♟️Dominic♟️
Mi reunión con Lockwood sería corta. Un par de firmas, una pequeña charla y adiós. Él nunca ha sido santo de mi devoción, pero por alguna razón, hoy solo deseo que se vaya pronto de mi empresa.
—Bien, con esto estamos listos. —anunció, Luke.
Como abogado debía estar puntualmente en la reunión, cosa que no hizo y de lo cual hablaríamos después. Este día, no estaba siendo el mejor.
—Te aseguro que no tendrás quejas con el proyecto esta vez. Como te expliqué, ya solucionamos el retraso en la entrega de algunos materiales, con los proveedores.
—Me complace saberlo. La empresa de tu familia siempre ha sido muy cumplida, nunca había pasado algo así.
—Lo sé. Vivienne estaba muy apenada ese día. Para nosotros es importante la excelencia.
Y no lo dudaba, pero un fallo como ese no podía permitirlo. Tengo tiempos establecidos que deben cumplirse, y mucho más si se trata de este nuevo proyecto que me tiene tan entusiasmado. Estoy seguro de que será un éxito en ventas. Ofrecemos excelencia, calidad y confort. Apostamos en grande. El lujo se paga muy bien.
—Esta nueva etapa será mejor. —opinó, Luke.
—Bueno, pero soltemos un poco el trabajo. Hablemos de…
Un par de pequeños golpes en la puerta hicieron callar a Lockwood, y la señorita Almanza entró con el nuevo café del invitado. Esta era la segunda taza que pedía cuando él, a duras penas, se tomaba la única que Sonya le servía.
—Disculpen, vine a traer el café del señor.
—George, llámame George, ya te lo dije antes. —casi blanqueo los ojos, ante su insistente coqueteo.
No respetaba mi empresa, esas cosas debía hacerlas afuera. Pensaba terminar con este absurdo cuando sentí el olor.
—¿Qué huele así? —pregunté inhalando varias veces, intentando descifrar lo que era.
—¿Así cómo? —quiso saber Luke, olfateando como yo.
—Así, como a grasa, a restaurante de un dólar.
—Huele a comida latina —intervino la visita—. Reconozco el olor gracias a la Nana que me cuidó. —ahí estaba de nuevo la señorita blablablá, sonriéndole a Lockwood.
—Así es, George. Es comida latina y no cuesta un dólar. —me miró de soslayo, y sé que si sus ojos hubiesen sido dardos, me hubiera aniquilado.
Y no me importaba. Ella y su nuevo amigo George, se podían ir a una fonda mexicana, paraguaya, venezolana, la que fuera, si les daba la gana, pero mi empresa no puede oler de esa manera. ¿Qué tenía esa mujer en la cabeza? ¿¡No podía ser normal!?
—¿Y por qué presidencia huele a comida, señorita Almanza? —gruñí, necesitando acabar con ese olor.
—Porque gracias a usted, el pobre Theo no comió. No me dejó llevarlo con Susan al café. ¿¡Qué quería, que lo dejara morir de inanición!?
Bien, no tenía mucha escapatoria para esa acusación. ¿O sí?
—Volvemos a lo mismo de hace unos días. Usted se despierta más temprano y le hace el desayuno. —sorpresivamente, no dijo ni una sola palabra, y eso, viniendo de ella, podía ser peligroso.
—Quizás la señorita tuvo una mañana complicada. No es fácil ser madre soltera. Ten empatía, Dominic. —saltó en su defensa como si fuera una blanca paloma.
No lo conoceré yo, si he estado en sus jugadas. La única diferencia es que yo hablaba claro desde el principio. Yo no enamoraba, ni prometía cosas que no cumpliría. Por eso, no quiero una empleada llorando por los rincones, cuando le rompan el corazón.
—Gracias, George, por tu comprensión. Es bueno saber que aún hay hombres buenos —volvió a sonreírle, y a mí me lanzó dardos de nuevo—. Encerraré a Theo en el cuarto de mantenimiento para que no le afecte el olor a alimentos, y rociaré la oficina con ambientador. ¿Le parece bien?
—No exageremos, es un niño. Déjalo comer donde está. Mi amigo solo quería entender de dónde venía el olor.
Luke jamás dejaba de ser lo que era. Un abogado en mi defensa.
—Así es. No soy un desalmado. Deje al pequeño donde está, y la próxima vez pídale un sándwich de mantequilla de maní y mermelada. Esos no huelen.
Sentí tres pares de ojos sobre mí, y no me importó. Podía hacer una excepción porque Theo era un niño, y no tenía la culpa de tener una tutora sin sentido común, pero eso no significaba que no estuviera sentando un precedente. Si lo traía a la empresa, tendría que seguir las reglas. Y los olores extraños no estaban permitidos.
—Como usted diga... Jefe.
Salió de la oficina y no pude evitar mirarla por un segundo, encontrando a Lockwood con los ojos fijos en ella y en su caminar, con el vaivén de sus caderas.
—Es preciosa esa mujer. Tiene las medidas justas para sentir las curvas de una dama. —dijo, y preferí concentrarme en otras cosas.
—Sí, Lucía es muy linda. No sabía que tenía un hijo, fue una sorpresa verlo cuando llegué. —no pensaba sacar a Luke de su error.
Después de todo, ese pequeño de alguna forma ya es su hijo.
—Para mí también fue una sorpresa. Es muy inteligente y le dejó en claro a nuestro amigo que no quiere un padrastro. —lo señalé y sonrió con arrogancia, poniéndose de pie.
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Editado: 06.09.2025