro me lo quedo, y los demás los vendo.
Fue allí donde realmente le presté atención y detallé el auto de la señorita Almanza. Este gritaba Lucía por dónde se viera. Inclusive por el reguero de cosas inservibles que estaban allí dentro.
Ya había notado que le costaba mantener el orden en su escritorio, si lo comparaba con el de Sonya. Incluso en su forma de trabajar, se manejaba con resaltadores y notas de colores.
—Estaba horrible. Era como ella. Estridente, desordenado, fuera de la norma, lleno de brillos y colores nada sobrios. Tenía piedritas y brillitos hasta en la palanca de cambios. Todo un desastre, que reflejaba una personalidad infantil.
El rostro de Luke, mostró asombro y sabía que no podía ser diferente. La señorita Almanza era un digno caso de estudio.
—Quizás no se trate de ser infantil. No has pensado que es solo un alma intensa, que disfruta darle brillo a su vida porque es creativa, o simplemente es de estas personas positivas que a todo le ponen color, alegría y energía en su día a día para intentar hacerlo mejor.
Fruncí el ceño, horrorizado.
—¿Hablas de una positiva tóxica que solo ve lo bueno, sin aceptar la realidad de la vida y que cree que basta con manifestar para lograr algo, como si las cosas cayeran del cielo? ¡Lo que faltaba! Trabajo con una hippie moderna.
—No todos son cuadriculados, Dominic. Eso no los hace hippie, ni locos. Solo son personas más sensibles que creen en energías. Deberías intentar ser más empático y menos criticón. —alcé una ceja, estando en desacuerdo.
—No critico. Solo no creo en lo que profesan. Las cosas se logran trabajando, y no todo sale bien siempre. Punto.
—Es correcto. A ti no te salió bien la jugada porque te arrepientes.
—No me arrepiento —refuté de inmediato—. Y será mejor que comencemos a trabajar. Dejaré que la señorita haga su último movimiento y dejaremos esto así.
Estaba decidido, no podíamos seguir con estos juegos, aunque me divirtieran.
—Bueno, iré a mi oficina. Debo hacer unas cosas.
—Y yo iré por un café. —anuncié, poniéndome de pie.
—¿Tú buscarás tu propio café? —preguntó, incrédulo, y lo entendía.
Esto ni yo mismo, me lo creía.
—Sí, prefiero no arriesgarme justo ahora que debe querer asesinarme.
El muy rufián se burló, y no se trataba de miedo. Se trataba de supervivencia. No sé por qué, pero algo me decía que la señorita Almanza era de cuidado.
💙Lucía💙
Aún no me recuperaba del trauma que el acartonado me provocó. Por su culpa, debía invertir en nuevos accesorios para mi bebé de cuatro ruedas. Eso me hizo estar algo sensible y distraída el resto del día. Aunque, ver al insensible rufián buscando su café, me hizo sentir poderosa.
Era bueno que se cuidara porque con esta rabia que cargo, podría mandarlo al baño por un mes si quería. Pero mi madre me enseñó a ser buena, así que tres días serán suficientes para que llore su pena por hacer lo que me hizo.
—Lu, te estoy hablando. —sentí, su pequeña mano sobre la mía y lo miré.
Ya estaba en casa y no hubo trozo de pizza, pote de helado, o película de mi crush, que me sacase lo sucedido de la cabeza. Yo queriendo ahorrar y terminaré pagando un psiquiatra.
—Lo siento, cariño. ¿Qué me has dicho? —moví el pie y sentí algo suave que se removió. El perro estaba allí, amando el peligro. Él solito se buscaba su destino.
—Dije que no estés triste. Es un auto y para mí se ve muy bien. Soy niño, y como estaba antes, era demasiado femenino. Hasta mi mamá decía que exagerabas un poco con los brillitos. —la mano en mi pecho no fue capaz de sostener los pedazos de mi corazón, ante tan cruenta herida.
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Editado: 06.09.2025